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En el Palazzo Blu el pintor italiano entabla un diálogo con las obras de sus amigos

Acoge Pisa la creación artística del Modigliani francés

La exposición reúne 110 trabajos: la mitad son de Amedeo, 70 por ciento pertenecen al Centro Pompidou

Despliegan sus cuadros más célebres, hechos de 1914 hasta muerte, seis años después

Foto
Desnudo acostado, 1917, óleo sobre lienzo de Amedeo Modigliani (1884-1920) perteneciente a la Pinacoteca Giovanni y Marella Agnelli, incluido en la exposición del artista italiano montada en Pisa, que concluirá el próximo 15 de febreroFoto cortesía de Mondo Mostre
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Miércoles 24 de diciembre de 2014, p. 2

Pisa.

El Palazzo Blu alberga la exposición Amedeo Modigliani et ses amis (Amedeo Modigliani y sus amigos), montada en colaboración con Mondo Mostre y el Centro Pompidou de París, que concluirá el 15 de febrero.

Dedicada a uno de los pintores legendarios del arte del siglo XX, la muestra propone un diálogo de Modigliani con la obra de sus amigos artistas con los cuales tuvo contacto y protagonizó la escena cultural parisina de su tiempo.

Modigliani (1884-1920) personifica al artista maldito que enciende la fantasía del público apiñado en grandes filas para asistir a las muy frecuentes muestras que se le dedican en el mundo. Fallecido a los 35 años, hundido en la miseria, en la enfermedad, el alcohol y las drogas, su personalidad difícil y colérica representa el talento incomprendido y transgresor.

Sin embargo, Modigliani fue un hombre culto, atractivo, elegante, tombeur de femmes, y vivió uno de los momentos más fecundos, universales y explosivos de la historia del arte, en contacto con los máximos creadores mezclados en una comunidad abierta, donde las oportunidades, la oferta formativa y la libertad atrajeron a miles de artistas congregados primero en Montmartre y luego en Montparnasse, siendo la ciudad misma un nutrimiento formativo que le valió la denominación de Escuela de París, según definió el periodista y crítico André Warnord en 1925.

Acierto curatorial

Una obra y una biografía dramática (como el suicidio de su esposa Jeanne Hébuterne, embarazada de ocho meses, por el dolor de la muerte del artista) se entremezclan en Modigliani, prevaleciendo casi siempre la historia de su vida, inspirando películas, libros y canciones, reduciéndola a la mayor banalidad aumentada con las reproducciones de carteles y gadgets de todo tipo, así como subastas millonarias, como la del pasado 4 de noviembre de Sotheby’s, en Nueva York, donde el artista rompió récord con la escultura Tête (1911-1912), valuada en unos 40 millones de dólares y adquirida por un comprador anónimo en 70.7 millones de dólares.

Jean-Michel Bouhours, curador y jefe de las colecciones modernas del Centro Pompidou, ha privilegiado un enfoque artístico, pero no único (ver Modigliani y su tiempo, Thyssen-Bornemisza, Madrid 2008), al desmenuzar las piezas que fueron modelando su inconfundible estilo de formas puras y fisonomías deformes.

Aunque hoy sus retratos parecen más bien clásicos, digeribles e incluso monótonos, en la primera muestra de Modigliani en Italia, en 1922, después de su muerte la prensa fue despiadada.

Corriere de Italia describe su creación así: Largos cuellos como avestruces, caras que siguen una misma línea descendente como si fueran vistos por el ojo de un astigmático, o por un espejo convexo, no hay nada que haga imaginar que es un artista. Ni el dibujo, ni la penetración sicológica y ni de broma el color.

La exposición en Pisa muestra 110 trabajos, la mitad de Modigliani. El acierto curatorial está en no omitir sus primeros años de actividad en Italia, por modesto que haya sido, así como presentar un Modigliani francés en todo su contexto: 70 por ciento son préstamo del Pompidou y el resto –salvo algunas excepciones– de los museos l’Orangerie, d’Art Moderne de la Ville de París, des Beaux-Arts de Rouen, d’Art Moderne de Troyes. Se recuerda que su obra está dispersa en Europa, Estados Unidos, Japón, Brasil e incluso Hawai.

Dedo –como lo apodaban sus amigos en Italia– nació en el puerto de Livorno, a pocos kilómetros de Pisa, en una familia de comerciantes italianos judíos en bancarrota. La inclinación de Modigliani por la pintura se definió en la adolescencia, cuando todavía no se extinguían los preceptos de los Macchiaioli (equivalente al impresionismo italiano), cuyo líder Giovanni Fattori –su conterráneo– llegó a impartirle alguna clase.

Tal influencia se muestra en la exposición con el paisaje Callecita toscana, 1898, una rareza en la producción de Modigliani, un género que no practicó. Se exhiben los primeros retratos a lápiz que hacía de sus amigos pintores.

Determinar si Modigliani es de facto un artista francés se ha prestado a debates desde los años 20 del siglo pasado (Venturi/Ojetti), pero lo cierto es que al llegar a París, en 1906, cargaba con un bagaje de cultura clásica, renacentista y manierista que absorbió en sus viajes y como estudiante en Italia.

Sin embargo, fue en la Ville Lumière que Modigliani depuró su paladar decimonónico en coincidencia con el inicio de una nueva era artística. Recién desempacado pulsó los hechos clave de esta transformación: desde la aún fresca irrupción escandalosa del fauvismo el año anterior, las sonadas retrospectivas de Gauguin y de Cézanne, autores que lo influyeron fuertemente, el descubrimiento del primitivismo, el estallido del futurismo y del cubismo, a pesar de jamás haberse adherido a ninguno, aunque utilizó este último para esquematizar y estilizar las formas y romper con la perspectiva académica.

La escultura de Constantin Brâncusi lo motivó a dedicarse de 1909 a 1914 sólo a esta vertiente, esculpiendo grandes cabezas de piedra que, como la pintura, ha logrado romper marcas, como la inédita Tête de Caryatide, vendida en 2010 por 43.3 millones de euros.

Modigliani fue muy amigo de Diego Rivera, recuerda Nathalie Ernoult en el catálogo. Explica su acercamiento gracias a la pintora rusa Marvena, amante del artista mexicano. También Carlos Mérida lo conoció y este testimonio lo rescata Cristina Pacheco en una entrevista de 1984 (La luz de México), pocos meses antes de su muerte, dándonos un original recuerdo de Modigliani.

El recorrido por la exposición concluye con el despliegue de sus obras más famosas pintadas de 1914 hasta su muerte, seis años después, cuyas características se resumen en tres palabras: retrato, desnudo y dibujo.