Panamá.

En el barrio El Chorrillo, bombardeado por la aviación estadunidense el 20 de diciembre de 1989, la vida resurgió de las cenizas. Hoy es tan populoso, popular y bullanguero como lo fue antes. Y olvidado, como siempre.

A ningún mandatario de los que asisten a la Séptima Cumbre de las Américas se le ocurrió abandonar la zona de los rascacielos de la ciudad canalera, excepto al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, que a mediodía se trasladó por esos rumbos, donde lo esperaban centenares de chorrilleros junto al monumento a los caídos durante la invasión miliar de Estados Unidos hace 26 años.

Ahí la Asociación de Familiares y Amigos de las Víctimas de la Invasión le entregó una carta dirigida al presidente Barack Obama, a quien exigen que su país pida perdón e indemnice al menos a 20 mil personas que perdieron casa, bienes y algún familiar. A la fecha no hay una cifra cierta, pero los cálculos moderados estiman que en el barrio, incendiado casi en su totalidad, hubo 3 mil muertos. Otras estadísticas hablan de 10 mil.

Maduro se comprometió a llevar el mensaje al jefe de la Casa Blanca y a insistir ante el con toda el alma.

Ya de noche, cuando Maduro salía del Centro de Convenciones de Atlapa, donde fue inaugurada oficialmente la reunión cimera, un contingente de panameños y venezolanos antichavistas lo esperaba con una fuerte protesta, un auténtico cacerolazo coordinado con los habitantes de los altos edificios que rodean el sitio, quienes se dedicaron a encender y apagar las luces de sus departamentos.

Entre los presidentes visitantes, dos madrugaron. Obama salió muy temprano a pasear por las esclusas del Canal de Panamá, un milagro de la ingeniería de principios del siglo XX.

Otra de las actividades de su apretada agenda fue su presentación ante el Foro de Negocios, donde, frente a los presidentes de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén; Guatemala, Otto Molina Pérez, y Honduras, Juan Orlando Herández, recordó su compromiso de canalizar a Centroamérica un millón de dólares para impulsar proyectos de desarrollo para frenar la masiva e imparable migración hacia el norte.

El otro madrugador fue Evo Morales, quien para empezar el día acudió a una escuela popular en la ciudad aledaña de Colón para entregar computadoras a los niños.

Ese mismo espacio fue escenario, la noche del jueves, del primer concierto que el trovador Silvio Rodríguez ofrecía en este país. Como una historia común para los cubanos, desgarrados por la polarización, a pocos kilómetros de ahí, su hijo y homónimo Silvio Rodríguez ofrecía otro concierto, pero éste para la comunidad de anticastristas. Su nombre artístico es Silvito el Libre y es hiphopero y disidente.