15 de agosto de 2015     Número 95

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Francia

Milpa en un suburbio parisino

José Alberto Velázquez Cruz Estudiante de Master, especialidad Antropología del Medio Ambiente, Museo de Historia Natural de París


FOTOS: José Alberto Velázquez Cruz

En el calendario agrícola mexicano el paso del sol en el cénit marca el inicio de la temporada de siembra de la milpa. Mayo inicia con las ceremonias de petición de lluvias, según las antiguas tradiciones de los pueblos prehispánicos que siguen vigentes hoy en día en las comunidades indígenas y campesinas de México.

El maíz se cultiva en nuestro país desde hace aproximadamente ocho mil años. La milpa, este agrosistema que asocia maíz, frijol y calabaza principalmente, ha sido una de las técnicas agrícolas más importantes conocidas por la humanidad, y durante milenios permitió que centros de población tan grandes como Tenochtitlan (que llegó a tener cerca de 200 mil habitantes, dato que varía según las fuentes) fueran autosuficientes en la alimentación.

Mayo es el mes de la siembra de la milpa. Aquí, en un suburbio de París, Montreuil, a miles de kilómetros de lo que fuera la gran Tenochtitlan, alrededor de 50 personas se han reunido en el parque Beaumont para sembrar la milpa.

Montreuil se sitúa muy cerca del distrito parisino 20; forma parte del gran proyecto de transformación y crecimiento de la capital francesa conocido como “el Gran París”. Se caracteriza por su diversidad cultural, con barrios de migrantes de prácticamente todos los continentes, una historia ligada a la izquierda –hoy sigue siendo un bastión importante del Partido Comunista Francés– y a la vez una tradición agrícola que tuvo en el siglo XVII su apogeo: aquí se producían no sólo verduras que eran vendidas en el centro de Francia, sino también frutas que se exportaban a otros países. En Montreuil se inventó una técnica de producción de duraznos en árboles en empalizada; es decir, podados de tal forma que crecían pegados a muros con la finalidad de aprovechar el calor que las paredes captaban durante el día.

En la actualidad, diversas asociaciones de Montreuil se preocupan por desarrollar proyectos de agricultura en la ciudad, desde jardines populares y compartidos con los vecinos, hasta producción de miel en las azoteas; todo un movimiento de producción en la ciudad. A la vez, este suburbio es un lugar muy conocido por sus artistas. Es aquí mismo en Montreuil donde uno de los primeros realizadores del cine, George Méliès (Viaje a la Luna, 1902) montó el primer estudio de producción fílmica en Francia.

En este contexto, una de tantas asociaciones existentes, Le Sens de l’Humus, realiza acciones enfocadas a la difusión de la permacultura, experimentación de técnicas de producción urbana, defensa de la agricultura campesina, bajo una visión social, muy ligada a los principios de la educación popular. Este es el segundo año que se realiza la milpa aquí.

¿Cómo conociste la milpa?, preguntamos a Frédéric Géral, el coordinador de esta asociación, y responde: “ya la conocía antes del reportaje de Marie-Monique Robin [Las cosechas del futuro], forzosamente conoces la milpa en el ámbito de la permacultura, es súper interesante, te interpela, te llama la atención cuando la encuentras”. La milpa es reconocida en Francia, como en el resto del mundo, en los ámbitos académicos ligados a la formación de estudiantes de las ciencias agrícolas.

Ha venido a la siembra de la milpa gente del barrio, cerca de 60 personas; niños, adultos, jóvenes, de diferentes condiciones económicas, culturas y razas; estudiantes, académicos y vecinos. Fred se entusiasma por la presencia de los vecinos. “Este es un barrio y estoy súper contento de que hayan venido hoy, el año pasado no pudieron venir, pero ahora sí, son personas que quizás podían cultivar en sus países, o están un poco alejados de estas cosas, pero estas pequeñas acciones te acercan un poco a ese tema de la tierra. El objetivo de nuestra asociación está relacionado con la tierra, que es muy importante en la ciudad, ligarnos con la tierra, con la Pacha Mama, que es muy importante. La siembra es una cuestión de vida, hay algo de eso. No vamos a convencer a Monsanto con medios enormes, pero con un pequeño golpe lo que intentamos hacer es cambiar el orden de las cosas”, dijo en referencia a la Jornada Mundial de Lucha contra Monsanto, que precisamente es este mismo día.

Una parte de México está aquí, nuestra historia, nuestro pasado que vive para mostrarnos a ciudadanos de distintos continentes que podemos aprender de nuestras raíces indígenas para vislumbrar un futuro digno. Una exposición se ha montado aquí también, una historia ilustrada, al lado de los granos de maíz que, viejos, esperan retomar su ciclo vital bajo la tierra. En El ahuizote muy acuache, Rocío Berenice Mena Correa y Juan Ramón Navarro relatan y pintan el origen mítico del maíz. Son cinco dibujos a tinta que llaman de inmediato la atención de quiénes pasan por el lugar.

En contraparte, está la historia de Monsanto, de sus transgénicos, del riesgo que representa para la salud humana y la diversidad genética de las semillas nativas de maíz. Las trasnacionales y las reglamentaciones europeas que pretendan limitar la diversidad biológica de las semillas, que los campesinos han salvaguardado por siglos, encuentran resistencia también aquí en Europa. Un ejemplo son las protestas realizadas hace unas semanas contra el TAFTA (Tratado de Libre Comercio Trans-Atlántico) en diversas ciudades, incluyendo París. Para las agroindustrias trasnacionales, en primer término están los intereses económicos; “esas empresas son el símbolo de nuestra sociedad, de la sociedad dominante, que está en el despojo, el poder, el crecimiento, el consumo; que utiliza los recursos naturales para sus propios fines (...) Esta acción [la siembra de la milpa] es pedagógica, de educación popular, en un ámbito de convivencia; una acción festiva, justamente para denunciar todo eso; para decir que podemos hacer otras cosas, otro mundo, otra ciudad, para hablar de Monsanto, de los pesticidas, los organismos genéticamente modificados, de todo el daño que hacen en el planeta, y al ser humano, a los campesinos; para hablar sobre la agricultura en general, no veo nada de positivo en todo lo que hacen [esas transnacionales], hay que combatir juntos”.

Parece haber un vínculo desde estas tierras, donde hablar de la variedad de durazno local, grosse mignonne, es hablar de una historia ligada a la identidad, al terruño; un vínculo hasta las tierras del ombligo de la luna, del Meshico contemporáneo en el que resuenan cada vez más las palabras de los campesinos, que indican que es necesario sembrar, sembrar nuestras semillas, aquí y allá porque otro mundo es posible.

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