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El Trío Ozulama participa en el 20 Festival de la Huasteca en Jaltocán, Hidalgo

Dios me dio el don de tocar para ser alguien, asegura el jaranero Zózimo Núñez
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Integrantes del Trío OzulamaFoto Isaac Sánchez/DGCP
Enviado
Periódico La Jornada
Viernes 7 de agosto de 2015, p. 9

Jaltocán, Hgo.

No le tengo miedo a la muerte porque es lo único seguro en la vida; cuando Dios me lleve está bien, porque soy de él y él me dio la música para vivir, para ser alguien, porque yo no tuve cátedra, pues éramos muy pobres, expresó en entrevista Zózimo Núñez Mar, jaranero del Trío Ozulama, que se presenta en diversos escenarios del 20 Festival de la Huasteca, que se desarrolla en esta población bajo un sol extenuante.

Lo popular es sabor, color, aroma, ritmo, baile, canto, versada, huapango, quesadillas de maíz blanco, aguas de melón o de jobo (tipo de ciruela), bocoles (gorditas de frijol), zacahuil (tamal para cien o 200 pesonas, platillo típico, de a 15 pesos la porción, servido en hoja de plátano).

Zapateado alegre

Aunque pegue la calor se baila al modo zapateado, alegre, entre risas.

Sentado entre los lugareños estaba el jaranero Zózimo, quien dijo tener 11 hijos, pero uno se me murió. Es viudo y vive con su hija, en Ozulama, muy al norte de Veracruz. Soy huérfano y viudo. Con mi apellido materno le di un chingadazo al océano, afirmó con el sentido del humor que lo caracteriza, directo. Las malas palabras, para él, no existen. “Yo así hablo y así hablan en mi tierra. No hay ofensa de nadie.

Aprendí a tocar la jarana a los 8 años, hace más de 60. Con el trío estoy desde hace unos 25. Mis compañeros son Marcial Saldaña, que toca la quinta huapanguera, y Efrén Segura, el violinista. Tocamos puro huapango tradicional de la Huasteca, que se oye... acoplado a los tres instrumentos. El violín lleva la base, le sigo yo y después la guitarra huapanguera. Así se hace trova, se cobijan versos.

Le dan una feria por tocar en festivales como el actual. La música me ha ayudado a conocer lugares como este, de Hidalgo, pero, sobre todo, la música es una terapia. A veces, no es tanto por el dinero que nos van a dar, sino estar en armonía, por convivir. Un festival es un convivio huasteco familiar. Aquí nos abrazamos. Las mujeres, aunque no sean familiar de uno, saludan y abrazan y besan. Es un cariño entre nuestra raza. La Huasteca es muy grande y ha crecido en la ciudad de México, por lo que un día se reconocerá la Huasteca chilanga. Son bullangueros y muy cabrones cuando hay que decir la verdad.

No obstante, reconoce que la Huasteca ha cambiado mucho. “Éramos muy humildes y se ha perdido la confianza entre nosotros. Éramos muy humildes porque si alguien nos decía que estaba uno mal, agachábamos la cabeza de vergüenza. Ahora no. Un defecto de los huastecos es que, sobre todo los grandes, como yo, no tenemos mucha cultura.

“Nomás lo que nuestros padres nos enseñaron. De la primaria nunca pasamos. Yo no estudié y tampoco Efrén. Marcial creo que terminó la primaria. No tuvimos cátedra, como la de la ciudad. Los grandes nos damos cuenta de que es necesario tener una buena cátedra. Incluso, a veces no sabemos qué significa lo que cantamos, porque las letras las hicieron viejos que tenían sus palabras.

Una vez canté un verso y un señor me preguntó si yo sabía la rima de los versos y lo que cantaba, lo que significaba. Me sinceré y le contesté que no, que oía los huapangos, me los aprendía y los cantaba.

Los burros no se mueren de hambre

Ozulama es el cuarto municipio del norte de Veracruz, pegado a Tamaulipas. “Mi mamá pedía a mi papá que me mandara a la escuela. Él decía ‘pa’ qué chingaos, que los burros que andan en la placeta no se mueren de hambre’. Con la música y con la siembra hemos salido adelante. No sé ningún dialecto. De náhuatl no sé nada y también se está perdiendo.

“El huapango que más me gusta se llama La Rosa, pero también La azucena, El zacamandú, El llorar, La petenera, La Cecilia... puro huapango norteño, nada de son. Algunas cosas sí, como Serenata huasteca. Las mujeres de la Huasteca bailan el huapango bien bonito. Se saben los pasos. En agosto es la fiesta de Ozulama.”

Enamorar a una mujer, afirmó, se puede con cualquier huapango. Ninguno de mis hijos es músico. Cuando muera lo más seguro es que se deshagan de mis instrumentos. Tengo cinco jaranas, pero sólo uso una. La madera buena es escasa. Es como el petróleo, que ya no es de nosotros.