Desde 1985 están recuperando sus territorios. Apenas la última semana de julio de 2015 recuperaron tres haciendas en el municipio de Aquidauana. El primero de agosto un juez les dio la razón, al menos momentáneamente; se esperan las resoluciones finales, que no son fáciles porque la presión del poder y el dinero corrompen a jueces y gobiernos. Mientras tanto, han recuperado parte de su territorio o lo que queda de él después de ser deforestado para la venta de madera y la siembra de pasto para el ganado.  La lucha no ha terminado, el problema no está resuelto. La vida de poblaciones enteras está en riesgo por las amenazas de los pistoleros al servicio de hacendados, amenazas que, en algunos casos se han hecho realidad.


Tejiendo sueños (pata sobre gelatinea).
Foto: Joel Cortés

Los terena de Brasil,
pueblo que se levanta

Mario Ney Rodrigues Salvador

Campo Grande, Mato Grosso do Sul, Brasil, agosto.

EL pueblo terena, con una población aproximada de 30 mil personas, se concentra principalmente en pequeñas reservas, llamadas Tierras Indígenas (con áreas de hasta 3 mil hectáreas), ubicadas en el estado centro-occidental de Mato Grosso do Sul, Brasil, cerca del pantano sur-matogrosense. También se encuentran en el estado de São Paulo y en Mato Grosso, así como varias regiones y ciudades. En los últimos 20 años han visto un aumento significativo de la población terena viviendo en las ciudades. El pueblo terena pertenece al tronco lingüístico aruak, conocido como guaná/chané, se subdivide en terena, layana, kinikinau y exoaladi (Ferreira, 2007). Los terena tienen en la agricultura su principal actividad económica. También dominan la pesca, la caza y la crianza de aves y bovinos.

La colonización europea de la región del Medio Oeste de Brasil al final del siglo XVIII y XIX trajo impactos significativos para los terena, especialmente con respecto a la pérdida del mantenimiento y la reproducción de sus historias, recuerdos, culturas y tradiciones. La Guerra del Paraguay (1864-1870) fue un hecho estrangulador del estilo de vida del grupo. Mientras que algunos lucharon junto a los portugueses, otros huyeron de la guerra. Al final, al volver a sus territorios, éstos ya habían sido invadidos y convertidos en haciendas. Es probable que lo que queda hoy de este pueblo (lengua, danzas, canciones, música, pinturas, artesanías) es sólo una parte de algo mucho más grande y más compleja de la cultura y la red de relaciones, interacciones e intercambios existentes entre los grupos indígenas que ocuparon la vasta región que comprende partes de Brasil, Bolivia y Paraguay, conocida como el Chaco.

Ni la ciencia ni los terena tienen información sistemática anterior a la Guerra del Paraguay. Históricamente, aunque hay producción bibliográfica sobre el territorio del Chaco en el siglo XVIII, que trata de Mbayá y Guaná, los datos sobre el terena son bastante superficiales. Muy poco se sabe sobre el inicio de su contacto con la civilización europea en la región. Silva (1949) se aventura a decir que “los primeros contactos de terena con europeos probablemente se produjeron con las primeras penetraciones de España y Portugal que buscaban, a través del Chaco, un camino para el famoso Imperio Peruano”. El antropólogo brasileño Cardoso de Oliveira (1968) prefirió dar importancia al periodo más reciente, diciendo que “La historia de los terena, al menos en su etapa que podríamos llamar moderna es la historia de la ocupación brasileña en el sur de Mato Grosso”. El contacto con los colonizadores introdujo al terena en la historia de Brasil al servir como soldados en guerras, como productores de alimentos a las poblaciones, como mano de obra para la formación económica regional, y sobre todo porque la expansión territorial y económica se materializó en un territorio Terena. Este periodo se hizo más “vivo” en la memoria de este pueblo.

Las pequeñas reservas creadas por el Estado sometieron a los terena a una rígida política de control social. Bajo el discurso de “proteger” a los indígenas, se concedieron títulos y liberaron las tierras terena a los interesados en ocupar la región, hecho que hoy alimenta los conflictos territoriales entre indígenas y propietarios rurales.

Lo que marca el momento actual del pueblo terena es la lucha por sus territorios tradicionales. Prácticamente todas las tierras indígenas terena en Mato Grosso do Sul se someten a estudios antropológicos para la identificación y demarcación. La lucha por la tierra, que durante todo el siglo XX fue aniquilada por una política fuertemente represiva, ganó terreno con el retorno a la democracia y la promulgación de la Constitución Federal (CF) de 1988. La CF estableció un plazo de cinco años para que el Estado brasileño delimitara todas las tierras indígenas tradicionalmente ocupadas, lo que no se cumplió.

Hoy en día, 27 años después de la Constitución, cada vez más terena están convencidos de que el Estado brasileño no garantiza este derecho sino que descaradamente apoya los intereses de las grandes empresas y los agronegocios. Además, varios instrumentos jurídicos (ordenanzas, proyectos de leyes, decretos) se han creado para extinguir de forma permanente los derechos indígenas. La opción del Estado por someterse al control del poder económico de la burguesía (entiéndase que ello no significa omisión del Estado, sino su propia acción) es que la violencia contra indígenas y campesinos se ha convertido en casi “legítima” en el medio rural. Los conflictos territoriales han victimizado a cientos de líderes indígenas y campesinos en Brasil.

Dada esta postura del Estado brasileño, los terena decidieron demarcar por cuenta propia sus territorios tradicionales, a pesar de que hacerlo puede costar la vida de los guerreros, como ocurrió en la tomada de la Tierra Indígena Buriti en 2013, donde la policía mató al indígena Oziel Gabriel. En 2012, los indígenas organizaron la Gran Asamblea Terena, organización informal donde se discuten los diferentes temas y problemas que afectan a los pueblos originarios.