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Suplemento Mensual  Director: Iván Restrepo
Edición: Laura Angulo   3 de febrero de 2015
Número Especial

El Golfo de México:
joya de la riqueza marina

Rosa Martha Padrón
Universidad Juárez Autónoma de Tabasco
Correo electrónico: [email protected]

El Golfo de México es un mar semicerrado localizado entre latitudes tropicales y subtropicales que incluye una amplia variedad de hábitats marinos. Como uno de los 64 grandes ecosistemas marinos del mundo, es de los de mayor importancia económica dentro de las zonas económicas exclusivas de México y Estados Unidos.

Con una superficie de mil 623 millones de km2, genera una producción pesquera anual cercana al millón de toneladas, sin contar la gran cantidad de descartes generados por la pesca. Destaca por su gran diversidad de hábitats y ecosistemas marino-costeros tropicales y templados que incluyen estuarios, fondos blandos en aguas someras, fondos rocosos, comunidades arrecifales y una gran extensión de mar profundo. No menos importantes son sus recursos marinos vivos.

Más de 300 especies hacen parte de las pesquerías locales (peces, crustáceos, moluscos, equinodermos y otros invertebrados), además de otros recursos marinos vivos con valor ecológico único en la estructura trófica: aves, mamíferos y tortugas marinas.

El Golfo de México está parcialmente conectado con el Océano Atlántico a través del estrecho de Florida, y con el Mar Caribe, por el canal de Yucatán. En el Golfo de México desembocan las descargas de los principales ríos de Norteamérica: la sección mexicana recibe el 60 por ciento de la descarga nacional de los ríos y tiene el 75 por ciento de la superficie de ambientes estuarinos. En la parte de Estados Unidos, el río Misisipi descarga un promedio de 580 km3 de agua dulce por año en el norte del Golfo y es responsable de cerca del 90 por ciento del influjo de agua dulce hacia él.

La región costera del Golfo de México es particularmente vulnerable a cambios climáticos por su topografía relativamente plana, altas tasas de subsidencia terrestre, abundantes sistemas de captación y distribución de agua, extenso desarrollo litoral y periódica exposición a intensas tormentas tropicales. Según la información histórica climatológica de Estados Unidos, la temperatura regional costera del Golfo muestra un patrón ascendente desde principios de siglo XX al presente, con la excepción de un periodo de enfriamiento a mediados del siglo pasado.

La productividad en estas áreas se ha visto modificada en años recientes debido a varias causas. Entre ellas destacan la destrucción de hábitats por desarrollos costeros que impactan la conectividad y resiliencia de los ecosistemas; la eutroficación (exceso de materia órganica) que afecta, entre otras cosas, la calidad de agua y los recursos vivos; la disminución de la calidad, cantidad y periodicidad de suministros de agua dulce al Golfo, lo que incide en el balance entre entradas, transformación y exportación de materia y energía entre los ecosistemas tierra adentro y en los costero-marinos.

La eutroficación y otros problemas relacionados (como hipoxia y el florecimiento de algas), están dispersos en el Golfo de México y favorecen la presencia de “zonas muertas” cerca de la desembocadura del Misisipi y de la laguna de Términos, por ejemplo.

Uno de los principales problemas para llevar a cabo un plan de gestión armónico y homogenizado para todo el Golfo de México es la gran diferencia que existe entre los países en la forma de evaluar la condición costera y la calidad del agua, así como la falta de programas de monitoreo para apoyar la toma de decisiones.

El Golfo de México es una de las más importantes áreas de explotación petrolera del mundo. Por ello, cuenta con una gran cantidad de instalaciones asociadas a esa industria en México y Estados Unidos. El derrame en el año 2010 del pozo petrolero Macondo 252 fue una clara advertencia de la urgente necesidad de tomar acciones para prevenir accidentes. Dicho desastre además mostró las limitaciones del conocimiento actual sobre el destino y efecto de los derrames petroleros en el mar profundo.

Además de las actividades petroleras, otras fuentes de contaminación del Golfo de México proceden de diversas ramas industriales, las aguas residuales urbanas y las de uso agrícola. Las urbanas contienen no sólo materia orgánica y patógenos, sino también hidrocarburos, metales, plaguicidas, productos farmacéuticos y de cuidado personal. Las plantas de tratamiento de agua residual no están diseñadas para eliminar estos contaminantes lo que conlleva un riesgo para el medio marino y la población humana.

Los recursos pesqueros del Golfo enfrentan varias amenazas, principalmente por la explotación comercial intensiva que no observa las normas mínimas que permitan el uso de los recursos de manera sostenible en el largo plazo. A ello se agregan los desperdicios plásticos, convertidos en problema dominante de contaminación marina global debido a su durabilidad. Los equipos pesqueros modernos (construidos con fibras sintéticas) constituyen hoy la principal fuente de desechos en los océanos. Las artes de pesca perdidas y sus desperdicios han causado la disminución de las poblaciones de mamíferos marinos.

La población estadounidense del Golfo se ha incrementado 103 por ciento desde 1970 y 150 por ciento desde 1960. Estos cambios poblacionales han originado construcción de infraestructura y pérdida de hábitats costeros. Humedales, marismas y pantanos son drenados para uso agrícola y expansión urbana. En la parte del Golfo que pertenece a México, habitan casi 18 millones de personas, de las cuales viven en pobreza más del 40 por ciento. Los estados con menor número de municipios, Quintana Roo y Campeche, son al mismo tiempo los que presentan la mayor concentración demográfica. Destaca el caso de Quintana Roo, donde el municipio Benito Juárez (Cancún) agrupa casi la mitad de la población del estado.

Aunque muchos de los cambios en las actividades económicas y los patrones de asentamiento tienen sólo efectos locales o nacionales inmediatos, a mediano y largo plazos ocasionarán una mayor presión migratoria tanto local como externa, afectando en diverso grado los ecosistemas y hábitats.

Por otro lado, el cambio climático es ya un problema transversal en la región del Golfo de México y el Caribe Mexicano. Debe abordarse conjuntamente por los tres países con intereses directos en dichos espacios geográficos. Diversos modelos han demostrado que el actual cambio climático puede atribuirse a fuerzas antropogénicas, particularmente a los gases de efecto invernadero. Sobre este asunto, algunos de los complejos petroleros más importantes de Estados Unidos ubicados en el Golfo de México figuran entre los mayores emisores de dióxido de carbono.

El aumento del nivel medio del mar a lo largo de la costa del Golfo es más dramático que la media mundial. Inunda gradualmente humedales y tierras bajas; erosiona playas y aumenta las inundaciones costeras. Es una amenaza para la infraestructura establecida en el litoral, mientras eleva el nivel freático del agua y aumenta la salinidad de los ríos, bahías y acuíferos. Todos estos cambios incrementan la pérdida de hábitats y biodiversidad.

La acidificación del Golfo de México (vinculada, como el cambio climático, al aumento de concentraciones de CO2 atmosférico) es una de las más graves amenazas a la biodiversidad. Esto es así por la significativa sensibilidad de las zonas de arrecifes en el Golfo y el Caribe y las consecuencias negativas para algunas especies de plancton, básica en las redes tróficas del mar.

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