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El rector entrega en el Palacio de Minería el doctorado honoris causa

Reconoce la UNAM la obra científica, académica o artística de 11 personalidades

Roger Bartra, Juan Ramón de la Fuente, Eduardo Lizalde y Rodolfo Stavenhagen, entre los galardonados

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En el Palacio de Minería, el rector José Narro Robles encabezó la ceremonia de entrega del doctorado honoris causa a destacadas personalidades tanto nacionales como internacionalesFoto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Sábado 8 de agosto de 2015, p. 11

Ninguno pudo ocultar su emoción. Las mujeres y hombres que ayer fueron investidos con la máxima distinción académica que otorga la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el doctorado honoris causa, irradiaban alegría, satisfacción y orgullo.

La arquitectura neoclásica del Palacio de Minería, que se ubica en la calle de Tacuba, en el Centro Histórico de la ciudad de México, arropó la emotiva ceremonia donde el rector de la casa de estudios, José Narro Robles, entregó las insignias y distinciones a 10 de las 11 personalidades a las que les confirió este grado.

En estricto orden alfabético, los condecorados, vestidos todos de toga, recibieron la muceta y el birrete, así como la medalla y el diploma que los reconoce como doctores honoris causa de ésta, la institución de educación superior más importante del país e Iberoamérica.

El antropólogo Roger Bartra Murià, el siquiatra y ex rector de la UNAM Juan Ramón de la Fuente Ramírez, el ingeniero Luis Fernando de la Peña Auerbach, la filósofa Olga Elizabeth Hansberg Torres, el doctor David Kershenobich Stalnikowitz, la ginecóloga y activista nigeriana Olayinka Aina Koso-Thomas, el poeta Eduardo Lizalde García de la Cadena, el bioquímico Jaime Mora Celis, el etnólogo Rodolfo Stavenhagen y el doctor en filosofía Robert Armand Verdonk recibieron los honores de parte del rector Narro.

El reconocimiento también se otorgó al médico catalán Federico Mayor Zaragoza, quien no pudo asistir a la ceremonia por razones de salud.

En palabras del propio Narro, esta es una ceremonia de las más solemnes y significativas para los universitarios. Por lo que se dijo honrado de poderla presidir por última vez en su calidad de rector, pues en tres meses concluirá su gestión.

“El doctorado honoris causa es la máxima distinción académica que la UNAM otorga para enaltecer a personas reconocidas por su obra académica, científica y artística, pero también por sus aportaciones relevantes a la sociedad; es un reconocimiento a su compromiso con el conocimiento, con la cultura y con la ciencia; a su trabajo desde diversas perspectivas y quehaceres para alcanzar mayor equidad y mejores condiciones de vida para la humanidad”, expuso.

Indicó que los galardonados representan la pluralidad de ideas, la cual es uno de los valores esenciales para los universitarios. La pluralidad forma parte de la esencia de la academia, porque con ella coexisten e interaccionan diversas teorías o métodos, porque con ella no florecen verdades absolutas, definitivas e inamovibles.

El momento más emotivo fue sin duda, a decir de los asistentes, cuando el rector entregó las insignias correspondientes a la activista nigeriana Koso-Thomas, quien ha emprendido una larga lucha en África, particularmente en Sierra Leona, contra una tradición ancestral: la mutilación genital femenina.

Estudiantes, maestros, trabajadores, directivos, integrantes de la Junta de Gobierno y del Patronato Universitario, ex rectores y otras personalidades que testificaron el acto en el patio central del recinto neoclásico ofrecieron un prolongado aplauso de pie a la ginecóloga, como muestra de admiración y reconocimiento por su labor humanitaria. Fue el aplauso más largo de la tarde.

Correspondió a la filósofa Olga Hansberg, del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, hablar en nombre de los ocho galardonados nacionales. Enfatizó que la sociedad y el gobierno deben reconocer las tareas de la universidad y, en ese tenor, ayudarle a continuar con su labor.

México tiene muchas necesidades y problemas: la corrupción, la violencia, la inseguridad, el crimen organizado, las terribles injusticias son sólo algunos, pero limitar el aliento a las instituciones de educación superior sería debilitar al país. La educación superior de calidad y la investigación, lejos de ser un lujo, son indispensables para la solución de los problemas nacionales.

Apuntó que hoy la UNAM debe ajustarse a las condiciones de mayor competitividad nacional e internacional y aspirar a los máximos grados de calidad académica, pero sin renunciar a su destino social: ser una universidad pública que no olvida las dramáticas diferencias de la población mexicana.

En representación de los tres extranjeros condecorados con el doctorado honoris causa, el académico Robert Armand Verdonk, de la Universidad de Amberes, Bélgica, quien es uno de los principales promotores de la cultura mexicana en Europa, destacó la relevancia del grado, sobre todo, dijo, porque es entregado por la UNAM, la institución que en el transcurso de su fructífero recorrido se convirtió en líder de México e Iberoamérica.

Agregó que la casa de estudios no sólo se distingue por su alto nivel de docencia e investigación, sino también por su compromiso por la cultura no sólo desde lo institucional, sino que es una obligación individual que cada profesor asume al ser nombrado en la UNAM.

Por ello, aseveró, ser investidos con este grado representa el más grande honor académico que se nos haya conferido. Y lo es no sólo por lo que significa, sino por obtenerlo de la UNAM.