Opinión
Ver día anteriorMiércoles 14 de enero de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Comparaciones
E

l eurodiputado Pablo Echenique, también dirigente de Podemos –el nuevo partido español que apenas cumplirá un año de existencia– aseveró hace poco que las venideras elecciones de su país se llevarían a cabo en Grecia. Con esto quiso resaltar dos cosas. Primero, la importancia del proceso electoral griego, en particular para el caso español y, al mismo tiempo, para la Comunidad Europea (CE) en general. Segundo, que las consecuencias de los avatares por los que atraviesa el puntero de izquierda griego (Syriza) repercutirán, de variadas maneras, en las posibilidades de que Podemos pueda ganar las suyas. Podemos ya es, según varias encuestas, el puntero en las preferencias españolas. En ambos casos (Syriza, en Grecia, y Podemos, en España) las derivadas sobre la vida democrática misma marcarán su actualidad y las posibilidades futuras para la CE y para otras muchas regiones del mundo.

Es necesario reincidir en señalar que las tensiones, miedos y amenazas desatadas en la Europa comunitaria, a causa de este dual fenómeno político electoral, son crecientes. No pasa día sin que numerosos personajes del elenco oficialista de cada uno de esos países y de la burocracia comunitaria, con sede en Bruselas, adviertan de los terribles males por venir si los votantes españoles y griegos optan por tan peligrosas y disolventes opciones partidistas. En el fondo lo que se está dirimiendo es el reto lanzado por una ciudadanía inconforme, profundamente afectada, activa en lo individual y ya organizada en lo general, frente a la autoritaria hegemonía del pensamiento neoliberal enraizado en sus distintos gobiernos y las políticas públicas empleadas para su vigente prevalencia.

Analizado más de cerca el desarrollo de los acontecimientos europeos se pueden identificar a los agentes preponderantes que inducen, provocan y se benefician del orden reinante, no sólo en ese viejo continente, sino en casi todo el planeta. Siguiendo esta línea de pensamiento crítico se distingue, de inmediato y a las claras, a los propietarios de grandes fortunas y a las instituciones que ellos dirigen y de las que se sirven para asegurar la continuidad y crecimiento de sus privilegios e intereses. Para cimentar tal defensa, entran en acción muchos de sus protectores: los grandes bancos, los fondos de inversión, las asociaciones patronales, los medios de comunicación, importantes instituciones académicas, partidos políticos establecidos (casta los llaman en España) y los pesados organismos multilaterales. Todos ellos atentos a sus dictados e influencia de dichos propietarios. Estos últimos no son simplemente hombres o mujeres ricos. Sus reducidos círculos han llegado a conformar sendas plutocracias que se erigen, por ellas mismas, en poderes de inmensa fuerza. Tanta, que pueden desvirtuar o incluso cancelar la vida democrática de los distintos países. En Grecia, por ejemplo, han llegado a posponer elecciones, inducir la formación de gobiernos no electos (también en Italia) o impedir el referendo ya anunciado por un presidente en funciones (Papandreu).

Este enfrentamiento, entre los deseos de una sociedad por ser actores de sus propias iniciativas y los dictados de los agentes financieros dominantes, define el teatro donde ahora se dirime la pugna ideológica y de poder. Grecia dirá, con sus decisiones colectivas, hasta qué punto podrá sobreponerse a los miedos y amenazas que diariamente recibe. Y no son sólo palabras o dibujos de futuros caóticos los que entran en juego, sino acciones prácticas, como inflación inducida con aumentos de intereses, caídas de bolsa, préstamos negados, acaparamiento de básicos, huelgas bancarias, escasez de circulante o la misma violencia callejera y demás armas de verdadera destrucción masiva que constituyen ese arsenal que ya sale a relucir.

El pueblo, en cambio, tiene la opción de volver la mirada sobre sí mismo y su entorno para aquilatar el efecto que sobre su bienestar, convivencia y horizonte de posibilidades reales tienen las políticas públicas neoliberales. Éstas, aunque mediatizadas, finalmente muestran sus propósitos de asegurar el proceso de acumulación de riquezas en unas cuantas manos. Dichas políticas son presentadas en los medios de persuasión como diseñadas para mejorar las condiciones de los pueblos, pero que de muy pocas, poquísimas, maneras trabajan para ese fin. La difícil situación que las políticas de austeridad aplicadas en Europa (férreamente impuestas por el oficialismo en España y Grecia) han generado dista mucho de ser vivida y aprobada como una opción aceptable para la población.

En el caso de México ahora ya se ve cómo el gobierno priísta y sus múltiples aliados han decidido empezar este 2015, empeñados en mostrar que la normalidad es lo vigente. Los problemas de 2014 quedaron atrás. El discurso presidencial y sus pulidas imágenes de acompañamiento cargan el acento, de nueva cuenta, en las condiciones ideales que sobrevendrán a sus decisiones, anhelos y variadas buenaventuras. Lo pasado será superado con la aplicación de las reformas estructurales en marcha. Los planes trazados desde un inicio por el grupo gobernante, con las bendiciones y beneplácitos de sus patrocinadores, seguirán adelante sin dilaciones. Los dolores por los muertos y desaparecidos del pasado eso son: un pasado que puede superarse con la simple voluntad: mirar hacia adelante es la consigna. La capacidad de indignación de la sociedad es ninguneada. Para la élite cupular no hay ni habrá castigo alguno al gobierno priísta posesionado de los botones de mando. La extendida pobreza, las cotidianas penurias, la creciente violencia y la falta de oportunidades para las mayorías que su accionar han causado son sólo parte de un escenario ya conocido. Y, en caso de haberla, saben que el bolsón de trampas es amplio y al alcance de sus masivos recursos.