Opinión
Ver día anteriorLunes 26 de enero de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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La lección de Grecia
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ynaspismós Rizospastikís Aristerás (Syriza) o Coalición de la Izquierda Radical es un partido de diversos orígenes: comunistas, trotskistas, maoístas, ecologistas, altermundistas, anticapitalistas y antineoliberales. Es resultado de la unión de corrientes izquierdistas convencidas de que sólo unidas podrían obtener resultados para dar un necesario viraje a la situación crítica de Grecia. El gran mérito de los participantes es haber pospuesto sus diferencias y juntarse por aquello que les es común y que, desde luego, no comparten sus adversarios de derecha, que son también poderosos.

Representan una rectificación de las posiciones de los partidos tradicionales de las izquierdas en ese país, especialmente de los socialdemócratas y de los comunistas, tendencias políticas que han perdido apoyos no sólo en Grecia, sino en la mayoría de los países de Europa y, sin riesgo de exageración, de América Latina. Ganó las elecciones por más de ocho puntos sobre su adversario de derecha (Nueva Democracia), lo cual será un experimento de nueva política muy importante y quizá más significativo, en varios sentidos, que el triunfo de Allende en Chile, en 1970. Las probabilidades de que con este triunfo haya un golpe de Estado son muy bajas, por no decir nulas, pese a que Grecia ya ha vivido dictaduras militares absolutamente intolerantes en el pasado. Todos recordamos la notable película de Costa Gavras titulada Z, basada en la novela de Vassilis Vassilikos, una denuncia de la dictadura militar en ese país, no muy diferente de las dictaduras de Brasil en esos momentos y posteriormente de otros países de la región. Se piensa, sin embargo, que esos tiempos son ahora irrepetibles en Europa y que a nadie le conviene en ese continente tener una dictadura militar en su territorio.

La lección de este triunfo para México es, en mi opinión, muy positiva. El viejo dicho que decía la izquierda unida jamás será vencida cobraría importancia si nuestras izquierdas tuvieran conciencia histórica y mayor honestidad del papel que podrían jugar en la salvación del país. Se ha demostrado, sobre todo en 1988 y en 2006, que los intereses de las derechas de y en México no han permitido que las izquierdas lleguen el poder, que significa la Presidencia de la República, y esto a pesar de que ninguna de las organizaciones de nuestra amplia izquierda electoral es anticapitalista ni realmente socialista. Pero que hasta ahora los intereses de la derecha se hayan impuesto, incluso con trampas inocultables, no quiere decir que las izquierdas estén destinadas a fracasar permanentemente.

¿Qué les falta a nuestros partidos de izquierda para coligarse y presentar un frente unido contra sus adversarios naturales e históricos? Responsabilidad y consistencia de principios y programas más allá de lo que dicen sus documentos fundamentales. Pero, sobre todo voluntad, visión política y protagonismos mucho más modestos que los existentes.

Hay una iniciativa de Ifigenia Martínez Hernández y Francisco Estrada Correa, conocida como Mesa Permanente de las Izquierdas, que ha venido promoviendo la unidad de las izquierdas para las próximas elecciones. Quizá la idea será más afectiva para las de 2018 en que se juega la Presidencia del país. Ya se ha demostrado que los frentes electorales lejos de perjudicar a los partidos les han servido, incluso para que los más o menos pequeños conserven su registro como tales. Ya debería estarse trabajando con ese propósito.

No se me escapan las grandes diferencias, comenzando por las personales, entre los dirigentes de los partidos que se dicen de izquierda. Empero, no es imposible que esas diferencias se pospongan por una causa muy superior a la de sus propios intereses: el país. Quitarle el poder presidencial y de ser posible parlamentario a los partidos de derecha, y además con tal cantidad de votos que les impida hacer trampas otra vez, no es un reto sencillo, pero tampoco impensable.

El ejemplo de Grecia está ahí para quien quiera entenderlo. Si la aspiración de Syriza, como se ha dicho, es liberar a ese país del grillete neoliberal, la de las izquierdas mexicanas no ha sido muy distinta: la diferencia es que allá se han unido para conseguirlo y aquí lo contrario: se separan y se atacan entre sí, a veces con más furia que contra sus verdaderos contrincantes históricos.

Hay un candidato del PAN que tiene como eslogan propagandístico: basta de políticos, llegó el momento de los ciudadanos. Esta tontería, que quiere hacer creer que los políticos no son ciudadanos y que éstos no son o pueden ser políticos, es en realidad un esfuerzo desesperado por aprovechar el desprestigio de los políticos y sus partidos. Tal vez sea buena idea demostrar, con la unidad y un poco de modestia, que las izquierdas mexicanas también son inteligentes y sensibles a una demanda popular implícita en el eslogan del panista. Esta demanda es credibilidad, consistencia entre lo que dicen y hacen y entre lo que prometen y lo que cumplen. En otras palabras, reivindicar la política como una actividad noble y de servicio. No es imposible. Ahí está la lección de Grecia.

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