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Viacrucis
La Pasión reúne a millones de fieles

Iztapalapa, paisaje de sincretismo

Es la representación más grande del mundo

Paramédicos, policías y romanos vigilan el recorrido

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La representación del viacrucis en Iztapala es la más concurrida del paísFoto Pablo Ramos
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Procesión de Semana Santa en CuajimalpaFoto José Antonio López
 
Periódico La Jornada
Sábado 4 de abril de 2015, p. 2

Ayer, en la Montaña del Calvario, a las 16:30 horas, Jesús de Nazareth murió crucificado y más de 2 mil nazarenos mexicanos apuntaron sus pesadas maderas hacia él para rendirle homenaje, en el fin de la representación 172 de la Pasión de Cristo en Iztapalapa.

Fue el fin de una larga jornada que comenzó a las ocho de la mañana. La noche previa los pasajes bíblicos incluyeron los sucesos de la última cena y del Huerto de los Olivos.

Al filo de las dos de la tarde, Jesús de Nazaret fue golpeado y humillado como hace 2 mil años, una vez que fue llevado ante Poncio Pilatos y Herodes; el primero se lavó las manos luego de que la turba optó por liberar a Barrabás. El determismo histórico se cumplió y lo fatal no por consabido dejó de sorprender.

Fue la Pasión del Cristo en Iztapalapa, que reúne multitudes, la masa y el poder.

La Semana Santa, que tiene como escenario portentoso el Cerro de la Estrella, convertido este día en Gólgota, en el Monte de la Calavera, en el Monte Calvario, es un paisaje de sincretismo.

Desde las ocho de la mañana los personajes de los diferentes pasajes bíblicos comenzaron a aparecer, para seguir la narración: la última cena de Jesús con sus discípulos, los apóstoles a los que les cantó el gallo; Judas cumplió su destino de ser el traidor, el vendedor del Hijo del Hombre. Jesús alejó el cáliz que su padre le invitó para cambiar la rueda de la historia. Y no se hizo su voluntad…

Preso, como a un personaje kafkiano, el poder anuló la individualidad de Jesús.

Miles atestiguan, como cada año. ¡Justicia, justicia, justicia!, se escucha una y otra vez. Los ángeles sólo ven, impotentes.

Todo comenzó en la calle 5 de Mayo. Una larga procesión marcó el último día de Jesús en la tierra. En la Macroplaza y en el Jardín Cuitláhuac se suceden los pasajes bíblicos. Los asistentes llegaron con trabajo desde diferentes puntos de la ciudad, del país y del orbe. El cerco hacia el oriente comenzó en Santa Cruz Meyehualco.

En Cerro de la Estrella, Iztapalapa y otras estaciones del Metro, ríos de personas se adelantaron rumbo al Gólgota, para esperar el paso de Cristo.

Nieves, aguas, paletas, fruta, jugos… todo lo imaginable para saciar la sed y aguantar el sol a plomo. Niños de brazos reflejan una escena dramática sólo posible por la fe. Son medio tapados por sus padres. El mercado es una variedad de colores, olores y sabores. Desde quesadillas hasta pescados al mojo de ajo.

Los romanos a caballo transitan de un lado a otro y se confunden, se mezclan, con los policías, los agentes del orden.

Pasantes de medicina y paramédicos miden la presión sanguínea, la glucosa, atienden a los mareados y a los insolados. Se acercan las tres de la tarde, la hora del fin. Es el viacrucis.

Son 150 personajes principales, para un total de 5 mil participantes; todos costearon su traje, hasta los detalles más ínfimos. Todo para que más de 2 millones vean, o medio vean, una historia que se renueva y que los viejos repiten a sus nietos e hijos.

Jesús es juzgado por sedición, blasfemia, incitación al desorden, por facineroso, por atrevido, por provocar tumultos, por malechor, por profano, por pedir que no se paguen impuestos al césar, por corruptor, por alterar el bien común...

Han triunfado los fariseos y se condena a Jesús a ser crucificado donde muere lo peor del ser humano, por creerse Dios, siendo en realidad un hombre común, hijo de un artesano y una mujer llamada María.

Sacerdotes, escribanos y fariseos pidieron el mayor castigo para el que Herodes llama falso profeta.

Su madre llora. En la calle Aztecas se da la primera estación, segunda en Ayuntamiento, tercera en Cuauhtémoc... hasta la séptima, en el Cerro de la Estrella.

Los romanos le quitan el manto a jalones, despellejándolo, porque la carne está pegada a la tela. La agonía será rápida. Muere entre el llanto de su madre y María Magdalena. Llevan su cuerpo al santo sepulcro. Hay luto... hasta dentro de dos días.

Daniel Agonizantes, de 25 años, quien desarrolló el papel de Jesús, afirmó que no sufrió por el sol porque por una vez en su vida estuvo cerca de Dios, en la cruz.

Así fue la representación, la escenificación más grande del mundo.