Opinión
Ver día anteriorDomingo 5 de octubre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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El despertar

¿Viene otra ola democratizadora?

H

ace poco comenté el ensayo de Plattner El final de la era de la transición, citado por Lorenzo Meyer: el gran impulso que barrió el mundo en favor de la democracia perdió su energía. Aunque muchas naciones se democratizaron, otras como México han tendido a la regresión, al punto que hoy ya no podría considerarse a México como una nación parcialmente libre. Los signos de regresión son múltiples, pero evidentes, como por la manipulación mediática.

La ola democrática en México tomó un gran impulso a partir de 1985. La crisis económica de esa década causó un despertar político en favor del PAN en el norte como una ruptura interna en el PRI y una insurrección electoral en 1988. Pero lo más interesante fue que la democracia fue un reclamo de la clase media: en todo el país se organizaron grupos que recordaban a los clubes maderistas. Esta vocación por el cambio acompañó la reforma de Zedillo en 1996, el triunfo del PRD en la capital y la pérdida del control de la Cámara de Diputados en 1997. Incluso la alternancia en la Presidencia de la República (que se creía imposible 10 años antes). Todo eso se contuvo por la decisión del PAN y de Fox de plegarse a los designios de la plutocracia y proteger al PRI y bloquear la posibilidad de una alternancia por la izquierda que se veía inevitable en 2006 y que finalmente se impidió con un nuevo fraude electoral. Lo más grave de ese proceso es que ha desaparecido el intenso interés por la democratización. La clase media está demasiado preocupada en sus problemas económicos y las grandes masas llevadas al extremo de la miseria están encuadradas en programas populistas para inducir su voto en 2015, y con más razón en 2018. Pese a todo esto, el hartazgo y la inconformidad han crecido, pero la voluntad de un cambio profundo se ha reducido. Un solo partido monopoliza la verdadera oposición.

Pareciera lejana una nueva ola democrática. Quizás viniera de la juventud que ya dio signos en el movimiento #YoSoy132. Los jóvenes han sido particularmente castigados en esta época. Siete millones no tienen trabajo, ni estudian (Inegi). Sólo dos de cada 10 concluyen los estudios universitarios; la falta de empleos y de oportunidades, los daños en las familias por la crisis provocan rabia y desesperación. Miles de muchachos se han incorporado a las redes del crimen organizado y probablemente más de un millón, con estudios superiores, ha migrado a otros países.

La manifestación de los jóvenes del IPN fue buen signo por su entusiasmo y orden. ¿Por qué el secretario de Gobernación se rindió en acto sin precedente? No porque le falte dureza, sino porque le sobra información: sabe que una nueva generación de jóvenes inconformes cada vez mejor organizados está tocando ya a la puerta.

Twitter: @ortizpinchetti