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Penultimátum

Los líos de Sarah West

E

n 500 años, fue la primera mujer nombrada capitán de un navío de guerra en la Armada Real inglesa, que ha gozado de prestigio lo mismo en los conflictos mundiales que en su papel como garante del poder colonial que alguna vez tuvo la nación donde reina Isabel II. Por ese motivo los medios internacionales se ocuparon hace dos años de Sarah West, cuando se hizo cargo de la fragata HMS Portland, luego de haber ascendido grado a grado tras cumplir el exigente código naval.

Pero Sarah, que ahora tiene 42 años, gozó muy poco de su cargo porque en el barco de guerra bajo su mando entabló cálida relación amorosa con un subalterno, el teniente Richard Gray, de 35 años. Éste se había casado un mes antes de iniciar el romance marino con Melissa, de 33 años, en una ceremonia muy publicitada en las revistas del corazón y en la que un grupo de sus compañeros, espadas en alto y vestidos con el uniforme de gala, les hicieron la guardia de honor al salir de la iglesia.

Luego se embarcó y cuando regresó a tierra ocupaba junto con la capitana los titulares de los medios al ser acusados de sostener relaciones sexuales inapropiadas, incompatibles con el código de conducta de la Marina. Fueron testigos el centenar de tripulantes del barco que de enero a agosto pasado realizó maniobras y exploración en los mares de Europa, África y América.

De nuevo serán noticia y por partida doble. Por un lado, los dos marinos corren el peligro de perder su trabajo si la Marina Real aplica los códigos de conducta que rigen la institución. Pero quienes luchan contra la discriminación y defienden los derechos laborales exigen revisar las normas a que están sometidos los integrantes de la armada. Y por el otro, los medios divulgan la discriminación y abusos de que son objeto las mujeres en el ejército de tierra, mar y aire de Gran Bretaña. Agregan los problemas de personalidad que surgen en la marina luego de estar en altamar muchos días, en condiciones muchas veces difíciles.

Todo ello interesó a la televisión inglesa y a la industria cinematográfica, expertas en llevar al gran público los líos amorosos de los integrantes del gobierno y la familia real. Se inauguraron contando la relación que tuvo John Profumo, ministro de Guerra hace 50 años, con la corista Cristina Keeler, que a su vez los tenía con un importante espía soviético. Y entre los recientes, sobre las infidelidades del príncipe Carlos cuando estaba casado con la princesa Diana.

Pero llevar a la televisión y el cine la historia de amor de la capitana y el teniente exige observar las nuevas normas que en el Reino Unido protegen la vida privada de las personas. Esto luego del escándalo que desató saber que reporteros de los diarios sensacionalista del magnate Rupert Murdoch intervenían los teléfonos de quienes podían ser noticia.