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Podemos: breves lecciones
S

on varias las lecciones que se desprenden de las recientes elecciones en España. La primera es que hay vida más allá del juego convencional de la política tradicional y la desesperanza que corroe la vida pública en muchos países democráticos. El desencanto hacia la llamada clase política no se tradujo allí en la ausencia de los electores en las urnas ni tampoco en el abandono de las ideas del cambio; al contrario, con el voto se produjo una importante modificación de la correlación de fuerzas, que sin duda influirá en las próximas elecciones generales.

El dato más importante de estos comicios es, sin duda, la presencia creciente de nuevas fuerzas surgidas al margen, y en contra, del viejo bipartidismo dominante desde la fundación del régimen en 1978. El éxito logrado por Podemos y Ciudadanos contrasta a simple vista con la caída del gobernante Partido Popular, que perdió casi 2 millones y medio de votos, y la muy condicionada recuperación del PSOE, que no le alcanza para volver a su votación histórica. Al analizar estos resultados, el profesor Vincent Navarro (uno de los artífices de la propuesta económica alternativa) destaca que a pesar de no concurrir con su marca en la mayoría de municipios, Podemos jugó un papel clave en el establecimiento de coaliciones populares (como Ahora Madrid o Barcelona en Comú) o presentándose por separado, convirtiéndose en la tercera fuerza política del país a escala autonómica, con más de un millón 790 mil votos, logrando en el ámbito municipal cosechar avances en muchas de las grandes ciudades, incluyendo la capital Madrid y Barcelona, cuya importancia es indiscutible, aunque la izquierda estaría en condiciones de gobernar en otras seis capitales de provincia y en varios municipios importantes como podrían ser los de Alicante, Palma de Mallorca o Córdoba, por citar a algunos.

Este complejo panorama ha llevado a Pablo Iglesias, figura emblemática de las nuevas fuerzas, a concluir que la política española ha dejado de ser cosa dos partidos, lo cual era, y es, el objetivo declarado para avanzar hacia la regeneración democrática del viejo sistema. Sin embargo, esta crisis del bipartidismo tiene que ser matizada al constatarse que, pese a la debacle, el Partido Popular, el partido del gobierno, aún es el más votado, aunque la distribución de los votos indica la pérdida de poder territorial y su decadencia en el mundo urbano moderno, donde Ciudadanos también comienza a disputarle desde el centroderecha el espacio. Asimismo, con todo y el progreso de la izquierda alternativa, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que también perdió votantes, continúa siendo el partido mayoritario de las izquierdas, tanto en las municipales como en las autonómicas, razón por la cual Navarro estima que el bipartidismo sigue existiendo, con un ligero predominio de la derecha.

En un plano más general, podría decirse que los resultados de estas elecciones comprueban, una vez más, que la solución a la crisis de la democracia contemporánea no es un asunto de un día o un acto justiciero de la voluntad de unos cuantos, sino un complicado camino en el cual se encadenan nuevas formas de participación ciudadana, las exigencias vitales derivadas de los grandes cambios introducidos en la vida de las sociedades a partir de la globalización y de los efectos más profundos de la crisis del capitalismo neoliberal, así como de la afirmación permanente de las aspiraciones legítimas a una vida menos desigual e injusta, más acorde con los principios que dan sustento a los derechos humanos.

Mucho mérito tienen en todo este proceso los dirigentes de las fuerzas alternativas. En vez de oponer como excluyentes las luchas reivindicativas de los movimientos sociales con la competencia en las urnas, los herederos del 15 de mayo supieron conciliar mediante un planteamiento programático integrador ambos aspectos de la participación de la sociedad, superando así, en los hechos, las tendencias antipolíticas acumuladas en la sociedad. No sin errores ni bandazos, los antiguos indignados rehusaron quedarse en la crítica moral de la vieja política y se pusieron organizar (y a unir) a las fuerzas emergentes en espacios de protagonismo ciudadano sin perder de vista la necesidad de contar con una organización definida, vale decir en un partido, claramente arraigado en los sectores mayormente sacrificados por las políticas de ajuste y austeridad.

Un aspecto aleccionador de la experiencia exitosa de Podemos y las fuerzas municipalistas en estos comicios es el espíritu unitario en torno de propuestas y figuras públicas ampliamente reconocidas, como la juez Manuela Carmena, quien anuló por completo la presencia de la derechista Esperanza Aguirre, que ahora, impotente, pide un frente contra los radicales porque éstos pretenden romper el sistema democrático y occidental. O de Aída Colau, cabeza visible de la propuesta unitaria en Barcelona, realidad municipalista muy activa pero fragmentada que impide la continuidad del oficialismo y auspicia una opción fresca y compromprometida con la sociedad.

En un artículo publicado horas después de cerrarse las urnas, Pablo Iglesias señaló las dos vigas maestras de la exitosa estrategia puesta en práctica: la defensa de las clases populares y la denuncia de la corrupción como elementos inseparables. Y pensando en lo que viene, precisó: Debemos tomar nota también de la importancia de los liderazgos y los estilos que sirven para ir más allá de una identidad de partido. Podemos no puede ser en las generales un partido más sino un instrumento abierto a la participación y al protagonismo de todos aquellos que apuesten por el cambio. Qué lejos quedan estas elecciones de las que tendremos en México el 7 de junio, pero hay cuestiones que nos deberían hacer pensar.