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Vox Libris
Formas de morir
Periódico La Jornada
Domingo 31 de mayo de 2015, p. a16

Dentro de esta novela hay un tema sugerente, amplio e inagotable: un personaje de 65 años que busca una forma de morir, cualquiera, sin importar si es dolorosa, larga o inmediata. Para que esto ocurra tiene dos opciones: tenderse en la cama en espera de los achaques de la vejez o salir a la calle en busca de aventuras peligrosas que lo lleven hacia ella.

Como totalidad de novela, todo bien hasta aquí. El personaje en cuestión informa a su familia que tiene deseos de vivir en otro país, España, donde a los pocos días de su llegada, y sin proponérselo, de pronto se ve inmiscuido en una organización separatista vasca. Suceden cambios de nombres, de domicilio, falsificaciones de documentos de sus integrantes, viajes por varios lugares del mundo, y en general un optimismo por lograr la independencia de un país inmerso en otro.

Sin embargo, el problema de la novela es cuando en sus partes resaltan las fallas en la construcción dinámica y narrativa. Éstas, como en cualquier calle o avenida de alguna ciudad sobrepoblada, contribuyen a estropear el recorrido o el trayecto. En primer lugar, el abuso de los puntos suspensivos denota falta de carácter literario y de una malformación de estilo, y en este libro abundan. Hay múltiples formas de superarlos, una –la más evidente– es no colocarlos y basta; se acabó. Punto final a la oración o al párrafo. Esta carencia de recursos es como si en el trayecto de la ciudad que ya imaginamos nos encontráramos en cada cruce los semáforos con las tres luces encendidas; generan confusión, un desperfecto visual.

Lo mismo el título, El calor del invierno, un oxímoron que no agrega nada a la novela.

La integración armoniosa de personajes a una civilización o su oposición a ella, como aquí le sucede al protagonista dentro de un conflicto, es prueba de las expansiones, de las represiones, de las reglas o de las costumbres que caracterizan a una sociedad. Repeler o integrarse a ellas debe ser parte importante del trabajo narrativo del autor en la claridad de sus personajes, éste no puede obviar nada, puesto que para él mucho tiene de novedoso y puede explotarlo en su favor o en su contra. Y aquí no se logra ninguna de las dos, sino que su inserción parece forzada.

Falla la construcción de personajes, no llegan a ser determinantes. Manías, fobias y filias, de manera clara y permanente, constituyen en esta propuesta las manifestaciones más nítidas de una interpretación del extranjero, de una ambigua percepción y rechazo del otro.

Título: El calor del invierno

Autor: Francisco Prieto

Editorial: Jus

Páginas: 222

Desilusión de un pensador

Podemos catalogar este libro no como una propuesta de reflexión filosófica sino como una agrupación de pensamientos filosóficos adaptados a nuestra acelerada actualidad.

En palabras de Da Jandra, la teoría de los complementarios que aquí se esboza no busca la imposición de un nuevo dogma o una nueva panacea metodológica, sino la posibilidad de una concordancia respetuosa y justa, dice. No se trata de que uno de los extremos de la confrontación triunfe sobre el otro, lo que propone aquí y ensaya es el intento de alcanzar un acuerdo armonizador de las diferencias, que evite la confrontación violenta que propicia desenlaces autoritarios.

El párrafo anterior pudo haber sido colocado a manera de epílogo y así evitarnos la predisposición a la que nos enfrentamos con el título. Porque si sólo va a fungir como mediador o réferi, a los filósofos este libro no les ayuda en mucho. Hubiera sido mejor organizarlo de forma cronológica y presentarlo como uno más de historia del pensamiento filosófico para no caer en tautologías.

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Ya Dilthey pensó en la unificación de las distintas posturas filosóficas, pues en su Teoría de las concepciones del mundo, dice que entre los motivos que alimentan siempre de nuevo el escepticismo, uno de los más eficaces es la anarquía de los sistemas filosóficos. La lucha de las más antiguas explicaciones griegas del universo fomentó la filosofía de la duda en la época de la ilustración helénica.

Volvemos la mirada, continúa Dilthey, sobre un inmenso campo de ruinas de tradiciones religiosas, afirmaciones metafísicas, sistemas demostrados: fundamentos científicos, contrariedades religiosas, han ensayado el espíritu humano durante muchos siglos. Cada uno de estos sistemas, por consiguiente, excluye a uno del otro, se refutan, ninguno es capaz de demostrarse.

Desencantémonos, pues, del Da Jandra filosófico cuando desconoce lo que enuncia: “aun si estar seguros de ‘qué cosa es el lenguaje’, de lo que no tenemos duda es que se trata de una ‘bendición cósmica’ y evolutiva”. El trabajo aquí sería despejar la duda y, por otra parte, descartar todo lo bendito y cósmico, eso ya lo proponían los pensadores de la modernidad.

En otra parte asegura que la tarea de la filosofía en nuestros días no puede ser más clara y precisa: reconocer las limitaciones de todo intento filosófico, y hacer de la búsqueda incesante de la verdad la razón no sólo del pensamiento sino del vivir. Y bueno, si va a limitar el reflexionar, entonces no podría argumentar que la búsqueda de un placer, que conlleva reflexión, es indispensable para alcanzar lo que él entienda como vivir.

En el prólogo, Fadanelli nos anticipa que Leonardo da Jandra o quienes escriben y publican sus reflexiones lo hacen porque creen en sus palabras y las exponen con el propósito de continuar la conversación, e intentar que las palabras sean consideradas bienes morales y no sólo voces inanes o intrascendentes. Como novelista resulta más interesante, por citar una, la novela Samahua.

Título: Filosofía para desencantados

Autor: Leonardo da Jandra

Editorial: Atalanta

Páginas: 141

No todo lo bello es bueno

Cualquier parte de nuestro cuerpo es lenguaje, todo él transmite información en distintas circunstancias, es somático. Enfocarnos en el rostro para tratar de percibir el fondo de una persona es generar prejuicios o cierta predisposición por su aspecto.

Debemos ser cuidadosos al intentarlo, de lo contrario los resultados son dañinos, generan exclusión e intolerancia a las diferencias.

Este libro debe tomarse como un intento de esbozar lo que el rostro informa acerca de quién es el que vemos, pues no todo lo que está en la cara debe ser reflejo de lo que pasa en la mente. Debe ser preferible, por sobre todas las cosas, la diversidad que la unificación. Aun en lo bello, hay cosas horribles.

Título: El rostro y el alma

Autor: Francisco

González Crussí

Editorial: Debate

Páginas: 249

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Texto: José Ribera Guadarrama

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