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Comienza en Roma un encuentro sobre tráfico de personas

Relatos de dos mexicanas víctimas de trata estremecen en el Vaticano
 
Periódico La Jornada
Miércoles 22 de julio de 2015, p. 14

Ciudad del Vaticano.

Las historias desgarradoras de dos mexicanas víctimas de trata sacudieron ayer la apertura de un encuentro que congregó a decenas de alcaldes de grandes urbes en el Vaticano.

Desde el presídium del aula nueva del sínodo, ante un auditorio de más de 300 personas, las jóvenes tomaron la palabra y conmovieron a los participantes en el encuentro contra la trata de personas y cambio climático, organizado por la Pontificia Academia para las Ciencias Sociales.

Desde que recuperó su libertad, el más grande tesoro de Sunduri es una hoja en blanco. Es el símbolo de su nueva vida, tras un periodo de vejaciones y esclavitud. En ella decidió escribir sus sueños y anhelos. El primero fue acostarse en el pasto y respirar el aire libre.

Sunduri, como se decidió llamar, recuperó su vida hace poco más de dos meses. Dejó atrás cinco años de esclavitud y vejaciones, que marcaron con más de 600 cicatrices su cuerpo.

Ella no quiere que aparezca su nombre real públicamente. Prefiere ser identificada con su sobrenombre, que significa niña hermosa.

Yo fui víctima de trata laboral, en su modalidad de esclavitud. Cuando decidí escapar tenía cicatrices hechas con palos, cables de luz, quemaduras de plancha. Tengo una cicatriz en la cintura, pues la persona que me tenía me amarraba para que me salieran llagas, comentó.

Me obligaba a planchar más de 20 horas, me tenía que dormir parada y tampoco me dejaba hacer mis necesidades.

Narró que para poder soportar el hambre masticaba plástico, porque llegó a estar sin comer más de cinco días. Dijo que sus cadenas fueron sicológicas y físicas. Por eso, cuando logró escapar, se sentía muerta en vida.

Ella es de la ciudad de México y ahora forma parte de la Comisión Unidos contra la Trata.

Con las historias concretas, de víctimas reales, comenzó la jornada Esclavitud moderna y cambio climático. El compromiso de las ciudades.

Antes de que tomaran la palabra los gobernantes de urbes como Nueva York, Bogotá, Madrid, Estocolmo, California y Milán, hablaron aquellas que fueron salvadas y recuperaron su libertad.

Karla Jacinto, también mexicana, contó su historia. Reconoció haber sido esclava sexual de los 12 a los 16 años. Hace siete llegó a la Fundación Camino a Casa. Hoy tiene dos hijas y está dispuesta a dar su vida para que no pasen lo que ella enfrentó.

“Las personas veían mi cara de niña, pero no la de sus hijos. Nadie, ni las mujeres ni los hombres, vio mis lágrimas. Tenía 12 años cuando un hombre me enamoró y prostituyó, después de tres meses de decirme que me amaba y que quería formar una familia conmigo.

Venía de una familia disfuncional, donde mi madre me pegaba, mis hermanos abusaban de mí. Me prostituía con más de 30 hombres diarios.