Opinión
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Ciudad Perdida

Nada que informar

Cinco años de más pobres

El antídoto capitalino

E

mpezó septiembre, y con él el mes del cinismo. Nada, más que la retórica cínica de aquel por el bien de la patria, puede servir para enfrentar las atrocidades que en contra de la soberanía se han cometido desde las alturas de un poder cuestionado.

¿Qué le puede decir el Ejecutivo a la gente sobre su labor, si en este ciclo de gobierno nada parece favorecerle? ¿Qué pasará con los habitantes de este país en los próximos cinco años antes de que arranque el milagro que se prometió? ¿Podría el Ejecutivo explicar de algún modo el cúmulo de desgracias, que parecen gravitar ya sobre el país, durante ese periodo –los cinco años en los que no despegará la economía– que se muestra como una fábrica más de pobreza?

Seguramente no. Serán las cifras las que muestren los niveles de endeudamiento que ha logrado este gobierno, los índices de desempleo, de pobreza y, en general, la desigualdad que marca este gobierno y que no parece tener remedio, porque sigue operando con el signo del neoliberalismo, que apesta en otras latitudes del orbe.

Tal vez por eso es que en el Distrito Federal aparecen, a cada momento, nuevos programas y proyectos que parecen implementados precisamente para contrarrestar la ola de miseria que ahora parece más grande que nunca. ¿Cuántos pobres serán hijos de esta administración? Porque uno de los retos más importantes del gobierno de Miguel Ángel Mancera será, por ejemplo, impedir que la inseguridad, la violencia, se apodere de las calles de la ciudad de México.

Y es que una de las reacciones más inmediatas a la miseria que crean las líneas de gobierno que se aplican desde la administración federal es la violencia. Los robos, los secuestros y muchas otras desgracias de este tipo toman las calles y nadie las controla. A eso no se quiere arriesgar Miguel Ángel Mancera, quien no deja de proponer y de poner en marcha los programas que podrían ser un dique que impida que la pobreza inunde la ciudad de México.

No obstante, será necesario que el gobierno de la ciudad se vaya apartando cada vez más del federal, y para eso no se requieren discursos que conmuevan, más bien son necesarias las obras, los hechos que dejen en claro cuál es el rumbo por el que caminará la administración Mancera.

Pero, además, se requiere de todo un programa que se proponga iniciar la reconstrucción política de una ciudad que muchas veces parece haber perdido el rumbo, pero que ahora, con programas como el de llevar salud a las casas, parece listo a dar la batalla a jugar en favor de la gente.

Y en esto habrá que considerar, muy en serio, la actuación de muchos delegados que nada tienen que ver con las líneas de su gobierno, y de un partido político que lo propuso como jefe de Gobierno, pero que no es capaz en su quehacer de estar cerca de Mancera con las acciones que se requieren, y que sólo juega a la grilla barata y deteriora, aún más, la imagen de la izquierda en la ciudad.

El panorama no es muy halagüeño para la gente respecto del gobierno federal, y la administración local tendrá que hacer grandes esfuerzos por hacer que sus calles permanezcan tranquilas, sin más aumento de la violencia, para diferenciarse, de una vez por todas, de los hechos que desde Los Pinos cargan la vida de los habitantes del país, para después iniciar la reconstrucción del ámbito político, que está deshecho.

De pasadita

No se equivocó Manuel Granados cuando puso punto final a la intentona que desde la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda se había montado. La posibilidad de crear un ámbito legal para dejar que los desarrolladores de vivienda sigan creando caos en la ciudad era más cierta de lo que muchos pensaron, y la decisión del presidente de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal de no aceptar los cambios propuestos lo metió en un lío político que en algún momento habrá de explotarle, pero no le abrió otro flanco a Miguel Ángel Mancera, que ya con los que tiene son suficientes.