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Mujer de pensamiento luminoso

De su acervo nada se ha estudiado, deplora Julio Solórzano en el centenario de la poeta

Alaíde Foppa no está en libros de texto ni se difunde su legado, dice su hijo

Mi madre ejercía la solidaridad, pero no la de banderas, sino de persona a persona, señala

Hace falta un esfuerzo institucional para abordar ese material, digitalizarlo y clasificarlo

Proyectan en la sala Julio Bracho de la UNAM filme dedicado a la escritora desaparecida en 1980

 
Periódico La Jornada
Miércoles 3 de diciembre de 2014, p. 4

La mejor manera de conmemorar el centenario de la poeta y académica guatemalteca Alaíde Foppa, que se cumple este miércoles 3 de diciembre, es hablar de su vida, de la luz de su pensamiento humanista, tan vigente en estos días aciagos para México y América Latina.

Mucho se ha escrito sobre su desaparición forzada en 1980, un pasaje sombrío que no puede quedar en el olvido, pero que por unos minutos deja de lado su hijo Julio Solórzano Foppa (DF, 1946) quien, en entrevista con La Jornada afirma: “En este mundo de talibanes de todas las formas y colores, uno de los peores enemigos, disfrazado de principios, es el dogmatismo, el cual genera dolor porque trae la semilla de la frustración.

En ese sentido, conocer la vida y obra de Alaíde Foppa es una gran lección hoy día, porque fue una mujer que se alejó de los dogmas y, sobre todo, ejerció la solidaridad, pero no la de banderas, sino la de persona a persona. Su pensamiento es moderno, con tal actitud frente a la crítica, a la literatura, al arte y a la comunidad, tan saludable, basado en un verdadero respeto al otro, que no deja de sorprender y orientar.

Fuera de un reducido círculo académico y del ámbito feminista existe un gran desconocimiento acerca de quién fue Alaíde Foppa, considera Julio Solórzano, pues no está en libros de texto y no se difunde su legado. En México, el reclamo principalmente es a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM): tiene una deuda enorme con ella, jamás le ha hecho justicia. Hace falta no nada más un homenaje de sus compañeros, sino de rectoría, que la propia universidad como institución haga un esfuerzo por publicar su obra y difundirla, porque Alaíde Foppa es, por mucho, una constructora de la UNAM.

En contraste, continúa el hijo de la poeta, “este año nos ha sorprendido mucho en Guatemala la enorme cantidad de homenajes organizados por muchas personas. Se ha convertido en un símbolo que es difícil definir con una sola palabra o frase, pues los movimientos feministas la reconocen como parte de su vanguardia en América Latina, el mundo académico como uno de sus miembros destacados, el mundo de la crítica de arte la hizo importante en ese medio y los lectores de poesía la reconocen como una autora entrañable.

“Falta entender que todo eso estaba en el cuerpo de una misma mujer que además era madre de cinco hijos, hacía traducciones y tenía una vida. Era como la describe Elena Poniatowska en el documental Alaíde Foppa: la sin ventura, de Maricarmen de Lara y Leopoldo Best, parecía que hacía demasiadas cosas, que estaba en todos los lugares, pero era muy ordenada, se organizaba bien en una casa muy burguesa, muy elegante, que al mismo tiempo recibía a los compañeros guerrilleros de mis hermanos.

Es la académica que inventa el curso de sociología de la mujer para el mundo, una persona en permanente construcción. Tenía 66 años cuando desapareció, estaba en la plenitud de su vida creativa, con un montón de obra pendiente. Tengo bastantes archivos que no se han publicado porque no ha habido la voluntad de ninguna institución.

El primogénito de Alaíde Foppa explica que su madre “es un personaje atípico. Nació en Barcelona el 3 de diciembre de 1914, hija de Tito Livio Foppa, periodista, dramaturgo, aventurero y diplomático argentino quien fue enviado por su periódico de Buenos Aires a entrevistar a Emiliano Zapata durante la Revolución Mexicana. Zapata lo encontró demasiado reaccionario y no lo mató porque traía pasaporte diplomático, pero lo dejó en la frontera con Guatemala.

“En ese país conoció y se casó con una rica heredera, para horror de su familia, y nació Alaíde. Después él se incorporó a la carrera diplomática, por lo que toda la familia viajó por muchos países, sobre todo de Europa. La formación de ella se dio en Bélgica, Francia e Italia, fundamentalmente.

“Alaíde llegó a Guatemala en 1944, en los albores de la revolución contra el dictador Jorge Ubico, quien llevaba 14 años en el poder, y ella por primera vez ve la guerra de cerca. Se ofrece como voluntaria en un hospital para heridos de la represión que está pasando en las calles de la ciudad capital.

“Luego, le hace una entrevista a Juan José Arévalo, primer presidente electo democráticamente en la historia de Guatemala; de esa entrevista nace una relación romántica y de la relación romántica nazco yo, cosa de la que me entero cuando leo el periódico al día siguiente del secuestro de mi madre.

Foto
Alaíde Foppa, con su hijo JulioFoto cortesía de Mari Carmen de Lara

“Alfonso Solórzano, su esposo y padre de mis hermanos era un comunista guatemalteco que, enamorado de ella la sigue a México, a donde Alaíde vino para tenerme fuera de los ojos indiscretos de la sociedad, hay que recordar que era hija de una familia de terratenientes y banqueros. Solórzano le dice ‘me quiero casar contigo’, ella responde ‘estoy embarazada de Arévalo’, él le propone que el niño nazca en su familia y con Arévalo hacen un acuerdo de confidencialidad. El presidente guatemalteco manda a Alfonso de cónsul a Francia, donde nacen mis hermanos Mario y Laura. A su regreso, Solórzano se incorpora al gobierno de Arévalo, luego al de Jacobo Arbenz. En Guatemala nacen mis otros dos hermanos y en 1954, debido a la intervención estadunidense en ese país, nos venimos al exilio a México.

“Mis hermanos Mario, Juan Pablo y Silvia se incorporan a la guerrilla en los años 70. Mario y Juan Pablo mueren como guerrilleros. Juan Pablo en junio de 1980 y Mario en junio de 1981. En medio de esas fechas, Alfonso Solórzano muere atropellado aquí en México, frente al cine Las Américas, en la avenida Insurgentes, en agosto del 80 y en diciembre secuestran a mi madre. Todavía estaba Silvia en la guerrilla y no sabíamos si iba a sobrevivir.

Ese es el entorno de su desaparición, cuando ella asumía cada vez más su compromiso político, sobre todo a partir de la muerte de mi hermano menor, que hasta donde sabemos es la causa de su desaparición.

Persiste la búsqueda en Guatemala

Julio y su hermana Silvia, quien finalmente sobrevivió a sus andanzas en la guerrilla, en la actualidad están involucrados en Guatemala en una serie de juicios e investigaciones para conocer la verdad en torno a la desaparición de su madre. Hace unos años se difundió el falso rumor de que habían aparecido sus restos, pero la búsqueda persiste. Alaíde Foppa desapareció en compañía de su chofer Leocadio Ajtuy Chiroy. Las batallas legales son también para identificar a los responsables.

“Guatemala es un país de posguerra civil que se encuentra en un proceso de reparación y reconocimiento a las víctimas. Participa en un proyecto para hacer un memorial. La lucha contra el racismo y la discriminación tendrá que ser parte de las soluciones.

Por eso Guatemala le da un contexto totalmente distinto al centenario de Alaíde Foppa. Pero ella se formó en México, su crecimiento, su producción artística, su trabajo académico, todo fue aquí. En Guatemala tuvo muy poca vida de ese tipo.

–¿Cuánto se ha difundido del acervo de Alaíde Foppa?

–Del archivo que yo tengo: nada. Hay dos gavetas llenas de poemas, cartas, fragmentos de novelas, artículos, toda una vida. Se han acercado investigadores y periodistas de manera individual. Les he dicho, asómense, no se trata de un archivo restringido, pero hace falta un esfuerzo institucional para abordar ese material, para que se digitalice, se clasifique, se estudie.

“Hay material no sé para cuántas tesis, para maestrías, si se quisiera. Ahí está.

“Hasta hace tres años no había leído ninguna carta, porque aún es doloroso. Ahora he leído dos, me cuesta mucho, por eso no soy la persona para meterme a organizar el acervo. Tiene que haber un criterio menos involucrado que el de un familiar para darle sentido.

“Mi madre era de un pensamiento católico humanista fantástico, así fue formada, eso sí, sin dogmas. No obstante, en una de las cartas que me envió cuando yo estudiaba en la Unión Soviética, creo que cumplía 50 años, me escribió: ‘hoy siento que debo de dejar de creer en Dios porque coarta la libertad que necesito como escritora’. ¡Es una mujer muy chingona!”

La UNAM recordará a la poeta hoy, en el centenario de su natalicio, en la sala Julio Bracho del Centro Cultural Universitario (Insurgentes Sur 3000), con la proyección de la cinta Alaíde Foppa: la sin ventura, a las 18 horas.