Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Mensual  Director: Iván Restrepo
Edición: Laura Angulo   3 de febrero de 2015
Número Especial

¿Qué significa una zona muerta
en el océano?

Nancy Rabalais
Louisiana Universities Marine Consortium
Correo electrónico: [email protected]
Gabriela Valdés
Centro del Cambio Global y la Sustentabilidad en el Sureste
Correo electrónico: [email protected]

La salud del océano y la costa está directamente relacionada con el manejo apropiado de las cuencas de los ríos. También lo están los flujos de agua dulce y el medio ambiente marino. El 80 por ciento de la contaminación marina proviene de fuentes terrestres. En los países en desarrollo, más del 90 por ciento de las aguas residuales y el 70 por ciento de los desechos industriales son vertidos sin tratamiento a las aguas superficiales, contaminando así las fuentes de abasto de agua y las costeras.

No solo la calidad del medio ambiente está en peligro, sino también la salud y bienestar de millones de personas que dependen de los recursos costeros y marinos como su fuente primaria de alimento e ingreso. En muchas regiones del mundo la combinación de los cambios en el ecosistema y la intensa presión humana rebasan la ganancia producida por una adecuada planeación costera y por la toma de decisiones correcta.

De ese modo, la restauración de los ecosistemas perdidos o deteriorados es por mucho más costosa que las acciones de prevención. Por todo ello, lograr un desarrollo sustentable en las áreas costeras es una prioridad en el campo del medio ambiente del planeta.

Los ríos constituyen una fuente importante de contaminantes del Golfo de México. En sus trayectos, reciben las descargas domiciliarias con alto contenido de materia orgánica, residuos industriales, desechos agrícolas, entre otros. Todo ello afecta la calidad del agua, la existencia de especies, el equilibrio ecológico y los recursos naturales en general.

Un ejemplo bien documentado de eutrofización es el caso de los sistemas fluviales del Misisipi y Atchafalaya en Estados Unidos, en los cuales, se ha reportado una descarga promedio anual de 1.2 millones de toneladas métricas de nitrógeno y 0.1 millones de toneladas métricas de fósforo en el norte del Golfo de México. Los aportes agrícolas son los más importantes.

El monitoreo constante durante varias décadas ha permitido conocer las causas y los efectos de la eutrofización (como los florecimientos algales nocivos y la hipoxia) en esta región. Igualmente, la formulación y aplicación de modelos matemáticos para predecir dichos fenómenos y establecer programas de manejo ambiental.

En cuanto a México, la región hidrológica Grijalva-Usumacinta es la más grande y compleja del país. Se integra por innumerables cauces que se concentran en las cuencas bajas, principalmente en Tabasco y una porción en Campeche. Descargan en forma conjunta en el sur del Golfo de México un volumen promedio anual de 147 km3, equivalentes al 30 por ciento de las corrientes del país.

Durante varias décadas las actividades antrópicas en la cuenca del Grijalva-Usumacinta han cambiado drásticamente su geomorfología, alterando el cauce de los ríos y disminuyendo la cobertura vegetal. Principalmente los cultivos y pastizales son los que se han expandido ocupando áreas en las cuales antes había manglares, selvas y bosques.

Aunque los nutrientes se encuentran de forma natural en los ecosistemas acuáticos y son primordiales para la productividad primaria, el suministro adicional asociado al incremento de la producción agrícola en zonas adyacentes, provoca un exceso en las concentraciones en cuerpos de agua receptores. Éstas, a su vez, producen eutrofización que estimula la proliferación de los productores primarios, como las macroalgas y el fitoplancton, al igual que especies nocivas.

Como resultado se genera una alta producción de materia orgánica y altas tasas de respiración microbiana que conllevan la disminución de la concentración de oxígeno disuelto (hipoxia) en las capas sub-superficiales de la columna de agua. El resultado es la mortandad de organismos acuáticos, la pérdida de biodiversidad y el detrimento y amenaza a las pesquerías.

La hipoxia en zonas costeras y estuarios ocurre principalmente cuando las diferencias de temperatura y salinidad entre las capas superficiales y profundas conducen a la estratificación de la columna de agua, lo cual provoca mayor acumulación de materia orgánica y altas tasas de respiración por debajo de la picnoclina y en sedimentos, donde la concentración de oxígeno disuelto disminuye a niveles inferiores de 2 mgL-1.

Como resultado, los organismos no pueden sobrevivir. El término “zona muerta” a menudo se utiliza para definir la ausencia de vida en áreas desprovistas de oxígeno. La incidencia de áreas de hipoxia se ha incrementado en las zonas costeras y estuarios de todo el mundo y son una amenaza ambiental además de las graves pérdidas económicas que ocasiona.

El tamaño y la duración de las actuales áreas costeras con hipoxia varían en órdenes de magnitud.

El Golfo de México está fuertemente influenciado por dos principales sistemas fluviales: el río Misisipi, que desemboca en la porción norte del Golfo y el sistema Grijalva-Usumacinta, que descarga en la región sur. La cuenca del Misisipi es una de las áreas con mayor producción agrícola del mundo y uno de los efectos de ello es el enorme aporte de nutrientes a lo largo de su cauce y en el ambiente marino. Alrededor del 10 por ciento de las descargas es regulada mientras que el 90 por ciento restante proviene de fuentes difusas que son arrastradas hacia el medio marino.

Lo anterior da por resultado la presencia de zonas con hipoxia, detectadas a partir de la década de los cincuentas a nivel global. Han sido estudiadas y monitoreadas desde 1985 en el norte del Golfo de México, lo que ha permitido una mejor comprensión de las causas y consecuencias de este fenómeno.

En contraste, para la región sur del Golfo no hay estudios publicados acerca de eventos de hipoxia. La información disponible se limita a unos cuantos trabajos en donde se mencionan algunas zonas potencialmente con hipoxia.

Sin embargo, la importancia de la producción agrícola y otras actividades antrópicas que se realizan en la cuenca del Grijalva-Usumacinta pone de manifiesto su relevancia en el aporte de nutrientes en el sur del Golfo. Un asunto que se debe considerar en futuros estudios a fin de determinar y analizar las zonas potencialmente con hipoxia.

La zona de hipoxia del norte del Golfo de México afecta los ecosistemas marinos y costeros, así como a diversas formas de vida marina. Es la segunda más grande del mundo, solo por debajo de la zona muerta del mar Báltico de aproximadamente 70 mil km2. Cuando los niveles de oxígeno disminuyen, los organismos móviles abandonan las zonas de hipoxia en busca de áreas saludables, mientras que los organismos sésiles, conforme la concentración de oxígeno desciende a cero, experimentan diferentes niveles de estrés hasta la muerte.

Los resultados de los estudios realizados en México muestran que en el sur del Golfo se presentan condiciones especiales que, aunadas al posible exceso de nutrientes provenientes de la cuenca del Grijalva-Usumacinta, podrían desencadenar florecimientos algales nocivos y gran carga de materia orgánica que, en presencia de una estratificación del agua, puede ocasionar hipoxia.

La falta de información al respecto evidencia la necesidad de sumar esfuerzos para realizar investigación científica sobre la materia. Son urgentes estudios de hidrología, flujos de nutrientes, florecimientos algales nocivos, entre otros. Realizarlos a escala espacio-temporal de tal forma que sean punto de partida en la generación de datos sobre zonas de hipoxia en la región sur del Golfo de México. Sería la mejor forma de ofrecer soluciones y alternativas de manejo a las instancias oficiales responsables de administrar los mares y costas del país. Y a la vez, tratar las aguas residuales de las ciudades que van a dar a los principales ríos, los cuales tienen como destino final el mar.

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