Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 26 de julio de 2015 Num: 1064

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Luisa Josefina Hernández:
Mis tiendas y mis toldos

José María Espinasa

La mutilación
Miguel Donoso

Primera canción
del exiliado

Miguel Donoso

Miguel Donoso Pareja: el
enigma de las dos patrias

Yanna Hadatty Mora

Dos poetas

El Berlín de
Esther Andradi

Consuelo Triviño Anzola

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Orlando Ortiz

¿Género en vías de extinción? (I DE III)

Como recurso narrativo, las cartas son una técnica ya poco utilizada pero sin lugar a dudas cargada de posibilidades para alcanzar verosimilitud. La recepción de una epístola en medio de una trama genera expectativas múltiples: dentro del sobre hay ¿buenas o malas noticias?, ¿mensaje agradable o repulsivo? ¿alegría o tristeza?, ¿desgracia?, ¿buena fortuna?, ¿confirmación o disolvencia de alguna sospecha?, ¿inicio de alguna aventura, que puede ser amorosa o de cualquier otro tipo?... En fin, las posibilidades son muchas, sin ser infinitas. Algo más, la misiva es una “invitación” a husmear en la intimidad no sólo del emisario sino también del receptor. Este solo elemento es suficiente, me parece, para funcionar como “gancho” e invitar a continuar con la lectura.

Un caso objetivo de las posibilidades de las cartas en las novela lo tenemos en Las amistades peligrosas, de Choderlos de Laclos; novela armada con 175 misivas, precedidas por un “prólogo” en el cual el “editor”  nos comunica que la voluminosa obra “contiene sólo un reducido número de las cartas que componían la totalidad de la correspondencia de la que fueron extraídas”. (Entrecomillé prólogo y editor porque en realidad no lo son, pues forman parte de la trama, es decir, es un recurso utilizado por el autor para contarnos lo que considera conveniente que sepa el lector, para aumentar la credibilidad de su relato. Como se recordará, el recurso de “lanzar la historia y esconder la mano” fue bastante utilizado en otros tiempos por los novelistas.) Al parecer esta técnica era muy efectiva en las novelas del XVIII, pues tengo referencia de otra novela, La historia de la señorita von Sternheim, de Sofía de la Roche, también escrita en forma de cartas. Esta obra la menciona Ernst Hartung, editor de la correspondencia íntima de J. W. Goethe.

Victoriano Salado Álvarez, si mal no recuerdo, recurrió a lo epistolar para integrar uno de los volúmenes de sus Episodios nacionales, “aclarando” previamente que los textos llegaron a sus manos vía un mercader de libros y papeles viejos; don Victoriano, al revisar lo que le ofrecía este “papelvejero” (¿valdrá esta palabra?) distinguió algunos firmados por Fidel (Guillermo Prieto) y otros por El Nigromante (Ignacio Ramírez) y no lo pensó más, pagó por el tambache de documentos, entre los cuales halló otras cartas de interés y firmadas por personajes de su obra. Podrían citarse otras novelas pero no tiene caso. Baste con señalar que hay numerosas muestras en las que las misivas han sido utilizadas como recurso narrativo.

Por otra parte, también hay libros que recogen verdaderas epístolas, es decir, el intercambio postal entre algún autor o personaje importante, con alguno o varios de sus pares, o con simples amigos o familiares. En este caso la relevancia y el interés que despiertan rebasan el aspecto literario pues se añade el carácter documental y vital del texto. Las cartas de este tipo despiertan el interés del lector porque sabe que ahí no hay florituras estilísticas ni ocultamientos, que en ellas encontramos el alma desnuda de los autores, nos asomamos a la intimidad de los corresponsales, a la sinceridad de sus sentimientos e ideas, a sus desgarramientos, así como también a las pequeñeces e insignificancias más (valga la paradoja) significativas. O también a la falsedad y los asomos de traición.

Son numerosos los volúmenes que recogen el intercambio epistolar de personajes significativos en la literatura, la política o las artes en general. En todos ellos encontramos huellas de lo que debieron ser en verdad y no de la imagen armada a modo que nos han legado sus biógrafos. Habrá quienes piensen que ese es un riesgo, pues tales revelaciones pueden despojarlos del bronce que los cubre, pero... creo que también todo lo contrario: puede ubicarlos en sus dimensión humana.

En pretéritos tiempos no hacían falta grandes distancias para que alguien redactara unas cuantas líneas que enviaba con un propio a la o el destinatario de sus expresiones y afanes. Todavía a mediados del siglo pasado el intercambio postal era el medio más utilizado para estar en comunicación con familiares amigos, o el ser amado. El medio era tan fuerte, que la llegada del telégrafo (el “tuiter” de entonces) no lo desplazó. Sin embargo, la llegada del teléfono redujo en gran medida la costumbre de mandar cartas a familiares o amigos, estuvieran lejos o cerca, pero no la eliminó.

Última hora: El Ayuntamiento de Tampico suprimió los premios “Efraín Huerta” de poesía y “Rafael Ramírez Heredia” de cuento, también la Feria del libro. ¿Por fobia a la cultura, o le echará la culpa al presupuesto base cero?

 (Continuará…)