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Otros dos acuíferos
S

i se cumple el anuncio que en junio pasado hizo el jefe de Gobierno de la ciudad de México, a principios del año próximo concluirán las perforaciones que se realizan en la delegación Iztapalapa a fin de confirmar la existencia de dos acuíferos más en la cuenca de México. Esta nueva fuente de abastecimiento proporcionaría entre 5 mil y 7 mil litros de agua por segundo. En dichos trabajos participa Petróleos Mexicanos (Pemex) por la experiencia que tiene en esas labores.

Los estudios y las tareas para dar y utilizar el llamado acuífero profundo están a cargo del Sistema de Aguas de la Ciudad de México, la Comisión Nacional del Agua, los institutos de Geología e Ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México y Pemex. Según las autoridades citadinas dicho acuífero es el antiguo lago de Texcoco, existe desde hace al menos 600 mil años y fue cubierto por las erupciones volcánicas que hubo en la sierra del Chichinautzin, por debajo del volcán Popocatépetl y la sierra Las Cruces.

Las autoridades locales aseguran que para evitar hundimientos en la mancha urbana conviene más explotar los acuíferos profundos, aunque es 20 veces más caro. Agregan que los pozos convencionales para extraer el líquido se perforan a 300 o 500 metros de profundidad y un costo de 5 millones de pesos. Mientras que los que se encuentran a 2 mil metros cuestan 100 millones.

Ahora que llevamos tres meses con lluvias abundantes en la cuenca de México, conviene recordar que el número de personas asentadas en ella aumenta diariamente por lo que en tres lustros más registrará una grave escasez de agua. Según datos oficiales, la disponibilidad por habitantes se reducirá drásticamente, bajando en promedio de unos 4 mil metros cúbicos del líquido por habitante, a niveles inferiores a los mil. Pero muchos ciudadanos no tienen que esperar a que pasen 15 años para comprobar que disponen de poca agua en sus hogares, aún con lluvias calificadas frecuentemente de nunca vistas en la ciudad. En algunas delegaciones, la que llega a los hogares es insuficiente y no pocas veces de mala calidad. Como en Iztapalapa, la de mayor problema de abasto de agua potable. Para remediarlo en parte, hace tres meses entró en funcionamiento un nuevo pozo que, a 2 mil metros de profundidad extrae 3 mil 600 litros por minuto. Antes de entrar a la red de distribución reciben tratamiento en la planta potabilizadora Agrícola Oriental.

Además, la mayor parte del agua que consume la megaurbe proviene del subsuelo, agravando cada día el hundimiento de la mancha urbana con los consiguientes daños a la infraestructura pública y mayor vulnerabilidad en caso de sismos. A ello se suma que el caudal procedente de los sistemas Lerma y Cutzamala no es suficiente. En paralelo, las estadísticas gubernamentales documentan el desigual abasto en la cuenca. Áreas donde se consume en exceso (Las Lomas, Polanco, Huixquilucan, Bosques o El Pedregal) y otras donde escasea aún en tiempo de lluvias torrenciales, como en las pobladas colonias del oriente de la urbe y en Ecatepec. Además, se sigue perdiendo en la red de distribución, ya muy vieja, cerca de 30 por ciento del líquido debido a las fugas.

Llueve más y diversas zonas de la capital del país y sus áreas aledañas se paralizan cuando los aguaceros son atípicos, es decir, casi todas las semanas. Las principales vías de comunicación se inundan y los encharcamientos llegan para quedarse en zonas donde antes no los había. Esto a pesar de que en el sexenio del becario de Harvard se festejaron costosísimos drenajes que acabarían definitivamente con las inundaciones. No fueron las adecuadas o resultan insuficientes por lo que siguen las gigantescas obras para enviar al mar el agua de lluvia y las negras que generan más de 20 millones de habitantes.

Y mientras la capacidad de recarga del acuífero apenas llega a la mitad de lo que se le extrae, las instancias gubernamentales anunciaron el plan Agua para el futuro. Sólo rendirá los frutos esperados si hace realidad lo que más hace falta: conservar el agua de lluvia en la cuenca, evitar el despilfarro del líquido y en tratarlo y reusarlo lo más posible.