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Ser músico o filarmónico es un oficio muy extendido en esa comunidad purépecha

Orquesta y coro de niños es el ariete del cambio social en Nurío

El trabajo de 180 atrilistas coadyuva a la estrategia de los gobiernos federal y de Michoacán para contener la violencia y recomponer el tejido social

Responsables del proyecto y padres de los pequeños coinciden en señalar los beneficios aportados por la agrupación fundada en junio de 2013

Enviado
Periódico La Jornada
Viernes 8 de agosto de 2014, p. 3

Nurío, Mich., 7 de agosto.

La música es un elemento distintivo del paisaje social de Nurío. Uno de cada tres varones de este poblado purépecha se dedica a esa actividad o tiene alguna relación con ella.

Incluso, la música es la principal fuente de ingresos en el lugar, al lado de las remesas enviadas desde Estados Unidos.

Ser músico aquí, o filarmónico, como se les conoce entre la comunidad, es un oficio muy extendido, aunque el grueso de los ejecutantes carece de formación académica.

A la fecha existen ocho bandas, además de las que deben integrarse de manera eventual para hacer frente a la alta exigencia de tocar en poblados vecinos, práctica denominada de forma coloquial como el talón.

Todo lo anterior explica el porqué ha sido tan bien aceptada y asimilada por los lugareños la iniciativa del gobierno de la República, en conjunción con el del estado, de crear aquí una orquesta y un coro sinfónicos infantiles y juveniles.

Este proyecto forma parte del programa Música en Armonía, impulsado por el Sistema Nacional de Fomento Musical del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) como parte de la estrategia federal para combatir y prevenir la violencia y el delito, así como para recomponer el tejido social en el país.

Fundada en junio de 2013, la Orquesta y Coro de Nurío es una de las 114 agrupaciones musicales comunitarias (entre coros, orquestas, bandas sinfónicas y ensambles de diversas dotaciones) que a la fecha existen en territorio nacional. En ellas se atiende a 9 mil 800 niños y jóvenes.

La de esta comunidad indígena tiene 180 integrantes: 100 instrumentistas y 80 cantantes, cuyas edades fluctúan entre cinco y 27 años. La mayoría reside en el lugar, pero unos cuantos provienen de los poblados vecinos de Cherán y Paracho.

Y aunque apenas supera el año de actividades, son varias las virtudes que se reconocen a este agrupamiento artístico. Incluso ciertos sectores de la población la asumen como puntal de un proceso de transformación social y cultural que comienza a experimentarse en la comunidad.

Nurío está enclavado en la meseta purépecha, la de mayor altitud en la sierra Occidental michoacana, con 2 mil 420 metros. Pertenece al municipio de Paracho, ubicado al extremo noroeste de la entidad.

Los datos oficiales más recientes sobre la población de esta comunidad son los del Censo nacional de 2010 y consignan 3 mil 749 habitantes, de los cuales 2 mil 41 son mujeres y mil 708 hombres. Aunque las autoridades comunitarias estiman que actualmente son alrededor de 5 mil los pobladores.

Además de coadyuvar a preservar y promover las tradiciones y los sonidos de la cultura purépecha mediante la música, en su corto periodo de su funcionamiento la orquesta y coro de este sitio ha logrado incidir en la dinámica y las expectativas de las nuevas generaciones.

De ello no tiene duda Ricardo Rodríguez, coordinador del sistema musical Jimbani Erándepakua (Nuevo Amanecer, en purépecha), del cual es pionero y puntal la agrupación comunitaria indígena.

De manera evidente, según el promotor cultural, ha logrado abatir el severo problema de alcoholismo que priva entre los lugareños de ambos sexos y de todas las edades, así como los incipientes casos de drogadicción y las situaciones de violencia intrafamiliar inherentes a este tipo de prácticas.

En particular, su ayuda se ha hecho notoria entre los más jóvenes y los niños, no sólo como medio para contrarrestar los vicios y/o prevenirlos, sino también en una mejoría del aprovechamiento escolar, como lo testimonian los respectivos directores de las escuelas primaria y secundaria del pueblo.

Asimismo, su incidencia es patente en el notable decremento de producción de basura –otro de los graves problemas de la comunidad– debida al consumo de comida chatarra, asevera.

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Niños y jóvenes músicos de Nurío, Michoacán, durante la convivencia académica y artística que tuvieron el miércoles con los integrantes de la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de MéxicoFoto Yazmín Ortega Cortés

Los más chavos han dejado de comprar esas porquerías y, por tanto, de consumirlas, ante lo cual las calles y sitios públicos están menos sucios, dice el también cineasta de formación, quien destaca como uno de los principales logros de la agrupación musical que ésta se ha convertido en una eficaz alternativa para ocupar el tiempo libre.

“Los que más han resentido el cambio desde que se fundó la orquesta y coro son los dueños de las maquinitas (de videojuegos), las cuales ahora están vacías, pues los niños prefieren sus clases de música.”

Sin embargo, donde se constata uno de los mayores beneficios del proyecto es el proceso de transformación social y cultural que tiene que ver con el papel del sexo femenino en la comunidad.

El titular del sistema Jimbani Erándepakua y el director de la Orquesta y Coro Comunitario de Nurío, Nabucodonosor Romero Carlos, asumen como irreversible ese cambio en el cual la voz y las decisiones de las mujeres comienzan a ser tomadas en cuenta dentro de la comunidad, algo inimaginable hasta hace poco tiempo.

Para empezar, la presencia femenina en las bandas musicales purépechas era imposible e impensable hasta antes de integrar este agrupamiento comunitario, del cual destaca que una tercera parte de sus integrantes son mujeres.

No todo queda allí, pues las niñas de ese conjunto desean romper con la ancestral costumbre local de contraer matrimonio y embarazarse a edad muy temprana, entre 13 y 15 años de edad; en lugar de ello han expresado su deseo de proseguir con sus estudios escolares y musicales.

Más allá de eso, la orquesta ha servido también de ariete para que las mujeres adultas de Nurío, principalmente las madres de familia de los menores participantes, se organicen y comiencen a conquistar espacios y hacer valer su voz y sus derechos ante las autoridades

Cambio de vida

La forma de vida sí ha cambiado en Nurío desde que fue fundada su orquesta y coro comunitarios. En ello coinciden no sólo los responsables del proyecto, sino también padres de familia de los menores beneficiados y varios habitantes de la comunidad.

Estamos convencidos de que esto es algo que favorecerá a niños y jóvenes durante toda su vida. Eso por un lado, porque, por otro, la finalidad del proyecto es formar mejores seres humanos mediante la música. Y ya estamos viendo los primeros beneficios, afirma Nabucodonosor Romero.

La creación del agrupamiento musical fue decidida en una asamblea comunitaria, en la que la participación de los filarmónicos fue determinante, pues aunque ellos se formaron en la tradición musical purépecha, confirmaron las virtudes del aprendizaje del arte sonoro desde los puntos de vista humano, social y cultural.

Con este proyecto, también buscamos fortalecer nuestra cultura, nuestra lengua y nuestras tradiciones, agrega el director de la agrupación, quien acepta que el camino aún es largo y sinuoso, debido a que sólo la mitad de los niños de la orquesta tiene instrumentos y se carece de sede propia para ensayar.

De manera temporal, los menores utilizan la escuela primaria bilingüe Benito Juárez, adonde acuden de lunes a viernes de 16 a 20 horas.

El caso de Nurío hace albergar fuertes esperanzas a las autoridades de Michoacán y del Sistema Nacional de Fomento Musical para ayudar a enfrentar, mediante agrupaciones musicales comunitarias, los agudos problemas de inseguridad, violencia y desigualdad social que prevalecen en la entidad.

Esta primera fase del proyecto considera 18 de esos grupos artísticos en el estado, pero los planes son que se multipliquen hasta unos 40 en los próximos años, según Ricardo Rodríguez.