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Ver día anteriorSábado 17 de enero de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los migrantes y Charlie Hebdo
E

l ataque a la revista satírica Charlie Hebdo, en París, con su cauda penosa de muertos y heridos, no sólo no tiene justificación, sino que es absolutamente reprobable. Triste evento que tendrá graves repercusiones sobre poblaciones vulnerables; es decir, las minorías étnicas, los migrantes del mundo, debido, en gran parte, al peligroso incremento de los grupos de extrema derecha en Europa.

La extrema derecha suele hacerse más visible en periodos de crisis, pues aprovecha el descontento y la desesperanza de la población, su pauperización y el extenso desempleo que erosiona el tejido social para tratar de introducir en la conciencia colectiva que hay culpables por esa situación. No es el sistema ni las decisiones equivocadas de los líderes ni las estrategias de la llamada troika –formada por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI)–, que forzaron a la aplicación de un conjunto de políticas de austeridad, que han profundizado la recesión. No, los culpables son los migrantes. Debido a ello, se están popularizando los discursos xenófobos, racistas, islamófobos que atizan la hoguera promoviendo el miedo al otro, a los migrantes, quienes sufrirán las consecuencias.

La crisis estructural de 2008 fue el contexto idóneo para que los grupos de ultraderecha incrementaran su influencia y participación política en Europa, hecho que se constató en las elecciones para el Parlamento Europeo de mayo pasado con diferencias importantes entre 2009 y 2014. Cabe destacar al Partido de la Libertad en Austria, que en 2009 había alcanzado 12.7 por ciento y pasó a 19.50 en 2014. Chipre, con el Frente Nacional Popular, pasó de 0.22 a 2.69 por ciento; el Partido Popular de Dinamarca obtuvo 14.8 y para 2014 alcanzó 26.60; los Verdaderos Finlandeses pasaron de 9.7 a 12.90 por ciento. Francia es quizá el caso más llamativo con el Frente Nacional, que pasó de 6.3 a 25.40 por ciento, junto con Grecia, cuyo partido Amanecer Dorado en 2014 alcanzó 9.34 y el Reino Unido pasó de 16.09 a 29.0 por ciento ( La Marea). La coincidencia de estos partidos es la aceptación, en un sentido u otro, de lo que ven como peligros de la islamización en Europa. Esto es grave, pues identifican al Islam, al mundo musulmán y a la población de los países árabes con el terrorismo fundamentalista. Sin embargo, no se reducen a estos grupos, la animadversión es contra la migración en general, como señala Marine Le Pen: Ya no hay sitio para los inmigrantes en Europa.

Los migrantes conforman minorías étnicas cuyas libertades fundamentales son restringidas, pues suelen vivir en entornos discriminados, lo que supone ser excluidos por su color, sexo, religión, orientación sexual, etcétera, que les impide gozar, en condiciones de igualdad, los derechos humanos. Esta discriminación contrapone a los trabajadores migrantes con los nativos tanto en la sociedad como en la cadena productiva, dando lugar a mercados segmentados cuya división no sólo corresponde a diferencias de calificación, sino en muchas ocasiones la división es racial. La xenofobia, que es el desprecio hacia las personas migrantes ya sea por sus rasgos físicos o culturales –como la lengua y la religión–, es una forma de racismo; por ello, los dos conceptos se vinculan.

Por todo lo sucedido es imperativo, hoy más que nunca, reconocer la libertad de expresión y la libertad de información como uno de los más importantes derechos humanos que nunca debe ser objeto de censura previa, si la democracia quiere ser llamada como tal. Como ha manifestado la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ante la tragedia de Charlie Hebdo, cuya posición ante el posible debate es clara: Las expresiones satíricas pueden chocar o inquietar a cualquier sector de la población, pero también se encuentran protegidas por el derecho a la libertad de expresión.

Pero, precisamente para el debate, sostenemos que esta propuesta no aplica a los grupos de ultraderecha, pues retomando los postulados de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, en su artículo 13 inciso 5, se señala: Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la guerra y toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones a la violencia o cualquiera otra acción ilegal similar contra cualquier persona o grupo de personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color, religión, idioma u origen nacional.

Por lo anterior, nos surge una inquietud pues si, como señala Van Dijk, el pensamiento racista como pensamiento surgió en Occidente y tiene aproximadamente 200 años, de ahí que se defina como fenómeno de la modernidad con su marca europeísta, y además está vinculado a la expansión del capitalismo, ¿será entonces posible que, en un marco de capitalismo salvaje, como el que vivimos ahora, la sociedad ejerza la tolerancia, fórmula indispensable para superar cualquier forma de racismo, entendida como la práctica virtuosa que reconoce que toda cultura merece respeto, es digna, que tiene legitimidad en sus particularidades y por tanto no debe ser reprimida?

Mi respuesta es que el capitalismo es consustancial a la xenofobia y el racismo, por tanto concuerdo con Sergio Palencia, quien señala que desde aquí en adelante toda negación de las relaciones racistas lleva potencialmente la negación de las relaciones capitalistas en tanto que deshumanizan.