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El cambio en la rectoría de la UNAM
E

s cierto, como lo dijo recientemente el doctor José Narro Robles, que para el nombramiento de la persona que habrá de sucederlo en la rectoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en noviembre hay formas y tiempos, pues formalmente el proceso comienza con la convocatoria que emite la Junta de Gobierno de esa casa de estudios. No obstante, los hechos indican otra cosa, pues la semana pasada dos universitarios, el doctor Sergio Alcocer de Castro y la doctora Rosaura Ruiz Gutiérrez, hicieron públicas sus intenciones de contender por la rectoría de la más importante institución de educación superior e investigación de México. La conclusión no puede ser otra: aunque de manera informal, el proceso que conduce al nombramiento del futuro rector o rectora de la UNAM se encuentra en marcha.

Pero si bien en algunos pudo haber sorpresa por las formas, no la hubo en los nombres de los primeros universitarios que se presentan abiertamente como candidatos, pues tanto Sergio Alcocer, quien renunció apenas a la Subsecretaría para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores, como Rosaura Ruiz, actual directora de la Facultad de Ciencias, ya estaban presentes en el ánimo de la mayoría de los universitarios como seguros participantes, contando cada uno con amplio respaldo en la comunidad universitaria.

Desde luego, ser los primeros representa algunas ventajas, pues desde el inicio se centra la atención en sus perfiles y propuestas, aunque también tiene inconvenientes, pues automáticamente se convierten en blanco no sólo de las alabanzas de reales o supuestos seguidores, sino además, de los ataques de diversos sectores dentro y fuera de la Universidad. Hay un riesgo adicional, pues la tranquilidad y estabilidad logradas con tanto esfuerzo –gracias al talento del rector Narro Robles– pueden romperse por la intensidad que adquieran la lucha política y las descalificaciones, las cuales en ocasiones provienen no sólo de los espacios universitarios, sino de sectores externos que observan a la UNAM como botín político.

Volviendo a los hechos de la semana pasada, nadie podría decir que los dos candidatos que se presentaron no sean universitarios de amplia trayectoria dentro de la UNAM y gran conocimiento de lo que es y representa esta institución. Alcocer se formó en la máxima casa de estudios y ha sido profesor e investigador en ella, además de haberse desempeñado como secretario general. El hecho de haber sido funcionario en esta y la anterior administraciones federales no lo convierte automáticamente en agente gubernamental, como algunos sostienen. Hay que recordar que entre los más grandes rectores que ha tenido la UNAM se encuentran quienes previamente han ocupado cargos públicos por sus capacidades técnicas y científicas, como Javier Barros Sierra, Juan Ramón de la Fuente y José Narro Robles.

Rosaura Ruiz se ha formado íntegramente en la UNAM, donde es profesora e investigadora, y además de su cargo actual de directora se ha desempeñado como directora general de Posgrado y secretaria de Desarrollo Institucional. Sería la primera rectora de la Universidad Nacional, como fue la primera en presidir la Academia Mexicana de Ciencias. Entre las objeciones a su perfil figura el dicho de que no debe haber una rectora sólo por el hecho de ser mujer, lo cual es completamente absurdo, pues ella desde luego tiene capacidad y méritos de sobra para ocupar el cargo. Pero no es un tema menor, pues además, una mujer al frente de la UNAM sería un síntoma muy positivo de la evolución no solo de esa universidad, sino de la sociedad mexicana.

Todavía falta tiempo y correrá mucha tinta sobre este tema. Las listas de posibles candidatos se multiplicarán ad nauseam y se irán depurando con el tiempo hasta que al final la Junta de Gobierno llame sólo a algunos de ellos, entre los que muy probablemente estarán presentes los dos aspirantes mencionados. Al final, en mi opinión, en esa pequeña lista, conformada por cinco o seis personas, todos tendrán oportunidad de ser elegidos dependiendo de cómo se alineen los astros, es decir, de la situación en la que se encuentren en ese momento el país y la universidad.