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Las elecciones presidenciales en Argentina
E

n octubre próximo se elegirán en Argentina el futuro presidente, 130 diputados, 24 senadores y 43 diputados al Parlamento del Mercosur. Antes habrá elecciones parciales para elegir gobernador y legislaturas provinciales y el 9 de agosto se realizarán las elecciones primarias abiertas y obligatorias (PASO) de los diversos frentes y partidos.

Para presidente, por la oposición conservadora y neoliberal, el que tiene más posibilidades es el actual alcalde de la capital, Buenos Aires, Mauricio Macri, pues el gobernador de Córdoba, Manuel de la Sota, el alcalde y ex primer ministro Sergio Masa, ambos de la derecha peronista, al igual que el senador y ex gobernador nacionalista conservador Adolfo Rodríguez Saa, sólo pueden quitarle algún voto, pero sin hacerle una competencia real. Macri, sin embargo, aunque gana fácilmente en la capital tiene escaso peso en las provincias y espera obtener en ellas votos de los restos de la Unión Cívica Radical, partido liberal que evolucionó muy a la derecha. Además, en su partido, debe disputar la candidatura al radical ultraconservador Ernesto Sanz y a la clerical y ultraconservadora Elisa Carrió, que tienen pocas posibilidades de ganarle.

Los restos en dispersión del centroizquierda conservador (socialistas de derecha, radicales liberales, centroizquierdistas más de centro que de izquierda) todavía agrupados en el Frente Amplio Político, Cívico y Social (Fapcs), corren el riesgo de dividirse atraídos por las fuerzas mayores opuestas y su candidata, la ex radical Margarita Stolbizer, no tiene la menor posibilidad.

El frente de partidos progubernamentales –Frente para la Victoria (FpV)– está constituido principalmente por personajes de centro y de derecha del Partido Justicialista formado por el general Juan Domingo Perón en 1947, pero en torno a ese núcleo duro gravitan pequeños partidos provinciales, un pequeño sector del Partido Socialista y lo que queda del Partido Comunista oficial. Los kirchneristas actúan en el FpV como una corriente minoritaria y obedecen a las instrucciones de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. El FpV arrastra también su órbita algunos sectores más centroizquierdistas de la Unión Cívica Radical.

Los candidatos del FpV que se presentan a la elección interna de agosto con mayores chances son el actual gobernador de la provincia de Buenos Aires (la más poblada del país) y ex vicepresidente con Néstor Kirchner, Daniel Scioli, y el actual ministro del Interior y de Transporte, Florencio Randazzo, candidato in pectore de Cristina Fernández. Ambos, como los Kirchner, fueron fieles seguidores del ultraneoliberal Carlos Saúl Menem y Scioli ofrece reforzar las leyes y las medidas represivas y es muy bien visto por la Unión Industrial Argentina (UIA, la cámara de la gran industria) que le ha pedido un ajuste económico (léase devaluación y reducción de salarios reales).

El FpV tiene una expectativa de voto de cerca de 35 por ciento, pero por la división de los opositores probablemente obtendrá la presidencia y la primera mayoría parlamentaria, aunque no el control de ambas Cámaras. Por consiguiente, un presidente justicialista de centroderecha tendría que hacer más concesiones al ala parlamentaria más conservadora y a los factores de poder como la UIA y a los grandes exportadores de soya, y podría devaluar el peso para contraer préstamos y atraer inversiones (que este año cayeron 41 por ciento), así como reprimir las huelgas y protestas obreras que enfrentarán inevitablemente su política.

Por la izquierda, por último, el Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), que en las elecciones presidenciales de 2011 obtuvo 2.48 por ciento de los votos, en las parlamentarias de 2013 creció mucho y logró tres diputados nacionales, varios diputados provinciales y muchos concejales municipales correspondientes a más de un millón 500 mil votos. En estas elecciones votan por primera vez los jóvenes de más de 16 años, lo que podría favorecerlo en los medios estudiantiles, pero el electorado deberá optar entre un gobierno (funesto) de la oposición ultraconservadora y otro (nada popular pero continuista) del FpV. Esa polarización, como se vio en las elecciones en Salta y en Mendoza, donde el FIT perdió algunos votos con respecto a 2013, le quita potenciales electores descontentos provenientes de otros partidos e impulsa el –a la larga inútil– voto útil por el FpV de quienes prefieren conservar lo malo para no caer en lo peor.

El FIT es un frente meramente electoral, sin prensa ni actividad común, compuesto por tres organizaciones de origen trotskista: Partido Obrero (PO), Izquierda Socialista (IS) y Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Estos partidos tienen grandes diferencias estratégicas y organizativas, se combaten duramente y pertenecen a agrupaciones internacionales que compiten entre sí. No alcanzan a convencer por eso a amplios sectores de la izquierda (nacionalistas socialistas, socialistas revolucionarios con ilusiones chavistas o castristas o incluso de origen trotskista pero fuera del FIT, como el MST) que militan en decenas de organizaciones estudiantiles, barriales y sindicales muy activas. Algunas de éstas, respondiendo al llamado de varios intelectuales, han dado su apoyo crítico al FIT e incluso (gracias a una apertura de IS y de PO, pero no así del PTS) figuran en las listas del mismo como una especie de cuarta corriente menor que pide que el FIT agrupe a toda la izquierda que declare el apoyo al programa del frente. Pero por ahora el FIT está hundido en una lucha por las candidaturas viables entre el PTS y el PO-IS en vez de concentrarse en superar el electoralismo difundiendo posiciones anticapitalistas y en explicar a sus posibles votantes lo que será un gobierno Scioli o Randazzo y por qué hay que votar FIT para organizar una respuesta. El poner los intereses de cada agrupación por sobre los de los trabajadores y el país podría costarle muchos votos.