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A la mitad del foro

Sonora, tus hijos lloran...

E

n un país hundido en el vacío e inane centro, a nadie extraña que aun antes del arribo de la derecha mocha al poder se topara el visitante a la Secretaría de Gobernación con la imagen del traidor Victoriano Huerta; el asesino del apóstol de la democracia, autor y actor del sangriento golpe de Estado que desató la revolución social, paradójicamente en defensa del orden constitucional violentado por Huerta.

En la antesala de la casona de Bucareli, una galería fotográfica con las imágenes de todos los secretarios de Gobernación de la revolución que degeneró en gobierno; símbolo prematuro y falso de pluralidad, reflejo de la visión del partido hegemónico que dio la espalda a la representación de la clase obrera y campesina, en busca del territorio común que diera cabida a todos. A todos sin excepción: patrones y sirvientes, víctimas y verdugos. Se adelantaban los del priato tardío al fin de la historia y de las ideologías, fantasioso final de la lucha de clases. La democracia sin adjetivos iba a resolver presente y futuro nacionales, a trocar la pesadilla de la guerra fría en idílico bienestar en El mundo feliz, de Huxley, al otro lado del espejo. Y Huerta llenó el vacío enorme de la ausencia de Álvaro Obregón en todos las oficinas y espacios públicos.

Motivo para talentosas disquisiciones de académicos orgánicos o a sueldo. El más noble argumento acudió a la fuerza y el valor de la palabra; a la obra de Martín Luis Guzmán, a La sombra del caudillo que marcó a generaciones y al hacerse filme cinematográfico fue condenada a permanecer enlatada y no ser exhibida a los mexicanos por prohibición expresa y absurda de jefes militares del Ejército de la Revolución Mexicana, que derrotó y dio de baja al del porfiriato, al mismo que restauró la República bajo la mano inflexible de Juárez. Lástima, porque una censura infantiloide borraba del imaginario colectivo los Veinte mil kilómetros en campaña, de Álvaro Obregón, invicto en el campo de batalla, formidable creador de instituciones, asesinado por el fanatismo religioso de quienes desatarían la guerra cristera al cerrar las iglesias.

Más jacobino era Plutarco Elías Calles. Laico como Obregón, sonorense como El Manco de Celaya. Larga digresión, ésta, porque a Herodoto le decían el padre de la historia, y también el padre de la mentira. Los que se decían herederos de la revolución borraron las imágenes de Álvaro Obregón con la misma y fallida intención con la que Stalin pretendió desparecer a León Trotski de la Revolución bolchevique y la guerra civil que siguió al triunfo bajo el lema de Todo el poder a los soviets. De obreros y campesinos los soviets, tal como las fuerzas de los de abajo que se alzaron con la victoria en la revolución y nos dieron la Constitución de 1914, primera en el mundo en incorporar los derechos sociales a los del individuo.

A lo que hoy se resume en derechos humanos, contra toda lógica jurídica y parlamentaria. En fin. Los del priato finisecular bautizaban a sus hijos con el nombre del Calpulelque de Anenecuilco: Emiliano Salinas, Emiliano Zedillo, entre otros, y como muestra de la fusión de opuestos en búsqueda del hoyo negro del centro. Después de que Ernesto Zedillo perdió la mayoría de la Cámara de Diputados en las elecciones de 1997, la extrema derecha que se había amparado bajo el manto de la legalidad, del voto como vía única al poder, guardó en al desván los signos nazifascistas y acudió a la derecha española que gobernaba España, en busca de métodos modernos de propaganda electoral, campañas negativas y las procesiones desde el púlpito hasta las plazas públicas. Doce años, seis de farsa tragicómica, seis de una guerra como cruzada del bien contra el mal, con decenas de miles de muertos. Y el vacío de poder que de inmediato llenaron los del dinero.

Y ahí estamos, con la segunda alternancia al borde del abismo, luego del eficaz operativo político que concertó las voluntades presuntamente opuestas del PRI donde todos caben y los marginados suman más de la mitad de la población; del PAN que adoptó los vicios del partido que había llevado al poder a cinco presidentes consecutivos, que nunca antes habían sido candidatos a cargos de elección popular; del PRD que vendió las virtudes de la izquierda por el dinero de la subvención oficial y la complicidad criminal. ¿Usted les cree? Yo tampoco.

Pero con esos bueyes hay que arar. En lugar de 20 mil kilómetros en campaña, millones de espots; lenguaje envilecido para insultar al adversario y llegar a la calumnia. Tantas vueltas a la noria hemos dado en las reformas electorales que cada paso vuelve sobre sí mismo para hacer como que se quita al instituto electoral lo que se le dio; llevar a los tribunales disputas bizantinas y maromas que hagan parecer delito lo que se legisló como derecho. Quién va ganar en un proceso que de antemano impide que un partido alcance la mayoría. Remedo parlamentario en el que las coaliciones sean el único método para gobernar. O para un pacto como el que dio a Enrique Peña Nieto la gloria efímera de estadista en las portadas de la globalidad. Y el poder en México para aprobar las reformas del vuelco radical que propuso.

¿Cómo y cuándo se rompió el encantamiento? Los oligarcas nativos y los medios de la hegemonía global que aplaudían la voluntad política y la capacidad de concertar acuerdos con los dos partidos de los extremos opositores, lo señalan ahora con la intolerancia imperial y la persistencia del antiguo régimen. Desde el imperio evanescente de Agustín I, hasta las galas de la aristocracia pulquera en unión morganática con los herederos de la revolución y la concentración del poder económico y el político. Piden la renuncia de Peña, con la indignación puritana de mozos de estribo de los del uno por ciento que reinan sobre la desigualdad y la injusticia del mundo entero. Piden renuncia presidencial, sin mencionar siquiera las normas constitucionales que nos rigen; sin preocuparse de decir qué o quién sustituiría al titular del Poder Ejecutivo.

Juegan acon lumbre entre los pozos petroleros que esperan explotar al amparo de las reformas del que enaltecieron y ahora exigen que renuncie. Habrá quien diga que defiendo a Peña Nieto. Balbuceos en boca de un idiota. Aquí hubo una revolución social y hay un poder constituido cuyas instituciones casi han demolido en los 30 años de austeridad impuesta a los de abajo. La modernidad anhelada, la globalidad del capitalismo financiero libre de regulación, es laberinto sin hilo de Ariadna. Con las reformas en la mano y sorprendentes inversiones en las oscuras horas del sexenio, Luis Videgaray, secretario de Hacienda del momento mexicano, anuncia que éste será de largos años de recortes al gasto público, de austeridad donde decenas de millones se acuestan sin cenar.

Y en homenaje a Humpty Dumpty, Agustín Carstens, gobernador del Banco de México, afirma que tenemos un arsenal de 270 mil millones de dólares para responder a los cian años de incertidumbre que amenazan con el aumento a los intereses del crédito en Estados Unidos: Las palabras quieren decir lo que yo diga que quieren decir. Pero han regresado al nido del vecino casi 50 mil millones de dólares.

Ay, Sonora, tus hijos lloran. Apenas empieza la campaña y denuncian la presencia de falsos sonorenses. Como si no bastara con el olvido de Obregón, la contaminación y el robo del agua de los yaquis.