Opinión
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Afortunado encuentro del pasado y el presente
U

na de las joyas barrocas que conserva la ciudad de México es, sin dudarlo, el templo de la Enseñanza, que se encuentra en la calle de Donceles. Era parte del gran convento que diseñó en el siglo XVIII el arquitecto Ignacio Castera. En 1867 la hermosa construcción pasó a manos gubernamentales, por la aplicación de las leyes de exclaustración religiosa. Se convirtió en cárcel y poco después Benito Juárez instaló en ese lugar la Suprema Corte. Su siguiente destino fue como escuela para ciegos, compartido con una casa de estudiantes.

En 1943, la Secretaría de Educación Pública ocupó una parte y la otra se la repartían el Archivo de Notarías y el entonces recién nacido Colegio Nacional. Esta noble institución, que continúa vigente, nació con el objetivo de vigorizar la conciencia y la unidad nacionales, al reunir a representantes de la vida intelectual mexicana para que con absoluta libertad expresaran sus ideas, el resultado de sus investigaciones o de su creación artística. Esto queda plasmado en su lema: Libertad por el saber, que sintetiza dos temas centrales: libertad y educación.

El Colegio Nacional reconoce la labor de pensadores, literatos, investigadores, artistas, científicos y críticos mexicanos. Basta mencionar a algunos de los miembros pasados y presentes: José Vasconcelos, Diego Rivera, Octavio Paz, José Clemente Orozco, José Emilio Pacheco, Miguel León Portilla, Eduardo Matos, Mario Lavista, Ramón Xirau, Mario Molina y José Zarukhán.

En 1988 se le otorgó al colegio todo el espacio del antiguo convento y fue en 1992 que obtuvieron los permisos y los recursos para su recuperación. El responsable de llevar a cabo la obra fue el destacado arquitecto Teodoro González de León, miembro de la institución. En alguna ocasión comentamos la compleja labor que implicó la remodelación del añejo inmueble, que con usos diversos, al paso de los siglos padeció múltiples modificaciones. Más de 40 por ciento de los muros habían cambiado de posición respecto del plano de 1867 –único documento existente en que se ve como era el convento. Las azoteas del segundo piso habían perdido sus viguerías por lozas de concreto de muy baja calidad. Tenía graves daños estructurales y alteraciones desafortunadas lo ensombrecían e impedían percibir sus cualidades, entre las que destacan tres espléndidos patios.

En la remodelación se buscó darle luz; esto guarda gran importancia para el arquitecto González de León; en su opinión quizá el gran cambio que ha tenido el espacio arquitectónico en el siglo XX fue precisamente la luz: Tenemos la necesidad de un entorno más luminoso y transparente.

El resultado es impresionante: una arquitectura deslumbrante que conjuga el ayer y el hoy. Hay una librería que ofrece las obras de sus ilustres miembros, una biblioteca para 70 mil volúmenes, nuevas aulas, áreas de cómputo, administración, sala de consejo y comedor. Ahora es un deleite ir a escuchar las conferencias en el aula mayor, con capacidad para 400 personas, provista de un complejo sistema de equipos audiovisuales. A esto se añade el placer de deambular por los patios, que muestran la vieja arquitectura con las intervenciones contemporáneas.

Fue una tarea compleja y excitante, muy similar a la de un escritor que traduce un poema de otra época, expresa el arquitecto.

Esto y muchas maravillas más que guarda nuestra ciudad: plazas, palacios, secretos, los comercios más antiguos, entre muchas otras, las van a poder disfrutar en la tercera temporada de Crónicas y relatos de México. Es la serie que conduzco en Canal 11, que se va a transmitir los martes a las 19:30 horas, con repetición los domingos a las 18. En el programa de restaurantes de tradición vamos a conocer la historia de El Cardenal, que nació hace casi cinco décadas, en el edificio que albergó la primera universidad en el siglo XVI. De paso degustaremos su comida mexicana de excelencia, en su sede de la calle de Palma. Ahí nos vemos.

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