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A 120 años de su natalicio, su trascendente obra marca la historia de la música en Cuba

El pianista y compositor Ernesto Lecuona inspira a creadores de otras artes

En la isla aún queda el sabor de una deuda con él que poco a poco quedará saldada

 
Periódico La Jornada
Viernes 7 de agosto de 2015, p. 4

La Habana.

Si midiéramos la trascendencia por la perdurabilidad de una obra con el paso de los años, 120 primaveras del natalicio del extraordinario pianista y compositor cubano Ernesto Lecuona bastan hoy para reafirmar su impronta.

La crítica lo define como el más grande músico de la isla y, realmente, su carrera marcó la historia de la música en Cuba y aún inspira a creadores de otras artes en diversas latitudes.

Su hermana Ernestina y el famoso Joaquín Nin fueron las principales influencias al principio, pero debe reconocerse en Lecuona a un prodigio, pues dio el primer recital a los cinco años de edad y compuso la primera pieza para banda de concierto a los 13.

Junto con Gonzalo Roig y Rodrigo Prats, forma la trilogía más importante de compositores del teatro lírico cubano y en especial de la zarzuela, a la cual aportó en cuanto a estilo.

Entre sus obras para ese género destacan Canto Siboney, Lola Cruz, Diablos y fantasías, El batey, El cafetal, La flor del sitio, Tierra de Venus, Rosa la china y la popular María la O, que se ha escenificado en Cuba, España y México.

Algunos temas, como Damisela encantadora, perteneciente a la zarzuela Lola Cruz, y las canciones La malagueña y La comparsa forman parte del acervo cultural del siglo XX en Cuba.

La comparsa la compuso a la edad de 17, un año después de graduarse del Conservatorio Nacional de La Habana con medalla de oro en interpretación y sigue siendo una de las composiciones cubanas más interpretadas en el mundo, en versiones de jazz, salsa, pop y otros géneros.

Apenas se ha contado que Lecuona introdujo la primera orquesta latina en Estados Unidos, los Lecuona Cuban Boys, y su canción Siempre en mi corazón fue nominada al Óscar en 1942.

Por suerte, la magia de la televisión permitió apreciar sus valores cinco décadas después, cuando el tenor español Plácido Domingo la eligió como sencillo principal de un álbum que grabó con algunas de las piezas más destacadas del compositor.

Otros grandes tenores, como el mexicano José Mojica y el español Alfredo Kraus, grabaron y difundieron creaciones del cubano, mientras el cine de diferentes épocas apelaba a sus partituras.

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Ernesto Lecuona (1895-1963) es, según la crítica, el más grande músico cubanoFoto tomada de Internet

Varias composiciones de Lecuona forman parte de bandas sonoras de filmes de megaindustrias de Hollywood, como Warner Bros, 20th Century Fox y Metro-Goldwyn-Mayer, además de películas de Argentina, México, Cuba, incluso China.

El más reconocido largometraje cubano, Fresa y chocolate, de Tomás Gutiérrez Alea, cita a Lecuona, así como la estelar cinta del director chino Wong Kar-wai, 2046, realizada en 2004, emplea una pieza suya.

Dentro de la danza, en los años 80 del siglo pasado el coreógrafo cubano Alberto Méndez creó Tarde en la siesta, preciosa obra costumbrista a partir de varios temas del músico que sirvieron para ilustrar la estética y el sentir de algunas mujeres a finales del siglo XIX y la primera mitad del XX.

A principios de este milenio, la prima ballerina assoluta cubana, Alicia Alonso, concibió Impromptu Lecuona y A la luz de tus canciones, esta última en homenaje a la gran cantante Esther Borja, con dos temas del maestro.

Sin embargo, el más grande tributo desde la danza quizás lo logró el grupo Corpos, de Brasil, cuando en 1994, sus directores y coreógrafos, los hermanos Paulo y Rodrigo Pederneiras idearon el espectáculo Lecuona, con 13 canciones del cubano.

Aquel show dio la vuelta al mundo con temas como Te he visto pasar, Mariposa, No es por ti y Se fue, adosados con una calidad de movimiento deliciosa en tanto plástica, dúctil, elegante, ágil o lánguida en dependencia del tono, brillante en todos los sentidos.

Lecuona nació en Guaguancoa el 6 de agosto de 1895 y murió el 29 de noviembre de 1963 en Santa Cruz de Tenerife, islas Canarias, donde había viajado de vacaciones para conocer la tierra natal de su padre, y está enterrado en el cementerio de Gate of Heaven, de Nueva York, porque había emigrado a Estados Unidos en 1960.

A 120 años de su natalicio, en Cuba aún queda el sabor de una deuda con su personalidad y obra, que poco a poco quedará saldada, porque el talento se impone, la trascendencia está más que demostrada.