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1914: de la paz... se une a las conmemoraciones por el primer centenario del suceso bélico

Analiza escritora el origen de la Gran Guerra, uno de los grandes misterios

Quise abordar qué pensaba la gente, su ideología; si no se comprenden estos aspectos, es imposible entender las decisiones que se tomaron, afirma Margaret MacMillan

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Margaret MacMillan es rectora del St. Antony’s College de OxfordFoto Luis Humberto González
 
Periódico La Jornada
Viernes 5 de septiembre de 2014, p. 6

Un análisis minucioso y apasionante sobre las causas, las decisiones y los complejos entramados de alianzas y odios internacionales que propiciaron la guerra en Europa son los ejes de la historiadora Margaret MacMillan en el libro 1914: de la paz a la guerra (Editorial Turner).

El volumen, realizado tras una ardua investigación, se suma a las conmemoraciones por el primer centenario de la Gran Guerra, la cual impactó en el arte, la tecnología, la política y la sociedad, explica MacMillan en entrevista, previo a la presentación de esta obra la noche del miércoles en el Museo Nacional de Antropología (MNA).

Decidí analizar la Primera Guerra Mundial y sobre todo cómo se inició, porque es uno de los grandes misterios sobre el que no existe un acuerdo al respecto; del tema se han escrito alrededor de 30 mil publicaciones que dan cuenta de su origen.

Esto, prosigue la autora, es muy interesante, porque si desconocemos el origen de una guerra como esta podremos evitar otra a futuro.

Además, quise abordar la forma en que se vivía en áquel entonces, qué pensaba la gente, cuáles eran sus temores y qué ideología tenían, porque si no se comprenden estos aspectos es imposible entender las decisiones que se tomaron.

También retomé las presiones que existieron y confluyeron, porque había nacionalismo, imperialismo, condiciones económicas diversas y un movimiento de paz muy grande. Incluso, la gente llegó a pensar que nunca más iba a haber otra gran guerra.

Retorno a 1890

La obra de MacMillan describe con perspicacia los perfiles sicológicos de los dirigentes, las naciones y las opiniones públicas.

Traté de ubicarlo en un contexto más amplio; para eso me remonté hacia la década de 1890, con la finalidad de explicar cómo se desarrolló la situación a partir de entonces, porque existía una serie de crisis que afectaron mucho los sucesos en 1914. Por ejemplo, los rusos se sentían maltratados y quisieron mostrar que se les debía tomar en cuenta; por ello quise avivar la forma de cómo era el mundo entonces.

En la narración, Margaret MacMillan recuerda el acontecimiento que desencadenó la Primera Guerra Mundial, cuando el 28 de junio de 1914, aproximadamente a las 11 de la mañana, Francisco Fernando y su esposa fueron asesinados en Sarajevo, capital de la provincia austro-húngara de Bosnia-Herzegovina, por Gavrilo Princip.

El 4 de agosto de ese año estalló la guerra que todo el mundo parecía considerar inevitable, y cuatro años más tarde, al terminar, habían muerto 8 millones y medio de combatientes, 21 millones estaban heridos y Europa se había transformado en un continente muy diferente al que fue testigo de la inauguración de la exposición universal de París en 1900.

En ese año, los europeos tenían buenas razones para sentirse satisfechos del pasado reciente y confiados en el futuro, después de más de 30 años de paz, pero, bajo la aparente prosperidad la situación –extraña amalgama de valores del antiguo régimen y esperanzas modernistas–, era muy inestable.

Antes de 1914 se vivía una era de globalización y había grandes movimientos de personas, inversiones e ideas revolucionarias, nacionalistas, anárquicas y religiosas. Ahora los tiempos son igual de complicados, como en aquella época.

Es decir, añade, los nacionalismos desafiaban las fronteras y los poderes establecidos, y ya no era posible gobernar sin tener en cuenta la opinión pública de las masas, a merced de agitadores y populistas.

Incluso, se destaca en el libro que “el darwinismo social imperante, con su visión de la historia como una serie de luchas por la supervivencia, había llevado a una visión purificadora de la guerra, y las frecuentes crisis internacionales de la década anterior a 1914 (Marruecos, BosniaHerzegovina, las dos guerras de los Balcanes), salvadas siempre in extremis, junto con el militarismo y el rearme que habían provocado, generalizaron la convicción de que siempre iba a ser posible evitar lo peor, creando, paradójicamente a la vez, una peligrosa familiaridad con la idea de la inevitabilidad de la guerra que, finalmente, desencadenaría el desastre”.

Para evitar una nueva guerra, explica MacMillan, habría que tener instituciones internacionales sólidas y que las naciones y líderes dialoguen y trabajen de manera conjunta, aunque estemos en tiempos difíciles. También la Organización de las Naciones Unidas es un organismo importante, así como los Tratados de Libre Comercio o la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Margaret MacMillan es rectora del St. Antony’s College de la universidad británica de Oxford y catedrática de historia internacional en dicha institución. En 2002 ganó el premio Samuel Johnson por su libro París 1919: seis meses que cambiaron el mundo (publicado en español en 2005), y es también autora de Juegos peligrosos: usos y abusos de la Historia (2010).

La autora es integrante de la Real Sociedad de Literatura y miembro de número del Massey College, de la universidad de Toronto, además de miembro honorario del St. Hilda, de la Universidad de Oxford; en 2006 fue investida con el nombramiento de Oficial de la Orden de Canadá.