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Penultimátum

Irlanda: lección de libertad

D

iez días antes de que los ciudadanos de la República de Irlanda aprobaran por amplio margen el matrimonio entre personas del mismo sexo, el primer ministro de Luxemburgo, el liberal Xavier Bettel, contraía matrimonio con el arquitecto belga Gauthier Destenay, su pareja desde hace varios años. La ceremonia fue cubierta por los principales medios de comunicación y calificada de histórica. Y no era para menos, pues es el primer matrimonio de este tipo que se produce entre líderes en activo de la Unión Europea. Fuera de ésta, en 2010 la ex primera ministra de Islandia, Jóhanna Siguröardóttir, lo contrajo con su novia cuando estaba en el cargo.

El Parlamento luxemburgués aprobó hace un año la ley que iguala el matrimonio heterosexual y homosexual, y también permite la adopción. Y mucho antes, en 2004, este principado de tradición católica, reconoció la unión civil de parejas del mismo sexo.

Mucho más arraigado está el católicismo en Irlanda, al que dice pertenecer 84 por ciento de la población. Sin embargo, ésta votó abrumadoramente en el plebiscito en favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. Se suma así a la lista de países (18 hasta ahora) donde este tipo de unión es legal y donde los contrayentes tienen los mismos derechos de que gozan las parejas heterosexuales que se casan por lo civil o bajo las normas de alguna Iglesia. A ellos se agregan una buena parte de los estados de la Unión Americana y la ciudad de México. Pero además, en Reino Unido solamente Irlanda del Norte todavía no aprueba tal tipo de matrimonio. Lo hicieron ya Inglaterra, Gales y Escocia.

Ante el abrumador sí de la mayoría de los ciudadanos, el arzobispo de Dublín, Diarmiuid Martin, reconoció el fracaso de su campaña para convencerlos de votar negativamente. Hoy, dijo Martin, la Iglesia católica necesita una cura de realidad. Y como parte de ella reconectar con los jóvenes para poder recuperar nuestra autoridad moral y defender nuestros valores culturales. Además, calificó el sí mayoritario de toda una revolución social, por lo cual la Iglesia tiene que aceptar los derechos de los homosexuales sin necesidad de cambiar la definición de matrimonio. Se cuidó de mencionar que muchos fieles abandonaron el catolicismo luego de los escándalos protagonizados por curas pederastas.

Y mientras el primer ministro de Irlanda, Enda Kenny, sostenía que el sí había sido una lección de libertad, tolerancia y alegría, el secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, lo calificaba de una derrota para la humanidad.

El arzobispo Martin teme ahora que las parejas gays puedan llegar a exigir ante la justicia irlandesa casarse por la Iglesia alegando discriminación. Para evitarlo pide poner límites legislativos a esa pretensión.