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Quise hacer una ficción posapocalíptica, pero qué más real que la ciudad fronteriza: Ricardo Silva

Navajazo, viñetas de personajes reales del submundo de Tijuana

Yonquis, dealers, prostitutas y músicos callejeros viven en el canal del desagüe, limbo que no pertenece a México ni a EU, describe el sociólogo el lugar donde vivió su infancia

El documental está en cartelera

 
Periódico La Jornada
Lunes 8 de diciembre de 2014, p. a12

El río Tijuana, hoy canal del desagüe, es parte del escenario de un inframundo del siglo XXI por el que deambulan yonquis, dealers, prostitutas, músicos callejeros posapocalípticos y uno que otro desorbitado. Todos ellos sobreviven en el limbo que no pertenece ni a México ni a Estados Unidos.

Es la locación de una especie de documental que se pensó primero como película de ficción, como esas de Mad Max, filmadas en los años 80 y que protagonizó Mel Gibson en su juventud; hablaban del después del apocalipsis.

Como no había dinero, se tuvo que hacer con poco más de 3 mil dólares y con lo que se tenía a mano.

La realizó un sociólogo tijuanense rechazado del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) y del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC) a quien, como muchos, no les hace falta entrar a esas escuelas en las que si no hay buena cámara o buen productor, no se filma.

Él la rodó sólo por el gusto de hacerla y de rendir homenaje a su infancia, que vivió en esa zona, al norte de esa ciudad, por ahí de la calle Coahuila, en la que zombis se pasean entre el sofocante calor y el abandono, y en la que su hermano, a quien dedica el largometraje, era uno de los vendedores de droga.

Lejos del mundo hollywoodense

Navajazo no habla de esos muertos vivientes que aparecen en las cintas hollywoodenses ni de los personajes de que habla El muerto, andrógino músico de la calle, que con su tecladito compone rolas sobre el fin del mundo y la podredumbre del lugar.

Los de Navajazo son personajes reales al tiempo que de ficción, comenta a La Jornada Ricardo Silva, quien antes de realizar unos cortos se dedicaba a la foto de nota roja y a grabar para una televisora local las pintorescas figuras que buscan la heroína más barata o una mamada de alguna prostituta por unos pocos pesos.

Navajazo, reconocida en el festival de Locarno, entre otros encuentros de cine, es un conjunto de viñetas de personajes de Tijuana, que lo que tienen en común es la supervivencia. La quiero imaginar como una cinta de ciencia ficción en la que se trata de sobrevivir en toda la historia, pero en esta son personajes reales que no desean morir a cualquier precio.

En tono de broma, comenta: “Quise hacer una película como Mad Max, pero, ¿qué más real que en Tijuana?, ciudad que se cree que no es de México ni de Estados Unidos; siempre buscando identidad, igual que estos personajes que son mexicanos, pero que no hablan español, que nacieron en México, pero que vivieron todo el tiempo allá; que los deportan y se convierten en... algo extraño.”

–¿Los tijuanenses se acostumbran a esos personajes?

–Crecí en esa zona. Los veía todo el tiempo. De hecho, mi hermano era poblador de esta zona: era dealer de ahí. Desde mi infancia los vi. Cuando entré a sociología, me interesó saber quiénes eran y por qué estaban ahí. Hice un corto sobre zombis simplemente grabando a estos yonquis. Era un documental de terror sobre zombis en el que ni en maquillaje gasté.

Silva se preguntaba: ¿cómo haría que lo real pareciera una ficción? Este híbrido, que es Navajazo, se lo reveló.

Sí tiene ese contenido fuerte, pero es la única forma en que pudimos hacerla. Nunca pude entrar al CCC ni al CUEC y me fui a sociología. Fui aprendiendo a grabar con lo que tenía. Le llegué a la zona norte, cerca de la calle Coahuila, la de tolerancia y zona roja, como a tres kilómetros del borde fronterizo, donde estos personajes, que se encuentran en un espacio del canal del desagüe, se apropian de la idea de entrar a Estados Unidos, pero que al final se quedan en Tijuana porque hay heroína más barata.

Con un equipo de unas cuatro personas se fue al lugar a filmar. “Te dicen: ‘no puedes hacer una película sin dinero’. Claro que sí. Si tienes las ganas y te la avientas. Yo estuve pague esa película cuatro años y ahí está. Todo ha sido por coincidencias. No somos tan punk como parecemos, pero me gusta la idea de que se vea y que se puedan hacer películas en las que vas aprendiendo cómo usar la cámara”.

Un segundo filme con estas características, acepta el sociólogo, “es como tener un método para ir a festivales. Un plan. Vas madurando y haciendo otras cosas con otra estructura. Antes de Navajazo no sabía siquiera qué era Locarno, por ejemplo. Sólo fue que la película estuvo en la hora adecuada y en el lugar correcto. La vio la persona adecuada y se la llevó; eso fue lo que pasó. Yo sé trabajar con dinero; apenas estoy aprendiendo a trabajar con equipo”.

Ricardo Silva acepta que en su posapocalíptico documental, los personajes también nos usaron, sabían que los grabábamos y nos pedían dinero. Fue un cine no de exploración, sino de explotación, pues los personajes “se hacían más pintorescos porque se sabían frente a la cámara.

Simplemente hicimos un ensayo para ver qué salía y el resultado fue una suerte de película que alguien vio, le gustó y empezó a caminar sola, dijo.

Navajazo es despreocupada y en la que, intencional o no, se ve hasta la mano del director o el mismo boom (para grabar sonido), como parte casi decorativa del cuadro.

La cinta se exhibe en la Cineteca Nacional, Cine Tonalá y algunas salas de Cinépolis, gracias a la distribución de Interior 13 Cine.