Opinión
Ver día anteriorDomingo 5 de julio de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Devaluación del peso: escenario preocupante
C

on el telón de fondo del retroceso del peso mexicano en su cotización frente al dólar, las autoridades del Banco de México han vuelto a activar el discurso tranquilizador y que les caracteriza en este tipo de escenarios: el pasado viernes, el gobernador del banco central, Agustín Carstens, mencionó que la depreciación del peso frente a la divisa estadunidense se ve exagerada por la crisis griega y podría ser un fenómeno transitorio.

Exagerada o no, lo cierto es que la devaluación es un factor de debilidad económica que merma las reservas de divisas en poder del Estado y trastoca la mayoría los sectores de la economía nacional.

Debe recordarse, por principio de cuentas, que la instauración del libre cambio fue una decisión correlativa a la imposición del paradigma de libre comercio en el país, que implicó transferir al mercado lo que hasta entonces constituía una facultad gubernamental, que era la fijación del tipo de cambio del peso frente al dólar. Ello implicó que las autoridades económicas del país se quedaran sin elementos de control cambiario más que las subastas de reservas de divisas en poder del Banco de México: de esa forma, los escenarios de depreciación del peso frente al dólar se saldan con la colocación de miles de millones de dólares de la reserva federal en el mercado cambiario, que son adquiridos por especuladores –beneficiarios finales de esa política– a un precio menor que las cotizaciones en las casas de cambio.

Por contraste, el hecho de que el dólar estadunidense suba de precio en el mercado cambiario genera desajustes severos en la de por sí precaria economía nacional. El fenómeno perjudica con particular intensidad a los sectores que dependen total o parcialmente de las importaciones, daña las finanzas de la población en general, en la medida que constituye un factor inflacionario, y beneficia sólo a un sector exportador que –fuera de la industria petrolera– se reduce a un puñado de agroindustrias y a plantas maquiladoras establecidas aquí por empresas trasnacionales, y en cuya operación es muy poca la riqueza generada que se queda en el país.

Por añadidura, la variación de un solo punto porcentual en la cotización peso-dólar genera aumentos de precios casi automáticos en insumos y productos importados, que provocan, a su vez, justificadas preocupaciones en la población. Asimismo, pierde valor de manera instantánea el patrimonio de la inmensa mayoría de los mexicanos que se valúa en pesos, no en dólares, incluidas, por supuesto, las cuentas de retiro.

Las depreciaciones de la moneda pueden resultar intrascendentes o hasta positivas para economías robustas, pero ciertamente no es el caso de la nuestra, postrada por el debilitamiento sistemático y programado del mercado nacional, la apertura indiscriminada al exterior y la grave dependencia del exterior a la que ha sido conducido el país en casi todos los órdenes. En esa circunstancia, las coyunturas económicas adversas en el plano internacional se vuelven un catalizador que agrava la debilidad estructural de la economía y el mercado internos, cuyo abandono sistemático es uno de los elementos indiscernibles del modelo económico vigente.