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El músico ofreció una noche de boleros en el encuentro anual con sus seguidores

Óscar Chávez rindió homenaje a Tehua en el Auditorio Nacional

Interpretó dos veces Se vende mi país, una con arreglos acordes a las reformas recientes

También se escucharon Por ti y, para Gabo, Macondo

La congresista fue la más festejada

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En su concierto del sábado, Óscar Chávez estuvo acompañado por Los MoralesFoto Fernando Montes de Oca
 
Periódico La Jornada
Lunes 1º de septiembre de 2014, p. a13

En el encuentro anual con su público, el pasado sábado en el Auditorio Nacional, El caifán mayor Óscar Chávez rindió tributo a Tehua, fallecida hace unos días y con quien concretó varios proyectos e interpretó a dueto temas románticos tradicionales. Hubo aplausos y vivas para la folclorista, donde quiera que se encuentre, dijo la voz de La niña de Guatemala.

Cada concierto de Óscar Chávez es un reto, una lucha entre el deber y la complacencia, pues desde un principio cada quien le pidió las de batalla, pero él no alteró su programa.

Es la rigidez del profesionalismo y cada año el popular Estilos de la película Los Caifanes prepara algo que no repita lo ya cantado. Los gritos fueron infructuosos. Las solictudes fueron hasta ruegos para que se echara La casita, El pájaro y el zanate, las parodias para desquitarse de la autoridad, en un coro cómplice.

Universitarios y ceceacheros, damas de muy buen ver, mamás cuyos hijos regalaron el boleto para que se dieran un rato de dispersión, imaginando que son la niña rica (Julissa) de Los Caifanes y que les obsequia un caballito de madera. Soñar no cuesta nada.

Las solicitudes... un elemento más del espectáculo

Los conocedores de la forma de ser de Chávez ya saben que las solicitudes son inútiles y toman el ambiente en el Auditorio como un elemento más del espectáculo.

En la primera parte del recital caifanesco se escucharon las nuevas rolas, sones investigados que pronto saldrán en un nuevo disco, posible después de varios años de espera.

La gente tuvo que esperar para oír sus éxitos. Hubo quien aplaudió el esfuerzo. Las mujeres lo chulearon, le lanzaron besos tronados. Otras suspiraron por sus patillas.

No todo fue tradición musical. Por ti rompió la rutina y Los Morales tocaron como siempre: bien y concentrados. El amor perdido que hace extraviar un barrio, una ciudad, un país, el universo, es un sentimiento conocido. Por ti... yo dejé de pensar en el mar...

Para estar en consonancia con los tiempos neoliberales, de políticas privatizadoras, de paraísos posibles y utópicos por medio de reformas mil, que entierran gestas como la expropiación petrolera, Chávez interpretó Se vende mi país, que por el momento histórico, por la historicidad, tiempo y espacio, se ha dimensionado y duele más, crea mayor conciencia de que a millones de mexicanos no les cae aún el veinte. Cuando vean gasolinerías de otras marcas, en lugar de las de Pemex, se darán cuenta de lo que implican los cambios legisltivos. Se vende mi país.

El intermedio fue breve y Chávez volvió a cantar Se vende mi país, con otro arreglo, para reiterar que hay quienes no se dejan engañar por el canto de las sirenas y de tierras prometidas.

Noche de boleros, de parejas, de amores de todo tipo. Lo que importa es la sinceridad, que da estabilidad, un valor que miden los que no la han conseguido o la perdieron. Se escuchó Total, otrora éxito de Celio González, que habla de una resistencia a no dejarse caer y sacar la dignidad. Total, si me hubieras querido...

Le dijeron que ya rayaba en lo ruco cuando anunció que iba a cantar una pieza famosa en tiempos de sus abuelos. ¡Sí! ¿Y qué?, les contestó y se oyeron risas. La verdad, El caifán canta como pocos los boleros y se arrancó con una de Rafael Hernández, El jibarito, que atrapó la atención. La guitarra de Ernesto Anaya, el invitado especial, daba un fondo rítmico abrazador. Así siguió el recital. Óscar Chávez seguía la letra en unas hojas colocadas en un atril. Cerraba los ojos, en trance ronero. La gente escuchaba y se dejaba ir. Ya para ese momento todo era toser y cantar. Corría la segunda hora del concierto Kikirikí. Soy como los gallos finos: sé morir en la raya.

Vino la rola para Tehua, esté donde esté, y el público le dio un aplauso largo, tan largo como su ausencia física.

El ídolo para muchas mujeres dijo a los asistentes que aún le pedían La casita, que eso no pasaría si fueran a verlo a otros de los conciertos que da de vez en vez, y no cada año, en el Auditorio Nacional.

El amigo que se va es como un pozo sin fondo que no se puede llenar con el agua del mar. Conforme avanza el reloj de la vida y se van muriendo amigos, familiares, gente cercana, se cobra conciencia de que la vela de la vida puede ser tan larga como un cabito. Es hora de pensar en testamentos y dónde le va uno a caer.

Mientras, qué mejor que cantar una pieza del norte, de amor y contra ellas.

Solicitó que ya se fueran enfriando porque ya casi se iba. Eso le mereció una silbatina. Algunos le gritaron que no había problemas por el horario. “Se les va a ir el Metro. Queremos pasar las navidades con nuestros papaces”, comentó Óscar y los asistentes le respondieron que ellos también.

Siguió con una canción de título El congresista, que le hizo llegar una persona que aún no conoce. Fue de las más aplaudidas de la noche. Habla de unas personas que cobran por no hacer nada. Cualquier parecido con la realidad... Que en eso de leyes nomás se hacen güeyes, dice la letra.

El gallo despertó a las 10 y media y cantó las famosas. Por esas el público pagaría el boleto, aunque fueran pocas. Hasta siempre, comandante Che Guevara, el histórico héroe que corrió a los gringos de Cuba.

Un recuerdo de Gabo, otro ausente físico, traído a la memoria con Macondo. El concierto alcanzó el clímax y la imaginación llevó con las mariposas amarillas que vuelan liberadas.

Se fue y lo hicieron regresar. Todo está fríamente calculado, bromeó Óscar Chávez.

Cerró cañón con Perdón, el bolero exitoso en la voz de Daniel Santos, y con Flor de azalea, la inmortal de Los Panchos

Nos vemos el año que entra, se despidió El caifán mayor.