Opinión
Ver día anteriorViernes 20 de marzo de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Tartamudos
H

oy día vemos con mucho placer que cada vez avanza más y más la atención a los discapacitados. Yo me puedo imaginar que los logros que se han alcanzado para hacer que este grupo social tenga cada vez mejores condiciones para enfrentar sus capacidades diferentes han enfrentado alguna que otra barrera a lo largo del tiempo.

De seguro que la lista de discapacidades debe ser lamentablemente muy larga, pero hay una que desconozco si se le considera como tal, pero sobre la cual poco se habla. Ésta es la tartamudez, que se define como un trastorno caracterizado por interrupciones de la conducta motora del habla que produce repeticiones de sonido y sílabas, además de generar sonidos prolongados y palabras quebradas. Es importante reconocer que la tartamudez es un desorden motor y que, como tal, es miembro del grupo de alteraciones del circuito neuronal de los ganglios basales, o sea, un grupo de estructuras cerebrales que interviene en el movimiento. La tartamudez tiene un impacto negativo en la calidad de vida, en relaciones interpersonales, oportunidades de empleo, capacidades laborales y tiene además costos financieros importantes para quien la padece. Aparentemente esto se presenta en uno por ciento de la población.

La etiología y la patofisiología de la tartamudez no se entienden ni se conocen muy bien. Existen una gran cantidad de estudios que asocian este padecimiento con una compleja red de estructuras cerebrales y es hoy difícil de discernir cuáles son las más importantes, porque además hay, en términos generales, dos tipos de tartamudez. Una es llamada la tartamudez persistente del desarrollo, que frecuentemente se manifiesta en niños de entre 2 y 4 años de edad. En un gran número de niños se mejora espontáneamente, pero en muchos persiste hasta la edad adulta.

En términos muy generales, los tartamudos padecen una función inadecuada entre la red del lenguaje y la relación temporal entre las regiones premotoras y las motoras primarias, lo cual genera una mala articulación y mala preparación motora para el habla y la generación de la prosodia correcta.

Existe también la tartamudez neurogénica, adquirida debido a lesiones cerebrales, y aquí las áreas involucradas son básicamente los ganglios basales, zona que controla los movimientos y donde está involucrado el neurotransmisor dopamina. En el caso de los tartamudos, todo parece indicar que en ellos se presenta un aumento anormal en las vías mesocorticales dopaminérgicas. Existe también la posibilidad de que la tartamudez represente una forma de distonía de los músculos orofaciales. En todo caso, cualquiera que sea su origen, está claro que la tartamudez es una alteración asociada con una carga social y sicológica muy pesada para el que la padece. Por esto es importante reconocer que este padecimiento tiene su origen en una serie muy diversa de alteraciones cerebrales y de difícil tratamiento. Se debe procurar considerar a la tartamudez no como una curiosidad o una condición sobre la cual se hacen a veces burlas, sino como un grupo social con capacidad diferente y sobre la cual, el que la padece poco puede hacer y, por lo tanto, se merecen nuestro respeto, como el de cualquier individuo con capacidades diferentes.