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Inoperante, el sistema de atención a víctimas creado en este sexenio, dice una madre

Es triste confirmar que nadie busca a los desaparecidos; el Estado no hace su labor

Familiares escarban en parajes cercanos a Iguala, Guerrero, y encuentran varias fosas clandestinas

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Los familiares de los desaparecidos integrados en Ciencia Forense Ciudadana escarban en el paraje La Laguna, cercano a la ciudad de Iguala, GuerreroFoto Sanjuana Martínez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 30 de noviembre de 2014, p. 12

La tierra removida indica la existencia de una fosa. La hierba corta y los mosquitos confirman que se trata de un enterramiento clandestino reciente. Los familiares de desaparecidos empiezan a escarbar en un paraje conocido como La Laguna, en Iguala, Guerrero, y a menos de un metro de profundidad surge la primera prueba: un fémur, un hueso largo y voluminoso que pertenece a alguien con nombre y apellidos.

Los familiares integrados en Ciencia Forense Ciudadana colocan una banderita con el número del hallazgo, sin tocar más el área para no contaminarla. Siguen caminando con barretas, palas, machetes y picos en las manos, y algunos que van adelante del grupo, gritan: Aquí hay otra. Hunden la barra con facilidad, señal inconfundible de que se trata de una fosa. Remueven la tierra y aparece un hueso ilíaco y la espina anterosuperior de la pierna, allí está la cabeza del fémur, la tibia y el peroné.

Continúan la búsqueda; apenas llevan veinte minutos y encuentran una tercera fosa, está vez, sin arañar mucho la tierra, aparece un pequeño cráneo, posiblemente de una mujer o un niño. Los insectos carroñeros pululan por la zona llena de huisaches. Por el calor emana un aroma fétido, un tufo inconfundible a muerte.

El rastro de los huesos anuncia una cuarta fosa, y una quinta. Es un sendero de exterminio. Siguen caminando por este viacrucis lúgubre, por la vereda ominosa del silencio. En Puerto las Joyas, la sexta y la séptima fosas tienen ropa manchada de sangre. En la siguiente hay ropa de hospital, sondas y material de quirófano.

Suben por el camino y, en un maizal, entre los surcos sembradíos encuentran otra fosa y la escena de los huesos se repite. Hay una credencial de elector de Boni Enrique Antúnez Soto, de Teloloapan. Las identidades robadas empiezan a aparecer.

El corazón de las madres de los desaparecidos se acelera. Quieren seguir cavando, pero hay que resguardar la zona. Son almas en pena que sienten los gritos y el dolor que sufrieron esas personas reducidas a huesos. Y lloran. Buscan vida, pero sus hijos pueden haber terminado en este territorio de la abyección.

No hay duda, a lo largo y ancho de cinco hectáreas han encontrado un auténtico cementerio clandestino. Sin cruces, sin flores, sin duelo, estos seres humanos fueron enterrados sin identidad; sin una plegaria, sin la despedida de sus familiares.

El Estado se ha negado a buscarlos. Pero aquí están los familiares de los desaparecidos dispuestos a demostrar que son cientos, miles las fosas sin abrir. Son ellos, los buscadores, quienes reivindican el derecho a la verdad. Están agrupados en Ciencia Forense Ciudadana, cuyo fin principal es crear un biobanco de ADN, coordinado por Gobernanza Forense Ciudadana, una asociación civil que ayuda a las familias a encontrar a sus seres queridos.

Desaparecidos y fosas

Es una búsqueda que nos marca. Nos da mucha tristeza hacer un trabajo tan doloroso, nadando contra corriente, un trabajo que debería hacer el Estado, dice Julia Alonso, sin poder contener las lágrimas. Su hijo Julio Alberto Josué López desapareció el 12 de enero de 2008 y ella ahora es miembro de Ciencia Forense Ciudadana.

Huele a muerte. Sentimos ese olor choquilloso del ser humano, entre pescado y cerdo, cuando entramos al paraje. No es el olor de una res o un perro muertos. Es diferente. Es terrible, es algo que no podemos entender y lo único que nos queda es seguir caminando, porque tenemos que encontrar a nuestros hijos. No podemos vivir ignorando que no existieron. Estos restos que hemos encontrado son de personas que tuvieron un nombre. Es una tragedia nacional.

Hay días que Julia Alonso no puede más. Se levanta triste, deprimida, llorando después de estas jornadas extenuantes en búsqueda en los cerros de Iguala, Guerrero, donde vive. Lleva seis años buscando a su hijo desaparecido en Nuevo León y se ha dado cuenta de la inoperancia del sistema de atención a víctimas creado por el gobierno de Enrique Peña Nieto, y confirmó que nadie está buscando a los desaparecidos, por eso decidió formar parte de este proyecto eminentemente ciudadano.

No es casual que haya tantos desaparecidos y miles de fosas clandestinas. Cuando vi el primer hueso empecé a imaginar. Mi hijo desapareció en otro estado, pero eso no significa que no pueda estar aquí. Ver los huesos y no saber quiénes son esas personas, cuáles son sus historias, dónde están sus padres. Eso me quebró. Me enfrenté con la muerte de frente.

Con profundo dolor, Julia Alonso sigue reflexionando sobre las fosas encontradas: En mi mente Julio está muerto. Mi hijo no se hubiera ido sin sus cosas y me hubiera hablado. En mi corazón Julio está vivo. Eso no se lo pueden negar a ninguna madre. Pero si encontramos un montón de fosas por todo el país, pienso que tengo que buscarlo allí también, aunque suene muy doloroso.

Suspira. Llora, se desahoga, continúa: Estoy muy cansada, no del cuerpo, sino de ver cuánta miseria humana hay en México. Las familias de los desaparecidos deberían ser queridas por la sociedad y tratadas con mucho cariño. Pero somos incómodos a los ciudadanos que quieren ignorar el problema, a los funcionarios que quieren ganar dinero sin hacer su trabajo, a los corruptos porque les quitas el negocio y a los asesinos porque les recuerdas lo chacales que son.

Cuando los policías de la Procuraduría General de la República llegaron a La Laguna, Julia Alonso les dijo: Esta zona está llena de fosas. El gobierno debería cuadricularla para empezar a marcar cada una, si quiere sanar un país. Si empiezan a entregar restos sanarían a las familias.

¿Por qué el gobierno no quiere buscar ni abrir las miles de fosas que hay en todo el país?, contesta: Si lo hace, entonces Felipe Calderón debería estar en la Corte Penal Internacional. Y porque el gobierno de Enrique Peña Nieto quiere hacernos creer que no pasó nada, quiere un borrón y cuenta nueva. Quieren aparentar que no pasa nada. Pero la sociedad se está empezando a pudrir porque México está sembrado de dolor y muerte.

Cuenta que los familiares de desaparecidos primero se enferman de dolor, luego del alma y finalmente de rabia, una rabia que ha sido fundamental para generar una energía positiva que está dando sus resultados con las primeras búsquedas de fosas: Esto es sólo el principio. Vamos a peinar el estado de Guerrero. Ileana García de la PGR nos dijo que nuestro proyecto es pequeñito. Pero ellos no hacen ni dejan hacer. Estamos actuando porque ya no podemos seguir pensando que nos van a resolver el problema. Esta es una emergencia nacional.

Cadáveres sin identificar

Para Gobernanza Forense Ciudadana lo más importante es quitarle al Estado el monopolio de la verdad y hacer su propio banco de ADN para cruzar los datos. Rodolfo Franco, director de Estrategia y Procuración de Fondos de esta asociación civil dice que existen 18 mil cadáveres sin identificar y miles de fosas clandestinas por abrir.

En entrevista con La Jornada, cuenta que presentaron su proyecto al Consejo Británico de Ciencia del Reino Unido, donde ganaron el concurso y obtuvieron 250 mil libras para llevar a cabo el plan de empoderamiento de los ciudadanos, para que a través de la tecnología y el conocimiento puedan incidir positivamente en el desarrollo del sistema forenese.

En este gobierno hay un silencio y una falta de números. Pero la crisis le estalla. Prefieren que la gente no sepa lo que está pasando, aunque eso signifique que la realidad se los coma. En México no existen las herramientas técnicas ni la voluntad política para resolver el problema.

Para Franco, las más de 200 fosas encontradas hasta ahora en Guerrero, donde realizarán 500 muestras de ADN, son sólo la punta del iceberg, porque señala que en México hay miles de fosas.

“Si los ciudadanos no van y buscan estas fosas donde es vox populi que existen, el gobierno jamás lo hubiera hecho, porque una vez que investiguemos quienes mataron a esas personas saldrá que fueron los criminales y los agentes de seguridad del Estado. El gobierno no puede callar las fosas.”