Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Director: Iván Restrepo
Editora: Laura Angulo
Número Especial marzo abril 2015 No 198

Presentación

Del 29 de noviembre al 14 de diciembre pasado se celebró en Lima, Perú, la conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, denominada COP20 por sus siglas en inglés. Esta vez su objetivo principal era elaborar un borrador para el nuevo acuerdo mundial sobre el calentamiento global que reemplace al Protocolo de Kioto. Debe aprobarse en diciembre próximo en París y modificar el sistema actual de producción, causante del aumento de un 2.2 por ciento anual en gases de efecto invernadero.

Todos los estudios apuntan a que si no se baja este ritmo, la temperatura promedio del planeta subirá unos cuatro grados centígrados hacia el final del siglo con efectos terribles. Entre ellos se menciona la disminución de las reservas de agua por derretimiento de los glaciares, sequías, pérdida de tierras cultivables, mayor calor en las ciudades y el campo, nuevas plagas y enfermedades, huracanes más frecuentes y destructivos, migraciones masivas desde el sector rural por falta de agua para la vida humana y la producción.

En la capital peruana se esperaba que Estados Unidos, China y los países europeos divulgaran sus compromisos para reducir sus emisiones de gases con efecto invernadero y así alentar a hacerlo al resto de naciones. Cabe señalar que estos tres grandes conglomerados industriales, junto con Canadá y Japón, generan las dos terceras partes de los gases de efecto invernadero.

También se creyó que la reunión terminaría exitosamente a fin de asegurar en París la firma de un acuerdo vinculante que limite a dos grados centígrados el calentamiento climático global. Pero ni China ni Estados Unidos, que el año pasado establecieron un compromiso conjunto en torno al cambio climático, dijeron algo más de lo ya conocido. Igual, los demás grandes generadores de gases de efecto invernadero.

Como en las cumbres anteriores, la participación fue multitudinaria: más de 15 mil visitantes pertenecientes a las delegaciones oficiales de 196 países, las organizaciones ambientales, los científicos y los empresarios. El gobierno peruano gastó casi 60 millones de dólares solo para construir en el cuartel militar de Lima el espacio donde se efectuaron más de 200 reuniones durante los días que duró la COP20 y que fueron cubiertas por 900 periodistas de todo el mundo.

Precisamente en Lima, las organizaciones gubernamentales y reconocidos especialistas señalaron cómo desde el mismo momento en que se estableció el Protocolo de Kioto para atacar las causas que ocasionan el calentamiento global del planeta, se ha consolidado el sistema económico que propicia la generación de gases de efecto invernadero. Por eso, los acuerdos de la COP20 fueron tan limitados y eludieron el fondo del problema.

El problema de fondo lo define muy bien la reconocida investigadora canadiense Naomi Klein cuando afirma que los últimos 25 años se ha intentado “acomodar las necesidades del planeta a la ideología del capitalismo de mercado, que exige el crecimiento constante y el máximo beneficio, con resultados desastrosos”. Dado que el sistema económico vigente le declaró la guerra al planeta, agrega Klein, hoy se necesita una respuesta radical que cambie el actual estado de cosas: “una insurrección contra las elites políticas y económicas”.

Que ya vivimos los efectos del modelo económico vigente se comprueba en el caso de América Latina. Diversos textos reunidos en este número de La Jornada Ecológica ilustran lo que sucede, lo mismo en el sur que en el centro y norte del continente. Son un buen diagnóstico de la situación que en cuanto al cambio climático presenta la región con vista a la próxima Cumbre de París. El lector podrá comprobar, además, que el territorio latinoamericano y quienes en él viven sufren ya los desajustes fruto del modelo económico vigente, depredador de recursos y en nada solidario con la inmensa mayoría de la humanidad.

Números anteriores

Correos electrónicos: