18 de julio de 2015     Número 94

Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER

Suplemento Informativo de La Jornada

Estados Unidos

¡Leche justa a mí me gusta!
Trabajadores migrantes construyen
el camino a la leche con dignidad

Aaron Lackowski Posgrado en estudios Latinoamericanos-UNAM


Trabajadores lecheros marchan hacia una tienda de Ben & Jerry’s en Burlington, Vermont, el 20 de junio de 2015 FOTO: Jonathan Leavitt

El 20 de junio se celebró el primer paso a una victoria histórica para los trabajadores migrantes en Estados Unidos. La noche anterior, la compañía de helados Ben & Jerry’s, marca que pertenece a la multinacional Unilever, acordó negociar un acuerdo laboral con los líderes de base de la organización Justicia Migrante.

El acuerdo, que abarcaría diversos derechos laborales además de proveer bonos para granjeros y trabajadores, tendría vigencia en las granjas donde la empresa compra leche. Se había planeado una protesta en 17 ciudades a lo largo del país, pero con la noticia de que Ben & Jerry’s acabó de ceder ante la presión del movimiento, el día se convirtió en una demostración de la solidaridad y convicción que posibilitaron este paso histórico en la industria lechera.

Jessica Ramírez, miembro del comité coordinador de Justicia Migrante, manifestó: “Somos un equipo fuerte. ¡Hemos visto que tenemos mucho poder! Organizándonos y definiendo lo que queremos, logramos este gran paso adelante como trabajadores”.

La mayoría de las granjas implicadas se ubican en el estado de Vermont, que comparte una frontera con Canadá. La región tiene una historia de producción de leche en operaciones pequeñas –las llamadas family farms- pero a partir de los años 90’s la caída de los precios de la leche motivó a muchos productores a buscar una fuerza laboral más flexible.

Así fue que la región fronteriza del noreste se abrió a trabajadores migrantes, principalmente de México y Guatemala. Ya que el trabajo en lecherías no es temporal, queda excluido de los programas de visado agrícola. ¿La consecuencia? Una industria cuyos trabajadores extranjeros se ven obligados a trabajar sin papeles migratorios, normalmente entre 60 y 80 horas por semana y a veces sin un solo día de descanso en todo el año.

En la frontera norte de Estados Unidos, igual que en la frontera sur, la patrulla fronteriza discrimina a trabajadores agrícolas latinos para alcanzar cuotas de detenciones. Una visita al supermercado o a la clínica puede conllevar la deportación. No son pocos los miembros de Justicia Migrante que han sido detenidos en la labor de organizar a su comunidad.

Además, el trabajo en las granjas lecheras es peligroso. En 2009, José Obeth Santiz Cruz, un joven de 20 años originario de Chiapas, fue estrangulado por una máquina que quita los desechos de la granja. Su muerte encendió la organización de un movimiento social que sigue el liderazgo de un comité coordinador compuesto por trabajadores migrantes.

Ese movimiento ya cuenta con logros impresionantes. Encabezó la campaña por una ley estatal que prohíbe la discriminación policial respecto al estatus migratorio; ganó miles de dólares en salarios impagos; impulsó la aprobación de una ley que permite a los residentes de Vermont sacar una licencia de manejo sin importar su estatus migratorio, y ha liberado, mediante campañas públicas, a compañeros detenidos.

La actual campaña exige “leche con dignidad”. Basándose en el modelo innovador de la Coalición de Trabajadores de Immokalee, la base de Justicia Migrante exigió -y Ben & Jerry’s acordó- negociar cinco puntos esenciales:

-Un “código de conducta” que establece derechos humanos y laborales en los ranchos, definidos por trabajadores lecheros.

-Educación en los ranchos sobre los derechos protegidos por el código.

-Monitoreo de la implementación del código por un tercero.

-Bonos económicos directos a productores y trabajadores.

-Que el acuerdo sea jurídicamente vinculante.

Ben & Jerry’s se construyó sobre un modelo de responsabilidad social. Sin embargo, desde que fue vendida en 2000 a Unilever –que en México podemos asociar con la marca Holanda- es más difícil distinguir entre los compromisos sociales de la empresa y su mercadotecnia. Como los trabajadores lecheros señalaron en sus primeras reuniones, la empresa vende sus helados con imágenes de granjeros y vacas felices, mientras que los trabajadores migrantes quedan invisibles.

Al principio, la empresa se rehusó a negociar. Sólo con la presión de un movimiento y la amenaza de una campaña pública, fue que la empresa cedió para proteger su imagen muy cultivada de responsabilidad social.

Norman Moreno, trabajador lechero que participó en la primera reunión en 2011, ubica esta campaña en un contexto más amplio: “Hemos conseguido licencias de manejo. Hemos luchado para que la policía no actúe como migración. Y ahora estamos luchando contra las corporaciones más grandes como Ben and Jerry’s que compran la leche para hacer helados y venderlos en casi todo el mundo. Nosotros sabemos que ellos se benefician de todo el trabajo duro que hace la mano migrante aquí”.

Justicia Migrante quiere asegurar que Ben & Jerry’s cumple con la buena voluntad que por fin ha mostrado, y posteriormente quiere llevar el modelo de la leche con dignidad a toda la industria lechera de la región. No será fácil reestructurar la industria para el beneficio de todos, pero los trabajadores migrantes de Vermont ya están construyendo el camino.

Para conocer más e involucrarse


Canadá

Trabajadoras agrícolas mexicanas
en territorio canadiense

Ofelia Becerril Quintana Académica de El Colegio de Michoacán


Trabajadores lecheros exigen “leche con dignidad” el 1 de mayo de 2015 en el capitolio de Vermont, en Montpelier FOTO: Arthur Hynes

Han transcurrido más de dos décadas desde que las primeras jornaleras agrícolas de México empezaron a ser contratadas en Canadá en el marco del Programa de Trabajadores Agrícolas Temporales (PTAT).

Aunque hoy las mujeres representan apenas 3.7 por ciento del total de trabajadores agrícolas del Programa (19 mil 829), el número de trabajadoras aumentó de 37 en 1989 a 741 en 2014. Ellas son originarias principalmente del Estado de México, Tlaxcala, Puebla, Guanajuato, Michoacán, Morelos, Oaxaca y Veracruz. Se emplean en Ontario, Columbia Británica, Alberta, Quebec, Saskatchewan y Nueva Escocia. A pesar de que las migrantes son empleadas en una variedad de procesos productivos de alimentos, tienen largas trayectorias laborales y cumplen contratos de trabajo por varios años con un mismo empleador, no ha habido cambios en sus precarias condiciones de trabajo ni en su situación de vulnerabilidad.

El incumplimiento del contrato de trabajo y la poca atención a la salud. Cuentan las mujeres que su trabajo por varios años en Canadá les ha ocasionado problemas en su salud física y emocional: “Soy madre soltera, tengo 16 años trabajando en Canadá. Yo me amolé en la fresa. Me mandaron cuatro años en la fresa. El trabajo es de andar de rodillas, agachada. En México hace un año me operaron de una rodilla y pensé que no me recuperaba pero véame ya estoy trabajando”.

Después de 40 años del PTAT prevalecen inadecuadas condiciones de vivienda. Las trabajadoras agrícolas con hijos, jefas de familia y sin vínculo conyugal representan el 85 por ciento de todas las trabajadoras. La comunicación a distancia con sus hijos que se quedan en México mientras ellas trabajan en Canadá es algo que les preocupa pero no siempre tienen condiciones adecuadas para hacerlo. “En una farma de Ontario, nos quedaba muy lejos el teléfono, eran las 11 de las noche y llegábamos de trabajar [desde las seis de la mañana], a esas horas yo iba a hablar por teléfono con mis hijos. Nosotros vivimos en un sótano, la mayoría dormían arriba y cuatro dormíamos abajo. ¿Se imagina estar comiendo y todo lo del caño ahí?, horrible, una peste. Para calentarnos, que hacía mucho frío en noviembre, no había calefacción. Luego nos tuvo un mes sin trabajar. Han sido las lágrimas más amargas que yo he tirado, no tenía yo para darles a mis hijos y tampoco yo tenía para comer”.

Reclamando sus derechos laborales y humanos. Otras trabajadoras han reclamado sus derechos y solicitado cambio de empleador: “Al principio, yo trabajaba de ocho de la noche a ocho de la mañana. Me llegaba a dar diez minutos para comer. El año pasado el patrón ya se pasó, me gritaba mucho. Me quemé mis pies, porque ahí se envasa a 200 grados, se me cayó el tomate hirviendo, me corté las manos. Yo dije ya no quiero más con este patrón. Una cosa es que nos den trabajo y otra es que se pasen. Saben que nosotros no sabemos inglés, no podemos traducir lo que nos duele. Nos descuentan demasiado, tenemos derecho de que nos atiendan bien cuando nos enfermamos. Hay doctores que también son racistas”.

Madres y jefas de familia sin pareja. La migración de madres trabajadoras ha originado múltiples y profundos cambios en las dinámicas de sus familias. Las responsabilidades sobre otras mujeres que se quedan a cargo de los hijos y los costos emocionales para las mujeres migrantes han sido algunas de las implicaciones. “Yo soy dejada, tengo un hijo. Hace nueve años que yo salí a trabajar a Canadá, mi hijo tenía tres años. Él apenas empezaba a caminar. Es un poco difícil para la mamá pues lo deja uno estando chiquito. Mi cuñada tenía sus hijos y no es lo mismo, sí se hace responsable, pero no es el mismo cariño de la mamá. Yo me vine, con el corazón en la mano porque es difícil dejarlo. Ahora mi hijo ya está grande pero es difícil porque sufren los hijos y también una como madre”.

El acoso sexual hacia las mujeres mexicanas en Canadá. Es común el acoso sexual que sufren las mujeres migrantes dentro de las granjas.La peor de mis experiencias fue en Kingsville [Ontario]. Ese señor nos trataba muy mal porque de prostitutas no nos bajaba. A una de las compañeras vio que le salieron fuegos y el patrón decía ´anoche fue a mamar´ Un patrón debe tener respeto para las personas, no porque somos mujeres nos tienen que humillar”. También es cotidiano el acoso sexual de parte de los trabajadores mexicanos. “En la farma en que estaba antes duré cinco temporadas, yo sufrí muchísimo porque éramos sólo tres mujeres y había nueve hombres que nos hicieron la vida imposible. Hay hombres que se quieren pasar de listos y hasta la quieren a una violar, la humillan, nada más por ser mujer. Éramos tres y a las tres nos hostigaban todo el tiempo”. Frente a la acusación de malas madres que abandonan a sus hijos y de prostitutas durante el sermón de un sacerdote de la iglesia católica de St. Michael, de Leamington en Ontario, la respuesta de las trabajadoras ha sido la inasistencia a la Iglesia.

Dos décadas no han sido suficientes para que la contribución de estas trabajadoras agrícolas a las economías locales de Canadá donde ellas laboran y a las economías de sus familias de origen pudiera ser considerada tanto por las autoridades canadienses como por las mexicanas, a fin de garantizar un trato digno y humanitario, así como mejores condiciones laborales y de vida.

Estados Unidos

Sindicalismo entre jornaleros agrícolas en eu:
lecciones para México

Rick Mines Investigador Visitante, Departamento de Sociología, UC Davis

A lo largo de la historia ha quedado claro que en una disputa laboral en el campo los jornaleros tienen pocas herramientas de lucha para conseguir concesiones de parte de los empleadores. La única ventaja que tienen es que el producto muchas veces es muy perecedero, y si los jornaleros paran las cosechas en un momento muy inoportuno para el patrón, logran afectarlo.

Sin embargo, las ventajas de los patrones agrícolas son múltiples. Los empleadores pueden crear una sobreoferta de mano de obra al utilizar contratistas, y tienen íntimos vínculos con los políticos y la policía, lo que permite restringir las acciones de huelga. Además, hay un problema para la organización de los jornaleros: la falta de recursos y de escolaridad.

Por consiguiente, si bien las acciones laborales de los jornaleros han podido derivar en aumentos de sueldo en una cosecha determinada, son muy raras las acciones que han dado lugar a contratos duraderos.

La historia de los jornaleros, desde antes de la Primera Guerra Mundial y durante el periodo de la Bracereada (1942-1964) atestiguó repetidos brotes de huelgas contra los granjeros en California que, por desgracia, sólo resultaron en aumentos temporales de sueldos y no en contratos. Pero hubo un caso excepcional, el de la United Farm Workers (UFW), encabezada por Cesar Chávez.

Hijo de un pequeño productor quien perdió su predio en la década de 1930, pasó años siguiendo las cosechas de los cultivos y experimentó pobreza y humillaciones al ser un jornalero en Estados Unidos. Después de ser un organizador comunitario, comenzó una organización entre jornaleros en el valle central de California, que junto con el Agricultural Workers Organizing Commitee, de trabajadores filipinos, lanzó una huelga contra los productores de uva de mesa en el área de Delano. Los granjeros pudieron conseguir muchos rompehuelgas y lograron terminar la temporada de cosecha sin muchas pérdidas. Pero Chávez decidió lanzar un boicoteo contra ciertos productores, contando con el apoyo de las facciones políticas liberales que promovían los movimientos anti-guerra y de derechos civiles de los afroamericanos, así como de estudiantes, sindicatos, y grupos religiosos.

Más tarde, la UFW probó el boicoteo en la lechuga en los valles de Salinas e Imperial. Pero los granjeros recurrieron a otro sindicato, predominantemente de traileros, llamado los Teamsters, dando un gran golpe al creciente éxito de la UFW. En 1973, los granjeros abandonaron sus contratos en la uva y firmaron con los Teamsters.

En 1975, la UFW consiguió una nueva ley que establece el Consejo Agrícola de Relaciones Laborales (ALRB, por sus siglas en inglés), gracias al apoyo que Chávez dio a ciertos candidatos políticos, usando una parte de las cuotas y otros fondos de la Unión. Cuando comenzó el ALRB, los contratos eran dominados por los Teamsters. En 1975, el ALRB empezó a celebrar elecciones en muchos campos de California y la UFW puso 600 organizadores en el campo y ganó la mayoría de las elecciones.

En 1979 hubo una gran victoria para la base de la Unión. Pese a la oposición de Cesar Chávez, quien prefería el boicoteo, en Salinas, los líderes de los jornaleros en las verduras decidieron irse a huelga. Los lechugueros de Salinas ya no querían ir a las ciudades a pedir ayuda de la gente liberal urbana. Estaban orgullosos de sus capacidades en el corte de hortalizas y no consideraban ser unos pobres indefensos. Querían huelga y no tenían fe en el boicoteo, asaltaron los campos para correr a los esquiroles, fueron a los campamentos donde hospedaban a los rompehuelgas y bloquearon los camiones. Así, ganaron muchos contratos con los hortaliceros en Salinas, pero los líderes de la base que habían chocado con Cesar Chávez fueron despedidos de la Unión después de la victoria de la huelga. Varios de los jefes de comités de rancho fueron corridos y esto causó una ruptura fuerte en el sindicato.

En la década de 1980, la Unión comenzó a perder contratos y su habilidad de organizar a los jornaleros, lo que nunca pudo recuperar. Hay que preguntarse por qué esta oportunidad de sustentar contratos de larga duración se perdió.

¿Cuáles fueron los errores de la UFW?

1.- La preferencia excesiva por el boicoteo, que funciona cuando el producto de la firma boicoteada es muy reconocible, cuando hay mucho respaldo en las ciudades y cuando el consumidor está dispuesto a prescindir el producto. Si estas condiciones no existen, es posible que el boicoteo pueda ser contraproducente.

2.- La falta de democracia. Los líderes locales en los comités de rancho no fueron electos, sino designados por el liderazgo de la Unión.

3.- La insistencia de que los jornaleros pagaran sus cuotas al sindicato antes de ser despachados a trabajar. Muchos jornaleros se enojaron y se volvieron rompehuelgas.

4.- Finalmente, la UFW lanzó una campaña contra los indocumentados en colaboración con la patrulla fronteriza estadounidense. Dado que muy pronto la mayoría de los jornaleros en Estados Unidos iban a ser indocumentados, la Unión enajenó su base.

Pero, aparte de los errores de la UFW, los republicanos ganaron la elección de 1982, lo que debilitó al ALRB. Como resultado, los granjeros pudieron postergar las decisiones, de tal forma que elecciones ganadas por la UFW no resultaron en contratos. Otra estrategia muy exitosa de los granjeros fue su poder de cambiar su forma jurídica. Cuando tenían que firmar contratos debido al boicoteo o a la huelga, simplemente cambiaban el nombre del dueño de la granja para evitar la puesta en práctica de los contratos.

En 1980, la UFW tenía quizá 60 mil miembros que pagaban cuotas sindicales, en 1990 cayeron a seis mil. ¿Qué le pasó a la UFW? ¿Y cuál es la mejor estrategia para un sindicato jornalero: el boicoteo, la huelga o una combinación de ambos?

En las décadas recientes, otras organizaciones de trabajadores, el Farm Labor Organizing Committee (el FLOC por sus siglas en inglés), de Ohio, y la Coalición de Trabajadores de Imokalee (la CIW), de Florida, siguieron el ejemplo de la UFW y lanzaron boicoteos con éxito. Las corporaciones que firmaron estos acuerdos no son los granjeros sino los vendedores de productos agrícolas como Walmart, Burger King y Campbell Soup.

Así que hay casos históricos de éxito del boicoteo y de la huelga. La lucha sigue y ambos métodos tendrán tiempos cuando su aplicación será eficaz. Pero, una lección histórica es innegable: el poder de negar su mano de obra y prevenir que los rompehuelgas entren en los campos a trabajar, le permite al jornalero establecer las condiciones de empleo día por día y permite que él puede mirar a la cara al mayordomo y decirle que él tiene el poder de parar el trabajo.

 
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