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Todos los mencionados por el encarcelado ex director de la petrolera son aliados del gobierno

Corrupción en Petrobras pone a Rousseff a la defensiva en los comicios brasileños

Se complica la situación para Marina Silva; su fallecido antecesor, en la lista de los acusados

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La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, quien buscará la relección en octubre próximo, ayer en rueda de prensa en el palacio de gobierno, en Brasilia. Justo cuando repuntaba en las encuestas, surge un caso de corrupción en Petrobras que involucra a un ministro, cinco gobernadores o ex gobernadores, 25 diputados y varios senadoresFoto Reuters
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Marina Silva, ambientalista y aspirante presidencial por el Partido Socialista Brasileño, visitó ayer una primaria del sector público en Sao Paulo. Según sondeos, es favorita para ganar en una eventual segunda vueltaFoto Ap
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Martes 9 de septiembre de 2014, p. 30

Río de Janeiro, 8 de septiembre.

La oposición al gobierno de Dilma Rousseff –y a su posible relección– suele levantar las manos al cielo e implorar con furiosa ansiedad: El escándalo nuestro de cada semana/ dánoslo hoy. Lo hacen el neoliberal travestido de socialdemócrata Aécio Neves y sus aliados de siempre; lo hacen la imitación de evangélica y ambientalista travestida de novedad Marina Silva y sus nuevos aliados, y lo hacen, sobre todo, el principal núcleo de la oposición, los grandes conglomerados de comunicación.

Pues en esos últimos días la respuesta a esa oración vino con fuerza descomunal: Paulo Roberto Costa, quien durante ocho años –de 2004, con Lula da Silva presidente, a 2012, con Rousseff– fue uno de los directores de Petrobras, la estatal de petróleo, uno de los puestos más ambicionados del país. Descubierto como operador de una pandilla que desvió decenas de millones de dólares –todavía no se sabe la cifra exacta, pero supera los 90 millones–, el elegante y afable caballero en cuestión está preso. Sobre sus espaldas lleva la posibilidad de ser condenado a más de 40 años de cárcel. Por tal razón, y muy comprensiblemente, Costa recurrió a un recurso legal, conocido como delación premiada, y se puso a hablar. Por ese instrumento legal, el preso todavía no condenado delata a cambio de disminuir su sentencia. Si las informaciones prestadas son comprobadas y ayudan a elucidar el delito, el delator recibe un beneficio, que puede significar la libertad.

Nada de lo que Paulo Roberto Costa confesó fue comprobado, pero hay indicios más que suficientes para que se le dé crédito. En las primeras 42 horas grabadas por la policía federal, él menciona a un ministro, a cinco gobernadores o ex gobernadores, a por lo menos 25 diputados y a un grueso puñado de senadores. Entre los parlamentarios aparecen el actual presidente de la Cámara de Diputados, Henrique Alves, y el presidente del Senado y del Congreso Nacional, Renan Calheiros. De paso, menciona al tesorero del PT y de la campaña electoral de Dilma, João Vaccari Neto. Y por si esto fuera poco, denunció también al ex gobernador de Pernambuco, Eduardo Campos, cuya muerte en un desastre aéreo abrió espacio para que Marina Silva asumiese la candidatura presidencial en una estampida fulminante que, al mismo tiempo, liquidó las pretensiones de Neves y amenaza de manera contundente a Dilma Rousseff.

Todos los denunciados por Paulo Roberto Costa son aliados del gobierno de Rousseff. Todos son conocidos por su mala o pésima reputación. Es sabido que, en el actual sistema político brasileño, ni ella ni ningún otro presidente logra gobernar sin llegar a acuerdos con ese sector putrefacto del Congreso.

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Aécio Neves, candidato socialdemócrata a la presidencia de Brasil, podría resultar beneficiado ante acusaciones a políticos y legisladores de malos manejos en la estatal Petrobras, según analistas. La imagen, en un acto de campaña en Campinas hace unos díasFoto Reuters

Es la primera vez que el nombre del fallecido Eduardo Campos aparece en una denuncia de corrupción.

Para Marina Silva se trata de una situación delicada. Al fin y al cabo, en todas partes ella dispara su arenga en defensa de la imperiosa necesidad de una nueva política. La muerte de Campos, político joven y promisorio, la catapultó a la candidatura presidencial. ¿Cómo denunciar otro escándalo de corrupción involucrando al PT de Rousseff si su compañero de lista electoral también aparece entre los acusados?

Para Rousseff, la situación es más delicada aún. Ella, que venía logrando recuperar terreno y dar la batalla decisiva contra Marina, está otra vez a la defensiva.

Para Aécio Neves, la situación es formidable: puede disparar fuego intenso contra sus dos rivales e intentar volver a ser medianamente viable. Sin embargo, será un intento frustrado: el electorado de derecha y centroderecha se volcó hacia Marina Silva, y algunos caciques de su mismo partido ya entablaron diálogo con la adversaria, con los ojos puestos en un posible gobierno de coalición.

Con mucha razón Lula da Silva, con su intocada intuición política, comentó con interlocutores de confianza, hace pocos días, que la segunda vuelta ya empezó, y será larguísima. Cuando dijo eso, él todavía no sabía que Costa estaba hablando. Sabía, eso sí, que si el antiguo funcionario hablaba, todos perderían el rumbo y la brújula, especialmente Rousseff y sus estrategas de campaña.

Esta semana serán conocidos nuevos resultados de sondeos. Se podrá saber, entonces, hasta qué punto las denuncias del operador de la pandilla incrustada en Petrobras tuvieron efecto.

Faltan poco más de tres semanas para que los casi 160 millones de electores brasileños elijan quién presidirá una de las ocho mayores economías del mundo en los próximos cuatro años. Cada minuto de cada hora de cada uno de esos días tendrá un peso inmenso. Acostumbrado a un aluvión de escándalos, el brasileño tiene ahora un nuevo y jugoso plato servido en el banquete de las denuncias. Seguramente habrá otros antes de que se llegue a los postres electorales.

Esta vez, los cielos fueron generosos al atender las oraciones que pedían por el escándalo nuestro, si no de cada día, al menos de cada semana. Lo que quizá nadie esperaba es que el escándalo salpicaría a la más fuerte adversaria de Rousseff, poniendo a las dos en la misma bolsa.