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Arsenal de maravillas
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Periódico La Jornada
Sábado 29 de noviembre de 2014, p. a16

La fiebre del automóvil que azotó Detroit y dejó tras de sí una ciudad en semipenumbra y ruinas tiene contrapesos históricos frecuentes.

Nombremos tan sólo a tres gigantes oriundos de Detroit: Alice Coltrane, Sixto Rodríguez, Jack White.

La novia luego esposa luego viuda de John Coltrane, Alice McLeod, fue una de esas joyas vivientes que legó música para ser comprendida después de su partida y la ocasión ha llegado en oleadas de solfas a su altura.

La cuestión es que la disquera Universal mantiene desde hace semanas en los estantes de novedades discográficas un paquete descomunal de maravillas: la continuación de la increíble Serie Japonesa de Jazz, originalmente titulada Jazz Best Collection 1000, de los cuales el año pasado hicieron circular en México un centenar de títulos y en estos días se consiguen otros 50.

De repente uno no sabe cuál título en lugar de cuál escoger. Lo bueno de este asunto es que los precios son módicos y podemos recuperar joyas que ya eran inconseguibles, entre ellas los discos de la señora Alice Coltrane (1937-2007).

Así que el Disquero eligió para recomendar, de entre la cincuentena de títulos, unos cuantos, sin dejar de mencionar que cualquiera de los 50 son de primera calidad y vale una acotación al margen: se confirma nuevamente que el sambenito de villamelones que suele endilgarse a públicos nuevos no le va a los japoneses, cultísimos y de oídos tan refinados cuya prueba es esta antología.

De los varios discos que grabó la señora Coltrane, elegimos Eternity, porque es el mejor, a nuestra humilde consideración, porque abarca varios de los estilos que cultivó, porque está sabrosísimo y... nomás, porque sí.

Ser pareja de un genio no es sencillo. Las agallas de Alice en el país que más brilla, el olimpo del jazz, quedan demostradas en este disco donde disonancias, donosura, libertad y sabrosura se saludan entre percusiones cubanas, notas dodecafónicas en arpa, elucubraciones en su legendario teclado Wulitzer y una sorpresa: La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky, en su propia lectura apasionada, doctoral, rigurosa y dúctil.

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Escuchamos también mantras, en la pieza de título obvio: Om Supreme, en guiño tanto al sonido original del universo (om) y el mantra básico (om mani padme hum) y a una de las obras maestras de su marido, John Coltrane: el álbum titulado A Love Supreme.

Antes de conocer a John Coltrane, Alice McLeod fue alumna de Bud Powell, con quien empezó a hacer jazz en Detroit. Migró a París, para estudiar música y rebotó en Nueva York, la meca intelectual del jazz.

En 1965 sustituyó al gigante McCoy Tyner en la banda de John Coltrane. Otro músico espiritual, Pharoah Sanders, también caminó junto a ella haciendo música noble. Ella viajó a la India, donde se ordenó como Turiya Sangitananda. De regreso a California fundó un centro espiritual y continuó ofreciendo conciertos para conocedores, luego del fallecimiento de su esposo, John Coltrane.

John Coltrane Infinity; A Monastic Trio; Huntington Ashram Monastery, Universal Consciousness; Transfiguration; Infinite Chants; Translinear Light... los títulos de sus discos hablan por sí solos.

Y bueno, junto a este tesoro discográfico yacen otros, como una grabación temprana de Bobby McFerrin, donde canta a caballo entre el crooner y el innovador.

Una redición de Amandla, de Miles Davis; otra joya otrora inconseguible: Chair in the sky, de su majestad Charles Mingus, con su banda Mingus Dinasty; otro tesoro: Word of Mouth, del maestrísimo Jaco Pastorius; otra rareza-lindura: Indo-Jazz Suite, con el Joe Harriot Double Quintet...

En fin, que gracias a los melómanos japoneses, tenemos un arsenal de maravillas a disposición. Disfrutemos.

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