Opinión
Ver día anteriorMiércoles 17 de septiembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los nuevos cabeza de turco
L

os argumentos en favor de una reforma migratoria en Estados Unidos son muchos y muy convincentes, pero pocas veces los obstáculos para lograrla han sido tan difíciles y dolorosos para los trabajadores que están a la espera de poder dejar las sombras y vivir como seres humanos sin la opresión de la clandestinidad a la que los obliga la falta de reconocimientos laborales y administrativos.

El último anuncio de Barack Obama de que no tomará acciones ejecutivas sobre la reforma migratoria hasta después de las elecciones legislativas de noviembre, no sólo produce una enorme desesperanza en los más de 11 millones de indocumentados, sino un miedo terrible, pues esta decisión indica que las deportaciones podrán continuar.

Es realmente inaceptable que un asunto de justicia, de derechos, se criminalice. Los migrantes son tratados por los políticos estadunidenses como peones en un tablero de ajedrez a los que mueven según sus muy particulares intereses.

No hay que olvidar que los migrantes indocumentados son personas que llevan años trabajando en Estados Unidos, pagando impuestos, muchas veces sin ejercer sus derechos a pesar de que en muchas ocasiones se les paga por debajo del salario legal, o bien trabajan horas extras sin que se les remunere, favoreciendo con su trabajo el crecimiento económico de Estados Unidos, país al que decidieron trasladarse buscando un mejor horizonte.

Lo que habría que preguntarse es ¿por qué el gobierno estadunidense está dispuesto a gastar ingentes cantidades de dólares para seguir poniéndoles trabas?

De acuerdo con George Magnus, el presupuesto destinado a los servicios de migración es 15 veces mayor (18 mil millones de dólares) que el que se ejerció en 1986 con la ley IRCA (Ley de Reforma y Control de la Immigración) que legalizó a casi 3 millones de indocumentados. Y mucho mayor que todos los recursos destinados al Servicio Secreto, a la FBI, la DEA, el Departamento de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos que sumados alcanzan 14 mil millones de dólares. Y ahora el gobernador conservador Rick Perry, de Texas, solicita refuerzos fronterizos de la Guardia Nacional que costará 12 millones de dólares al mes.

Continúa la militarización de la frontera, dado que en 2012 se destinaron más de 11 mil millones de dólares para reforzar el control fronterizo, lo que representa el 85 por ciento del total del presupuesto dirigido a CBS (Aduanas y Protección Fronteriza), incremento que, según Doris Meissner, se debe a las nuevas tecnologías, aunque también duda de los efectos positivos ante tanto gasto. No se puede dejar de lado que la frontera es una de las más vigiladas pues en la actualidad se encuentran asentadas 38 bases de fuerzas militares, navales y aéreas en los estados de California, Arizona, Nuevo México y Texas, todos ellos estados fronterizos con México.

¿Por qué los políticos siguen dando largas a la reforma migratoria, si saben que los problemas demográficos que enfrenta la sociedad pueden llevar al país a crear verdaderas dificultades por falta de trabajadores que paguen impuestos para el pago de pensiones de jubilación y salud, y que –como señala Magnus– se requieren migrantes para duplicar su población económicamente activa si quieren mantenerla en su actual 67 por ciento?

¿Cómo explicar tanta incoherencia y contradicciones?

El sistema capitalista ha ido estratifican- do cada vez más a la clase trabajadora hasta llegar a su máxima expresión con el neoliberalismo y los migrantes indocumentados, que se encuentran en la base de la pirámide, son sujetos a formas extraordinarias de explotación pues su vulnerabilidad, figura prohijada por el propio sistema, permite incrementar las tasas de ganancia. Esto demuestra, por un lado, que la fuerza de trabajo sigue siendo un elemento insustituible a pesar de avances tecnológicos, y por el otro que, cuanto más indefenso mejor ya que las ganancias son más altas que todos los gastos que ejercen para supuestamente sellar la frontera.

La extraordinaria novela Cabeza de Turco, de Günter Wallraff (1985), que conmocionó al mundo y en la que muestra la forma en la que los migrantes indocumentados turcos eran tratados en Alemania, nos refuerza la idea de que los migrantes indocumentados mexicanos son la expresión más clara de que los cabeza de turco del pasado pueden tomar formas más infernales en los nuevos contextos capitalistas neoliberales.