Opinión
Ver día anteriorMiércoles 28 de enero de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Andanzas

Del espíritu de la danza

E

se halo, ese impulso ancestral, una fuerza espiritual y emocional incontenible ha obligado a la criatura humana a moverse más allá de la caminata o la carrera en pos de la intensa necesidad de transmitir y expresar sus profundas emociones, de comunicarse con sus semejantes.

La danza contiene el júbilo, la fuerza de la vida, la ceremonia o la celebración intensa, en la que la incontrolable emoción del cuerpo habla más allá del binario ritmo del pálpito del corazón, ritmo convertido en figuras y estructuras, en las que la danza crece y florece glorificando la vida.

Largo ha sido el camino de esta estructura corporal más allá del primitivo impulso del trabajo o la invocación de divinidades y espíritus. Dios y demonio, el hombre ha sabido construir, así como destruir, llevando siempre consigo la estructura sicofísica de la danza, aunque ha habido –tal vez aún existan– sociedades, pueblos o grupos que han considerado estúpido y hasta pecaminoso el placer de danzar; simplemente niegan o son incapaces de entregarse a este impulso extraordinario.

La danza lleva consigo la celebración de la vida, la vivencia de la alegría y del amor, el fervor de la celebración, la fecundación o el nacimiento de la existencia, así como el violento reto de la guerra y el paso lento del sepelio. Está encapsulada siempre en lo más profundo del espíritu humano, que si no baila, le gusta ver bailar.

A usted, ¿le gusta la danza?.. porque la danza, alojada en lo más profundo de los pueblos y culturas, ha recorrido un infinito trayecto para descifrar sus secretos, reglas y estructuras, naciendo así múltiples formas, expresivas todas: el ballet y la danza moderna, contemporánea, folclórica, social o divertida. La danza siempre está ahí, como algo intrínseco y latente que todos llevan en sí, aun los que nunca han bailado, porque no pueden, no quieren o les da pena o hasta simplemente la detestan.

La danza siempre emerge del cuerpo como algo propio y natural, incontrolable y profundo que realmente contiene el género humano. No es en balde que se ha dicho –no recuerdo quién, pero nunca lo olvidé, aunque creo que lo leí por ahí de niña y me conmovió profundamente– que quien no danza, desconoce el sentido de la vida. Así, inútiles fueron las prohibiciones y castigos a lo largo de la historia de la humanidad para los que mostraban ligereza o pecaminosidad al bailar o para los que simplemente eran aficionados a la danza, o para las bailarinas, aunque sólo fuera por la manía de prohibir, censurar y controlar la vida de la gente.

Sin embargo, la danza, ya expresada en reglas y sistemas, métodos o tradiciones, libre, natural o suelta, es el corazón de los pueblos, la vida de la juventud, porque es surgida del surco de la tierra, del fuego, de los vientos, del cielo, del mar y de la naturaleza de la vida que nos da alimento, es parte de nuestro organismo. Insertada en el corazón del folclor, con sus vestuarios, música y costumbres, la danza arropa, contiene; es el espíritu de los pueblos, de la gente.

Es por eso que el secreto de la danza es antiquísimo, latente, siempre está donde hay vida humana, en la más honda expresión del lenguaje arquitectónico del movimiento del cuerpo; es ritmo forma y pensamiento. La danza es celosa y posesiva, devora la vida de los que se la entregan. Nunca se olvida; está arraigada en los velos del recuerdo y en la sensación incomparable de bailar.

Así, los bailarines profesionales parecen ser una raza gregaria, distinta, amarrados para siempre en la magia, el hechizo de la danza, en su soledad y sus placeres fabulosos al saber bailar, sentir y expresar, mostrar el lenguaje profundo de la forma, la idea y su ritmo, galopando en la música o simplemente en el rítmico sonido de los pies machacando la tierra, jugando con el viento, saludando al sol.

Qué maravilla que en estos tiempos el desarrollo de las sociedades, en específico la de México, parece haber dado más espacio y soporte a la danza mexicana, a esos cientos, tal vez miles de jóvenes que intentan encontrar en ella la razón de su existencia, entregando sus vidas y su tiempo al servicio incomparable del arte.

Queda a las autoridades, aun sólo con buena voluntad, ya que no es fácil el mundo de la danza, insertar esta juventud en el desarrollo de la sociedad con un proyecto global de artistas y maestros que tengan capacidad de transmitir en el aula o expresar en el foro el espíritu de la danza.

¿Bailamos?...