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La Colegiata
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n varias ocasiones hemos hablado de la Villa de Guadalupe y siempre nos quedan cosas en el tintero, ya que son muchas las maravillas que guarda. Hoy vamos a comentar sobre la antigua Basílica, también conocida como Colegiata. El primer proyecto le fue asignado en 1694 a los arquitectos José Durán y Diego de los Santos, quienes parece ser fallecieron al poco tiempo, por lo que un año más tarde fueron sustituidos por Pedro de Arrieta. Este arquitecto de gran talento, autor del antiguo palacio de la Inquisición, empleó los materiales que caracterizaron el estilo barroco en la ciudad de México: cantera y tezontle. La construcción se llevó a cabo entre 1695 y 1709.

Es de planta basilical, dividida en tres naves. Luce una cúpula de forma octagonal y tiene la originalidad de tener cuatro torres, una en cada extremo. El objetivo era relacionar el recinto, de manera simbólica, con el Templo de Salomón. Su fachada está desarrollada en forma de biombo, flanqueada por medias columnas corintias. En su friso ostenta una interpretación del Toisón de Oro, mientras que en su doble tablero aparecen dos ángeles en relieve y en el arco una pequeña escultura del arcángel Miguel. En los nichos se alojan esculturas de San José y San Juan Bautista, y de los cuatro principales doctores de la Iglesia.

Este santuario fue bendecido el 27 de abril de 1709, y en la tarde del día 30 tuvo lugar el traslado procesional de la imagen de la Virgen de Guadalupe, con el repique de las campanas de todas las iglesias de México. En su interior había un retablo de oro de 23 quilates que llenaba toda la altura y anchura del presbítero. Se dice que a su lado había retablos de plata. Desgraciadamente, todos éstos fueron eliminados en la primera mitad del siglo XIX, pues el interior de la basílica se sujetó a los cambios artísticos de la época, como el neoclasicismo. En 1749 recibió el título de Colegiata, es decir, que sin ser catedral posee su propio cabildo. El 24 de mayo de 1904 fue elevada a Basílica por mandato del papa Pío décimo.

En 1808 se inició una serie de obras que continuaron al paso de los años, entre otras, una ampliación que tuvo repercusiones estructurales tan graves que la pusieron en peligro de derrumbarse. Estas labores concluyeron en 1895 y estuvieron a cargo de Juan Agea y Emilio Dondé.

Para mediados del siglo XX el edificio sufría de tal deterioro estructural que tuvo que cerrarse y se inició la construcción de un templo más grande y moderno, que es el que ahora se utiliza, obra del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. En 1979 el INAH y la Conferencia del Episcopado Mexicano promovieron un proyecto de restauración para evitar la pérdida del edificio. La dirección general de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural de Conaculta, que encabezaba el arquitecto Sergio Zaldívar llevó a cabo los trabajos. Se lograron recuperar los niveles del edificio, pues estaba sumamente inclinado y dañado por agrietamientos de gran consideración. Para ello separaron la antigua construcción de la ampliación posterior que la estaba hundiendo. Una hazaña del equipo de arquitectos e ingenieros mexicanos, que todavía se puede apreciar en la parte posterior de la antigua basílica, que muestra la separación de varios metros entre ambos edificios. De no haberse llevado a cabo esta compleja obra, se hubiera colapsado la pesada estructura del edificio.

Actualmente ya se puede visitar la antigua Colegiata de Guadalupe, ahora conocida como Templo Eucarístico de Cristo Rey, que guarda muchas historias. Entre otras, fue aquí donde se coronó a la Virgen de Guadalupe, pero esa será otra crónica.

Antes de irnos a comer quiero aclarar que en mi crónica anterior sobre el Museo de Arte Moderno, decía años sesenta y el editor lo cambió a años 70. Y ahora sí a saborear un rico caldo verde de camarón con nopalitos y cerdo en adobo de antaño, en el restaurante Nicos, uno de los mejores de cocina mexicana de la ciudad: avenida Cuitláhuac 3102.