Opinión
Ver día anteriorMartes 26 de mayo de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La discriminación y la hipocresía
L

orenzo Córdova, dicen, tuvo un traspié. Lo hizo traspié la ilegal filtración a los medios escritos y, sobre todo, el que se haya vuelto viral en las redes sociales. En el caso de la prensa, lo hicieron los opinadores que se ocuparon del asunto. La mayoría de ellos ha exhibido nula reflexión de fondo y sí, en cambio, una dizque defensa de las comunidades indígenas, porque es lo políticamente correcto. El modo de tales defensas muestra un velo que trasluce hipocresía en dosis diversas: no hay tal posición efectiva de sentimientos justicieros en favor de las comunidades referidas.

No dudo que entre los opinadores haya quienes no fueron empujados por intereses políticos, pero sí dudo de una total ausencia de hipocresía en la infamación que han hecho de Córdova. Simplemente porque dosis de hipocresía, de mayor o menor tamaño, en relación con la discriminación hacia las comunidades indígenas, está presente en la mayor parte de los mexicanos.

El poeta indígena Mardonio Carballo declaró a Reforma: “Los comentarios de Lorenzo Córdova sólo ponen de manifiesto el pensamiento de un gran sector de la población mexicana… México piensa así…; pero como es políticamente incorrecto, no se atreve a decirlo. Pero en el sustrato social de México siempre está esa cosa que perturba… Lo indígena [agregó Carballo] tiene que ser desacralizado, es decir, los pueblos tienen derecho, piden acceso a justicia, acceso a ciertos derechos humanos, impostergables”.

He ahí a una persona autorizada para referirse a la extensión de los sentimientos racistas en México y su opinión de que, como es políticamente incorrecto, no se atreve a decirlo: ese hecho se llama hipocresía.

No me ocupo de los adolescentes opinando a tontas y a locas en la redes, porque se han limitado a escribir una indecible lista de insultos, y nada más. Entiendo su indignación, y también su ignorancia.

Seamos concretos: Córdova no hizo referencia alguna a las comunidades indígenas de México, sino a una persona: Mauricio Mata Soria, de Guanajuato. Córdova le explicó a él y sus acompañantes que la ley no permitía que hubiera diputados de ninguna comunidad indígena solamente por ser tal, sino sólo por las vías establecidas en la ley. La queja la hizo en entrevista con Excélsior Hipólito Arriaga Pote, que se llamó a sí mismo gobernador indígena nacional. Arriaga Pote dijo: Nos trataron de indios mugrosos, lo cual no es verdad.

En el imaginario colectivo de una inmensa porción de mexicanos existe un racismo hacia lo indígena que procura mantenerse oculto. Baste con tener presente las muy exitosas 24 películas que hizo María Elena Velasco, en su papel de La India María entre 1962 y 2014, que hizo las delicias de millones de mexicanos (y sudamericanos). María, por su condición indígena y pobre es frecuentemente segregada, subestimada y humillada por los demás. Con frecuencia se encuentra con personas que se aprovechan de su buena fe y de su ignorancia sobre la vida en la ciudad. Un rasgo característico es su medieval-tardío modo de hablar el castellano (ella dice asté por usted, pajuera por para afuera, quere en lugar de quiere, vide por vi). Pero cualquiera que se haya divertido con esas películas negará rotundamente tener ningún sentimiento discriminatorio: es la hipocresía que esta sociedad le demanda a todos para lidiar con su vida. Y en la política parece una necesidad imprescindible.

En el día a día, el hombre emplea la hipocresía para engañarse a sí mismo, acaso más que para engañar a otros, dijo Jaime Luciano Balmes, filósofo español (1810-1848). Y buceando en profundidad Federico Nietzsche escribió: Nada más hipócrita que la eliminación de la hipocresía.

Quien quiera oír en las redes sociales la conversación entre Córdova y Edmundo Jacobo, sin prejuicios, oirá una conversación del estilo de dos jóvenes escolares jugueteando con el habla del interlocutor de Córdova, quien, en realidad, no logró imitar a su interlocutor, sino parecía imitar a un indio sioux de Dakota del Sur, hablando en infinitivo, como suele hacerse la traducción al español. Córdova, que como escribió Gustavo Gordillo, es un excepcional funcionario público, aprendió ahora que quizá no estaba totalmente al tanto del mar de tiburones que lo rodean, y que ello es indispensable en el consejero presidente del INE.

La maliciosa filtración pudo provenir del gobierno, del PVEM, del PRI, del interior del propio INE. Los hechos ocurrieron el 24 de abril, pero el taimado dictó que era ahora el tempo político de convertirlo en traspié. Córdova, como árbitro que es, tiene que pronunciarse en uno u otro sentido, en los asuntos que interviene, para resolverlos y, por tanto, siempre alguien es perjudicado: debe tener por eso muchos enemigos y adversarios. Debió suponer, desde el primer minuto de su gestión, que en este país de política profundamente degradada, sus teléfonos y celulares estarían intervenidos 24 horas por día.

Lorenzo Córdova creció en una casa en la que la convicción militante por la justicia social era una norma. La sensibilidad respecto a las desigualdades sociales y la conciencia de la pobreza extrema, donde esta sociedad ha mantenido a las comunidades indígenas, era tema recurrente. La convicción de sus padres por la cercanía con el pueblo, hicieron que Lorenzo cursara toda su vida escolar, desde la escuela primaria, en escuelas públicas. De modo que, como dicen los chavos, ¡bájenle! con el asunto de la discriminación, que la propia de millones está encubierta por la hipocresía.