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Avances recientes en el trasplante de ovario
L

a extirpación y posterior injerto de tejido ovárico en mujeres jóvenes representan un caso muy interesante de cómo se desarrolla un proyecto de investigación en humanos de forma paralela a un debate que busca imponerle limitaciones por razones éticas, o por temores a veces no bien fundados. Pero a pesar de todo el proyecto ahí está, sigue avanzando y cosechando resultados en diferentes partes del mundo.

El más reciente fue el trabajo realizado por Isabelle Demeestere y su equipo de la Universidad Libre de Bruselas, publicado el pasado 9 de junio en la revista Human Reproduction, en el que se reporta el nacimiento de un niño completamente sano, a cuya madre le habían sido extirpados pequeños fragmentos de ovario cuando era una niña de apenas 13 años y aún no había experimentado la primera menstruación. El tejido fue crioconservado (almacenado a muy bajas temperaturas) por un periodo de 14 años y luego reintegrado al cuerpo, con lo que se logró restaurar la producción de hormonas y la capacidad reproductiva.

Antes de proseguir es muy importante aclarar cuáles son las motivaciones o la justificación para emprender estos proyectos y por qué tienen por ahora un carácter experimental. En mujeres jóvenes los tratamientos contra el cáncer –como la radio y quimioterapias– dañan el tejido ovárico y provocan insuficiencia ovárica, menopausia precoz e infertilidad. En la actualidad, con los avances en las terapias contra el cáncer, cerca de 90 por ciento de las mujeres jóvenes logran superar la enfermedad, pero sin las posibilidades de ser madres. Además del cáncer, hay otros tratamientos contra una amplia variedad de enfermedades hematológicas (de la sangre) malignas y no malignas, en las que se emplea el trasplante de células troncales (o células madres), cuyo procedimientos tienen también alto riesgo de producir infertilidad.

En estos casos se justifica el empleo de técnicas mediante las cuales se toma una pequeña parte del tejido ovárico antes de que se inicien los tratamientos señalados, con la idea de restablecer posteriormente la función ovárica mediante el autoinjerto y recuperar con ello la capacidad reproductiva. Todo lo anterior, desde luego, con el consentimiento de las pacientes, luego de recibir amplia información y contando con la aprobación de los comités de ética de las instituciones médicas y científicas correspondientes.

Las razones por las cuales es aún un procedimiento experimental son en su mayoría de tipo médico, pues algunos autores han señalado riesgos asociados a esta intervención, entre ellos: a) daños al paciente al retrasar el tratamiento contra el cáncer y b) la posible presencia de células cancerosas en el tejido que pudieran ser reintroducidas por el trasplante, lo cual es razonable y obliga a dejar por ahora este procedimiento en manos expertas hasta en tanto pueda garantizarse el máximo de seguridad.

A la fecha se han reportado al menos 35 nacimientos exitosos mediante este procedimiento experimental. Entonces ¿dónde está la novedad en el trabajo de Demeestere citado arriba? En todos los casos anteriores se trató de adultas jóvenes, y la novedad consiste en que es la primera vez que es empleada y muestra su utilidad en niñas.

Desde luego lo anterior hace más compleja la discusión sobre esta modalidad de reproducción asistida, pues aquí el consentimiento informado no recae en la paciente, sino en sus padres o tutores, tal como ocurre en casi todos los procedimientos médicos. Pensemos, por ejemplo, no en la aceptación (que implica asumir un riesgo), sino en la negativa, con la que padres o tutores cancelarían la posibilidad reproductiva de una hija.

Desde el punto de vista científico el trabajo citado muestra, además de la efectividad de las técnicas de criopreservación de tejidos, cómo puede recuperarse (o inducirse tardíamente) la pubertad, lo que nos lleva al tema realmente inquietante de la modificación de los tiempos reproductivos mediante la tecnología, que es donde radican las principales objeciones morales o éticas a este procedimiento, pues, como he señalado antes en este mismo espacio (La Jornada, 21/12/10 y 28/12/10), se abre la posibilidad de postergar la reproducción en personas sanas, o vencer los efectos del climaterio, lo que convertiría al tejido ovárico, según algunos, en fuente de eterna juventud.