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Ver día anteriorMartes 11 de agosto de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Un gran logro científico en la lucha contra el ébola
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a semana pasada se produjo una de las mejores noticias para la ciencia y para el mundo. El lunes 3 de agosto se publicaron en la revista Lancet los resultados de las pruebas realizadas con una vacuna experimental creada para frenar la epidemia provocada por el virus del ébola en África Occidental. Los resultados son más que alentadores, pues los primeros ensayos realizados por un grupo internacional de expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y otras instituciones mostraron una efectividad de ciento por ciento.

Desde luego, es muy temprano para lanzar las campanas a vuelo, pues son necesarias pruebas adicionales; pero estos primeros resultados, obtenidos con todo rigor científico, no dejan lugar a dudas de que se ha pasado de los buenos deseos a las realidades en la prevención de una enfermedad que hasta el 30 de julio de este año había provocado la muerte a más de 11 mil personas.

La vacuna, llamada rVSV-ZEBOV, fue probada exitosamente en Guinea, nación en la que comenzó el brote de la enfermedad, y es la expresión de lo más avanzado del conocimiento en la ingeniería genética. Para su elaboración se empleó el ácido ribonucleico (ARN) de la variedad zaire del virus del ébola (la causante del brote en África Occidental), este ARN participa en la síntesis o la formación de una molécula constituida por azúcares y proteínas (glicoproteína) localizada en la superficie del virus que le permite asociarse con las células humanas.

El ARN se introduce en un virus distinto, en este caso el de la estomatitis vesicular, presente en el ganado pero que no afecta la salud humana, y es este virus modificado o transgénico el que al inyectarse en humanos produce la formación de anticuerpos, con lo cual se adquiriría la protección contra la enfermedad provocada por el virus del ébola. La vacuna fue desarrollada por la Agencia de Salud Pública de Canadá, con licencia para la compañía Merck.

Lo que seguía era poner a prueba su efectividad. En el trabajo publicado en Lancet, cuya primera autora es, por cierto, una latinoamericana, la doctora Ana María Henao Restrepo, de Colombia, se realizan los ensayos clínicos, empleando una metodología de anillos, la cual fue muy exitosa en su momento para la erradicación de la viruela. Consiste en aplicar la vacuna a las personas cercanas al enfermo confirmado, así como a los núcleos de personas cercanas a éstas y así sucesivamente, como los anillos que se forman cuando cae una piedra en un lago.

Se formaron dos grupos, uno integrado por 4 mil 123 sujetos alrededor de 48 casos confirmados, al que se aplicó la vacuna de inmediato; el otro compuesto por 3 mil 528 personas ligadas a un núcleo de 42 infectados a quienes la vacuna se les aplicó de manera retardada, es decir, dejando pasar tres semanas. Ninguna de las personas pertenecientes al primer grupo adquirió la enfermedad 10 días después de haber sido vacunadas (compatible con el periodo de incubación del virus), lo que representa una efectividad de ciento por ciento en ese periodo, mientras en el segundo grupo, 16 personas adquirieron la enfermedad.

Si bien hay que tomar estos resultados todavía con cautela, pues el número de sujetos en los ensayos es pequeño y no se sabe con precisión la duración de la inmunidad, es, en mi opinión, un logro impresionante de la investigación científica y la medicina. El brote de ébola estalló en diciembre de 2013 y 16 meses después ya se empezaban las pruebas clínicas con la vacuna rVSV-ZEBOV, que son parte del trabajo que comento.

También es importante considerar las dificultades que representa realizar las pruebas clínicas en medio de una epidemia provocada por un agente letal como el virus del Ébola, enfrentando obstáculos financieros, burocráticos, culturales y de todo tipo en condiciones en los que los sistemas de salud de las naciones afectadas están prácticamente desmantelados.

El desarrollo de una herramienta de prevención efectiva contra esta enfermedad debe considerarse un logro científico de primer orden, que aporta grandes beneficios a la humanidad y, como se afirma en un editorial reciente de la revista Nature, debe servir para que los tomadores de decisiones en todos los países comprendan cabalmente el valor que tiene la ciencia hoy y en nuestro futuro.