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A la mitad del foro

Segunda llamada, segunda...

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Ceremonia de entrega del primer Informe de gobierno de Enrique Peña Nieto en San Lázaro, donde lo recibió el panista Ricardo Anaya (centro) de manos del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong (derecha). Este año toca el turno al perredista Silvano Aureoles, quien preside la mesa directiva de ese recinto legislativoFoto : José Antonio López
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oy acudirá Miguel Ángel Osorio Chong al Congreso de la Unión. En San Lázaro desempeñará el papel de conducto político del titular del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión. Nueva Secretaría de Gobernación, con toques antiguos de ministerio del interior. Hoy será portador del mensaje escrito, el texto del segundo Informe presidencial de Enrique Peña Nieto. La separación de poderes manifiesta, no como contrapeso, sino como burocrática distancia.

Dos años, un tercio del sexenio, reducidos a preludio del mensaje que al día siguiente pronunciará en el Campo Marte, ante sus invitados, integrantes de los poderes de la Unión, incluyendo, desde luego, a diputados y senadores que antes de las alternancias y las vueltas a la noria escucharan el informe del Poder Ejecutivo en su papel de representantes del pueblo de México. Eran conducto obligado, hoy son oficialía de partes y luego invitados al día del Presidente que fuera el 1º de septiembre, día en que se iniciaba el periodo de sesiones del Congreso del Unión, y hoy es al día siguiente. Y, si embargo, el mensajero que acude a San Lázaro sabe que lleva las noticias de cambios que han trastrocado norma y sistema, el paradigma mismo del Estado moderno mexicano. Cambios a fondo que confirman la persistencia del antiguo régimen, de todo ancien régime.

Este año hubo preludio festivo y optimista al reunirse Peña Nieto con las bancadas de su partido, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado. Manlio Fabio Beltrones puso a prueba la sensibilidad política indispensable para hacer público reconocimiento del liderazgo y logros del jefe de gobierno, de Estado y de partido, sin caer en la sumisión cortesana. Emilio Gamboa no tuvo que preocuparse: primero en tiempo, encabezó a quienes preparaban su accionar futuro y recibieron elogios y reconocimientos del titular del Poder Ejecutivo. Gracias a ustedes, les diría Peña Nieto. Y el peso enorme de la reforma energética, del ajuste fiscal que de inmediato provocó la rebelión de los ricos, el alud de amparos, las quejas sombrías de oligarcas, tendrían que compartirse con las angustias de oscuros jóvenes turcos validos de Palacio: coro en las primicias del mandato y estampida de búfalos al aproximarse el término fatal del sexenio.

Mañana habrá festejo en grande. Los frutos del pacto se multiplican y se distribuyeron con inesperada disposición a concertar y eludir los reproches inevitables en la suma de voluntades opuestas y ambiciones confrontadas. El senador del PRD presidirá la mesa directiva del Senado. Es coordinador de la bancada perredista y agradeció al PRI el apoyo: Siempre tuve la certeza de que trabajaba con damas y caballeros. Ahí quedó el orgullo provinciano de Silvano Aureoles, el perredista que presidirá la mesa directiva de la Cámara de Diputados. La izquierda moderna en ascenso, con plazos fijos: mando efectivo aunque sea temporal para dejarlo en manos de Tomás Torres Mercado, primer vicepresidente, diputado del Verde. Aureoles espera la candidatura del PRD para gobernador de Michoacán.

Sus aspiraciones tendrán que pasar la dura prueba de las tribus y facciones en los comicios internos del PRD, el 7 de septiembre próximo. Motivo de inquietud a pesar de que Jesús Zambrano y Jesús Ortega optaron por dejar el control del proceso interno a cargo del Instituto Nacional Electoral (INE). Que no se repitan los malos manejos con los que se exponían al implacable juicio de sus adversarios externos: Son incapaces de hacer elecciones limpias y aseguran que en las constitucionales son víctimas de fraudes, decían. Aunque es difícil cambiar los modos de andar: los comicios internos del PRD están en zona de riesgo por el alto número de impugnaciones, asegura Lorenzo Córdova, presidente del INE: algo más de mil 700 en la primera fase, antes de imprimirse las boletas. En las alturas, Zambrano y Ortega postulan a Carlos Navarrete. Pero del terremoto de la reforma energética resurgió Cuauhtémoc Cárdenas.

La esfinge, llamaban al ex presidente Tata Lázaro los reaccionarios. El hijo habla pausadamente y pone condiciones para asumir el liderazgo del partido: que se le elija por aclamación. Cuántos líderes indiscutidos, incontestables, inapelables, caben en la punta de la aguja con que pudieran remendar la trama del tejido desgarrado de la izquierda que se devora a sí misma. Cuauhtémoc ha de ser por aclamación; Andrés Manuel López Obrador ya es líder y Mesías del Movimiento Regeneración Nacional, de Morena, del peregrinar sin pausa y del mandato asumido por voluntad única y omnímoda.

Gracias al botín del poder, Marcelo Ebrard espera el olvido redentor para volver. Imposible someter a consulta popular la decisión. Cada quien para su santo. No se ponen de acuerdo para formular unidos una consulta tan importante como la de someter a la respuesta popular el acuerdo o desacuerdo con las reformas constitucionales y de numerosas leyes secundarias en materia energética.

Las divisiones de la izquierda vienen de lejos. Se dieron de inmediato entre mencheviques y bolcheviques. Y después de la caída quedaron múltiples versiones de la socialdemocracia, la democracia social, del socialismo que renuncia a serlo en estos días de crisis económica; que se aferra al dogma neoconservador de imponer la austeridad y comulgar con la rueda de molino de afirmar que dicha austeridad es expansionista. Francois Hollande se inclina ante Ángela Merkel. Y el socialismo desaparece de Francia, del gran estado republicano y benefactor.

La izquierda en México ni siquiera formula un manifiesto en el que proponga respuestas, programas y política de oposición al vuelco impuesto por las reformas a fondo en los artículos clave de nuestra Constitución; del paradigma social, republicano, laico, democrático y federal de nuestro proceso histórico. En la tercera parte de su mandato, Enrique Peña Nieto ha hecho realidad su programa de gobierno, cumplido los compromisos contraídos durante su campaña electoral. Logros del quehacer político, no por imposiciones del poder político. Así sean cambios a favor del capitalismo financiero, de los vientos de fronda que han impuesto el imperio de la desigualdad.

La fiesta del primer tercio es oropel puro. Hacer política, negociar, concertar, acordar el Pacto por México, dio la baza del triunfo en el proceso de reformas a fondo, sin mayoría absoluta en ninguna de las dos Cámaras. Pero ahora tendrán que hacer política en el llano, entre los mexicanos del común; tendrán que comprobar si tienen la capacidad de administrar, de ejecutar lo que la ley ordena. Y dejar de hacer las cuentas del Gran Capitán al exponer la situación económica del país. Los miles de millones de dólares comprometidos vendrán tras la apertura plena de las reformas, no tendrán impacto en el corto plazo. Los miles de millones presupuestados en obras de infraestructura, algunos tan importantes como la restauración del sistema ferrocarrilero, con trenes modernos para pasajeros, algunos de alta velocidad, serán la prueba del ácido para el futuro inmediato del gobierno.

Y para el reacomodo que vendrá en las alianzas y en el gabinete del que mañana festeja en grande. Los reflejos de las pantallas, los ecos de las llamadas redes sociales, son como el espejo de la madrastra de Blancanieves. O como el espejo negro de Tezcatlipoca. Falta el valor de la palabra escrita; la libre expresión multiplicadora de ese bastión de la democracia llamado opinión pública.