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Lo que el EI gana con la destrucción de antigüedades
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Vista del arco monumental en la histórica y milenaria ciudad de Palmira (imagen del 5 de agosto de 2010). El grupo extremista Estado Islámico, que desde el pasado mayo controla esa urbe, ha destruido los templos de Baalshamin y de Bel, según ha denunciado el Observatorio de los Derechos Humanos de ese paísFoto Reuters
¿P

or qué el Estado Islámico (EI) hace volar en pedazos los magníficos artefactos de la historia antigua de Siria e Irak? La arqueóloga Joanna Farchakh tiene una respuesta única para este crimen único. En primer lugar, el EI vende las estatuas, los rostros de piedra y los frescos que tienen demanda entre compradores internacionales. Cobra el dinero, entrega las reliquias y hace estallar los templos y edificios de donde estas piezas provinieron para ocultar la evidencia de lo que fue saqueado.

Las antigüedades de Palmira ya están a la venta en Londres, aseveró la arqueóloga libanesa-francesa. Los objetos que el EI se ha robado de Siria e Irak ya están en Europa, ya no se encuentran en Turquía, que es donde fueron llevados en un principio. “Salieron de ahí hace mucho tiempo. La destrucción esconde los ingresos del Daesh (el EI), que vende los objetos antes de destruir los templos que los alojaban.

Tienen algo invaluable qué vender y después destruyen el sitio de donde lo sustrajeron; y esta destrucción tiene el objeto de ocultar el nivel de robo. Se destruye la evidencia. Así nadie sabé qué fue lo que se sacó y qué fue lo que se destruyó, dijo la arqueóloga.

Farchakh ha trabajado durante años en las antiguas ciudades de Medio Oriente, examinado sitios saqueados de Samarra en Irak, donde la civilización supuestamente comenzó, después de la invasión de 2003. Ha catalogado la vasta destrucción de sitios donde hubo mercados callejeros (souks) y mezquitas de las ciudades sirias de Alepo y Homs desde 2011.

Esta diminuta mujer cuyo conocimiento de las antigüedades perdidas del mundo llega a la obsesión, ahora describe su trabajo como el de una estudiante de la destrucción arqueológica producto de las guerras. Durante los últimos 14 años, ha visto suficiente profanación arqueológica como para encender su pasión por una carrera tan deprimente. Políticamente, Farchakh identifica una cepa particularmente astuta dentro del EI.

Ha aprendido de sus errores, señala. “Cuando el grupo comenzó la destrucción arqueológica en Irak y Siria, lo hizo con marros, maquinarias grandes destruyendo todo muy rápidamente y filmándolo. Todas las personas que participaban de esto vestían como en tiempos del profeta. Hicieron pedazos Nimrud en un día, pero eso sólo les dio 20 segundos de pietaje. No sé cuánta atención capturaron con una filmación tan breve. Pero ahora ni siquiera proclaman que han destruido un sitio. Las denuncias corresponden a los grupos de derechos humanos y a la ONU. Primero, la gente reporta que escuchó ‘explosiones’. Luego, el planeta tiene acceso a las imágenes filmadas que el EI difunde según su propia estrategia.”

Por esta razón, asegura Farchakh, el EI no ha completado la destrucción de Palmira para capturarla en video. “Comenzó con ejecuciones (de soldados sirios) en el teatro romano. Luego mostró explosivos atados en torno a columnas romanas. Después decapitaron a ese director de Antigüedades retirado y más tarde hicieron estallar el templo de Baalshamim.

“Entonces todos gritaron ‘¡Oh, no! ¿Qué vendrá después? ¿Será el templo Bel?’, y eso fue lo que hicieron. No habrá más destrucción de Palmira, la estrategia será diferente. Se irán hacia el Gran Teatro Romano y luego al mercado de Agora (un famoso patio rodeado de columnas), luego a los souks. Tienen toda una ciudad qué destruir; y han decidido tomarse su tiempo.”

Farchakh cree que entre más tiempo se tomen con la destrucción, más subirán los precios de las piezas en los mercados internacionales. El mensaje de la arqueóloga es que el EI está en el negocio de las antigüedades, y este es un mensaje con el cual manipula al mundo al dramatizar la destrucción. Los medios no difunden noticias sin que haya un evento detrás. Primero, Daesh le da sangre a los medios. Cuando éstos deciden no difundir más sangre, el grupo les da la destrucción de la arqueología. El día que esto ya no llame la atención se irán sobre las mujeres y los niños. El EI, al parecer, está usando la arqueología y la historia. En cualquier crisis política un grupo o un dictador erigen su poder en la evidencia histórica. El sha de Irán usó las ruinas de Persépolis para falsificar su historia familiar. Saddam Hussein hizo poner sus iniciales en los ladrillos de Babilonia. Este grupo (el EI) decidió dar un giro a esta idea, aseveró Farchakh. “En vez de erigir su poder sobre objetos arqueológicos lo está haciendo sobre la destrucción de los mismos. Usa una versión opuesta del método. No habrá un ‘antes’ en la historia ni un ‘después’. Lo que está diciendo es: ‘No hay más que nosotros’. La gente de Palmira puede comparar el ‘antes’ y el ‘después’ en este momento, pero en 10 años ya no podrán comparar porque no habrá quien recuerde. Ya no habrá memoria”.

En cuanto a los dioses romanos, Baal no ha sido adorado en su templo en más de 2 mil años. Pero tenía su valor. Farchakh dice: “Cada una de las antigüedades de Palmira que el EI ha vendido no tiene precio. Se está haciendo de miles de millones de dólares. El mercado está ahí y tomará lo que sea que se le ofrezca y pagará el precio que se le exija. El Daesh está ganando con cada paso que da, y con cada ’destrucción’”.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca