Opinión
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Nosotros ya no somos los mismos

El affaire del senador Preciado

La izquierda mexicana

E

l apóstol Mateo no tuvo la suerte de ir al Coronet Hall ni utilizó los servicios profesionales de la mejor intérprete mexicana, doña Italia Morayta, y por eso falló en su traducción del arameo, al griego o al hebreo, de la reprimenda que don Jesucristo les asestó a los fariseos. Mateo 23: 27-28 (TLA): ¡Ay de ustedes, maestros de la ley (legisladores, traduciría yo) y fariseos, hipócritas que son sepulcros blanqueados, hermosos por fuera, pero llenos por dentro de huesos de muerto y podredumbre! En otra versión, creo que de RVA, se dice: ¡Qué mal les va a ir! Aparentan ser gente buena y honrada, pero en realidad son hipócritas y malvados. Son como una tumba pintada de blanco, que por fuera se ve limpia pero que por dentro está llena de huesos y suciedad. (Breviario: don Jesucristo, aunque era bilingüe o trilingüe, jamás en sus prédicas habló en griego, que era el idioma de la gente suscrita a ¡Hola! y a Entrepreneur, ni en hebreo, lengua de los sabios (leshon da kodesh); sin embargo, en su defensa, frente a Poncio Pilatos no necesitó de un targoman, o séase, un traductor. Después de todo, don Jesucristo era insuperable en el arte de rollar. Cada parábola que le recetaba al pueblo elegido se convertía de inmediato en trending topic. El error de la traducción, ahora nos resulta evidente, es que don Mateo (al que apodaban el apóstol) acortó el adjetivo adjudicado a los sepulcros: no eran simplemente blanqueados, sino blanquiazules.

Ya se relató el affaire del senador Jorge Luis Preciado o la parábola del marido querendón, aquel que: Era el rey de chocolate/con nariz de cacahuate, pero a quien la cruel princesa Caramelo mantenía en la marginación, porque de la cabeza del reyecito brotaba pura miel (o sea pura dema). Pero que el rey asciende a senador y le construye a doña Caramelo, en Cuauhtémoc, Colima, el Castillo de Montitlán (7 mil 500 metros cuadrados). Con esa restructuración de activos ya no era simple miel lo que brotaba de la testa real, sino miel con hojuelas, y así la cosa ya cambea. Por eso en el festín efectuado en las oficinas de la Cámara de Senadores se aclaraba: Nos reservamos el derecho de admisión. Caballero acompañado de una dama tendrá que mostrar su certificado religioso de matrimonio. ¡Qué fiasco de reunión de trabajo hubiera sido la organizada por el señor diputado Luis Alberto Villarreal con estas exigencias! Recordemos: los señores diputados de Acción Nacional se reunieron en Puerto Vallarta para acordar sus proyectos y estrategias partidarias. Esas reuniones, para que no haya distracciones, son sin pareja, digo sin esposa, ni familia. A estas alturas del partido (ya saben de cuál) todo el mundo conoce lo ocurrido en el kilómetro 38 de la carretera Puerto Vallarta-Barra de Navidad, playa Venados, más concretamente en un monasterio destinado a la meditación y el recogimiento llamado Villa Balboa. No voy a insistir en lo que allí ocurrió aquella noche, porque lo sabe ya todo el mundo (menos las cónyuges). Formularé sólo algunas interrogantes y pondré a su consideración las sólidas y racionales explicaciones de los senadores participantes.

Por razones de fuerza mayor (esperamos nueva información), el relato queda en suspenso hasta la columneta que viene. Por hoy, cambiamos de tema.

El jueves me sumergí, voluntaria y gozosamente, en la efervescencia de un inmenso perol que a borbollones derramaba, sobre todos los que abarrotábamos el insuficiente auditorio de la librería Rosario Castellanos, un caudal de fraternidad, solidaridad y añoranza. A mí, lo confieso, también me regurgitaban acres reflujos de rabia y tristeza, frustración y desesperanza. Sin embargo, el pesimismo cotidiano fue cediendo ante un hecho que no dejaba resquicio para la duda: Los (y las) de entonces (allí presentes), seguían siendo los mismos y esa maravillosa pero trágica historia verdadera de la izquierda mexicana que vivimos, esa biografía colectiva que nos hacía revivir el instante y la palabra me envolvió, y por poco empiezo a cantar el Bella chiao, Los cuatro generales, La cucaracha, Los cangrejos (de Guillermo Prieto) o Hasta siempre comandante. El libro en comento me despierta muy encontradas emociones. Por eso mi comentario final es un sentimiento estrictamente personal, del todo subjetivo, que no convoca a nadie ni lo pone a consideración. Sólo lo expresa. Era mitad de los años 60 cuando un grupo de universitarios al que el Maestro (mayúscula, favor) coahuilense don Federico Berrueto había asilado en la Subsecretaría General de la SEP. Invitamos a Pepe Revueltas, recién designado secretario particular de don Mauricio Magdaleno, subsecretario de Cultura, a tomar unas copas al bar La Luz. Allí, con gran emoción relató la historia del esclavo tracio que comandó la mayor rebelión de los oprimidos contra la Roma imperial. En dos años derrotó nueve veces a los más importantes generales romanos, salió triunfador en mil batallas, pero perdió la guerra y la vida ante las fuerzas imperiales de Pompeyo y Craso, convertidos luego en senadores, bueno en cónsules, para no complicarla. Aunque Revueltas terminó diciendo: Nadie recuerda los nombres de los triunfadores de ese momento, pero Espartaco es un símbolo de la libertad en todo tiempo y todo lugar. La semilla del desencanto nos había tocado. Breviario: en 1960, Hollywood da vida a Espartaco en la persona de Kirk Douglas. En 1960, Revueltas, que había sido expulsado dos veces del PCM, funda la Liga leninista Espartaco, de la que igualmente sería expulsado tres años después. En 1964 da a conocer Los errores. Revueltas muere en 1976.

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Jorge Luis Preciado, legislador del Partido Acción NacionalFoto Jesús Villaseca /archivo

¿Fue Espartaco el prólogo? En 1917 triunfa la revolución socialista y comienza a ganar gloriosas batallas: militares, como la de Moscú o Stalingrado. Diplomáticas, como Yalta y Postdam. Gana también la Guerra Fría y la del espacio exterior. Sin embargo, el socialismo real no llegó a cumplir su aniversario de brillantes (75 años): en 1991 la Unión Soviética se disolvió. La república española, por voluntad libremente expresada del pueblo, destierra el régimen monárquico, pero el nazifascismo destruye la república. Allende, acatando fielmente la legislación vigente, llega a la Presidencia de Chile. El 13 de septiembre de 1973 termina la mascarada de la democracia. Había sucedido con Árbenz y Torrijos, y con cualquier otro gobierno con rasgos nacionalistas y vocación por la soberanía. Y entre nosotros, Othón, líder indiscutible, ganó, sin resquicio para impugnaciones, la dirección de los maestros del DF, pero perdió por años su libertad, salud y el ejercicio dignísimo de su profesión de maestro. En 1960 fue cesado y cuando murió, en 2008, no había logrado hacer realidad su anhelo de regresar a ser un sencillo maestro de banquillo allá en Alcozauca, Sierra Madre del Sur. Y Rafael Galván, defensor –como cita Rolando Cordera– del Estado mexicano, hasta de sus propios gobernantes. Creador del Sindicato Mexicano de Electricistas y luego de la Corriente Democrática, es expulsado de las trincheras en defensa de la nación por él mismo concebidas, mientras los charros son nombrados cónsules o senadores para no complicarla de nuevo. Y el obrero Demetrio Vallejo. También él ganó la batalla de los votos, y de qué manera: en una transparente elección gremial consiguió el triunfo en la batalla electoral por la apabullante desproporción de 59 mil 759 votos contra nueve. Ni Madero. Y aún así perdió la guerra: la cárcel, la cesantía y la persecución marcaron su vida de lucha y entrega. ¿Será este el futuro?

Los martinis ya me sabían a agua de chía. Renuncié a la ortodoxia: cambié la aceituna por una cebollita de cambray, y los degradé a Gibson. Pero Dios protege la inocencia y caí en post scriptum del libro. Leí: (…) las revoluciones viven y mueren, las grandes causas, al igual que las pasiones y los planetas, no son eternas (…) La necesidad de cambiar el mundo en el sentido de la justicia no se extingue (…) la fidelidad a ciertos ideales evoluciona con nosotros como parte de nuestra sensibilidad intelectual y emocional (…) en definitiva, ni la autocrítica ni el desencanto nos liberan de la responsabilidad individual por los actos de ayer: esa responsabilidad es intransferible. Somos lo que hicimos y pensamos, incluyendo los sueños de otros tiempos y el derecho a cambiar sin traicionarnos. Y coincidí a plenitud con la cita que de Sánchez Vázquez anota Sánchez Rebolledo: El fracaso previsible no significa el fin de la utopía.

Por errático, tres veces le he cambiado el apellido a Fito. Me autoinfligí un viejo castigo y escribí 100 veces: Vázquez Rebolledo, Vázquez Rebolledo. Pueden estar seguros: jamás le volveré a cambiar su apellido a Tito.

Twitter: @ortiztejeda