Opinión
Ver día anteriorLunes 2 de marzo de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Obediencias
¿A

quién? ¿A qué? ¿De qué se trata esto de obedecer? ¿De cuál mando se trata?

No es común que el capital reconozca su naturaleza autoritaria. Los capitalistas, al contrario, hablan continuamente de democracia. Quieren mantener la ilusión de que los ciudadanos mandan, de que vivimos en una auténtica democracia.

Es novedad, por eso, lo que ocurrió el pasado 13 de febrero. Al celebrar un convenio con las secretarías de Marina y Defensa los representantes del capital no se mordieron la lengua. Los cuarteles del Ejército son, para ellos, las entrañas de la sociedad mexicana, la parte más íntima de nuestro ser. Eso dijo el Consejo Coordinador Empresarial.

Es cierto. La violencia es el principio regulador del Estado-nación. Se da al gobierno el monopolio de la violencia legítima para que cumpla su función de control, en nombre de la seguridad y la protección de los ciudadanos. Es el principio que permitió la expansión del capital desde que nació. La acumulación capitalista no es un tránsito idílico, forjado con trabajo duro, ahorro y austeridad: se basa en saqueo, despojo y control, y por eso necesita la violencia, la coerción. Esa es la verdadera entraña de un régimen que se pretende democrático.

Es novedoso y preocupante que los capitalistas lo proclamen abiertamente y reconozcan que la parte más íntima de su ser está en el uso de la fuerza. Es igualmente novedoso que proclamen su autoridad. Por ningún motivo permitiremos que se metan en los cuarteles, dijeron. Ante los responsables de las fuerzas armadas, los dirigentes empresariales remarcaron quién manda en el país, a quién deben obedecer esas fuerzas, a cuál facción se debe el Ejército.

Todavía más. Como en la guerra actual los militares no pueden portarse como damas, debe dárseles cobertura jurídica para que se puedan mover y defender. No debemos dejarlas indefensas. Hay que garantizar su ­impunidad.

Con razón el dirigente de los pequeños comerciantes denunció de inmediato el desaguisado: “¿Quién es él (el representante del Consejo Coordinador Empresarial) para impedir o permitir el acceso a los cuarteles?... Parece una amenaza de que los dirigentes empresariales estarán en la puerta de los cuarteles para impedir el paso a los padres de familia… como si él mismo fuera a estar en la puerta con una metralleta”.

Es útil tener esa evidencia. Los capitalistas mexicanos que tienen en Estados Unidos montos equivalentes al de la deuda externa de México se atreven hoy, ante las fuerzas armadas y el propio gobierno, a proclamar que son ellos los que mandan. Aceptan aquí, ahora, lo que se hizo evidente en quienes les sirven de modelo, cuando las corporaciones privadas tomaron control del proceso electoral en Estados Unidos y los de Ocupa Wall Street dijeron en voz alta lo que todos sabían: los representantes democráticamente elegidos están al servicio del 1 por ciento, no del 99 por ciento.

Quienes ven la coyuntura electoral como oportunidad de afirmación ciudadana reaccionan ante ese estado de cosas. Buscan, con diversos procedimientos, anular formal o simbólicamente las elecciones. Ciudadanas y ciudadanos estarían diciendo a las clases políticas que ya no creen en ellas ni en su procedimiento para perpetuarse; que quieren deshacerse de la banda inepta y criminal que se ha incrustado en el gobierno y los partidos; que se están organizando desde abajo para asumir la función de gobernarse y aprender a mandar obedeciendo en una auténtica democracia.

Las clases políticas llaman ingenuos, o peor aún, vendidos, a quienes impulsan esas opciones. Así los condenó AMLO el 18 de febrero, al exigir masiva participación ciudadana en la jornada electoral. Sólo así, dijo, se podrá sacar a la mafia del poder. Pero es esa ingenuidad, precisamente, la que ciudadanas y ciudadanos ya no aceptan. Consideran ilusorio pensar que bastaría cambiar la composición de fuerzas en el Congreso, votando por Morena, para deshacerse de esa banda criminal y empezar la reconstrucción del país.

No hay consenso claro sobre qué hacer ante las elecciones mismas y sobre todo después, una vez que tengan lugar. Lo que resulta cada vez más claro, para ciudadanas y ciudadanos, es que el agresivo circo electoral será un ejercicio enteramente autoritario y represivo, con diversos tipos de armas: balas, cárceles, medios, programas sociales... Necesitan prepararse para esa amenaza y las que siguen, a medida que se acentúa la obediencia cínica del gobierno y las clases políticas a los dueños del capital y se recurre cada vez más a la fuerza para controlar a la población. La única manera de enfrentar ese peligro es organizarse desde abajo y ejercer cabalmente la libertad en ámbitos en que se manda obedeciendo, en los cuales obedecer expresa vocación de servicio y no subordinación abyecta y en los que mandar es sólo otra forma de obedecer.