Opinión
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Puntos sobre las íes

Carlos Arruza XXVII

F

ue en Valencia.

Por ahí andábamos

Carlos y sus alternantes dispusieron que el dinero de aquella tarde le fuera entregado a la madre del malogrado novillero Manolo Cortés y, al saberse de tan generoso gesto, los valencianos llenaron el coso y se quemaron las palmas de tanto aplaudir después del paseíllo.

Carlos, obviamente, estaba emocionado, pero, en el fondo, deseaba que se le juzgara como torero y no por otras razones y, para no darle más vueltas al asunto, señalo que Carlos se hizo acreedor a cuatro orejas, un rabo y una pata, de lo que se supo y habló por toda España.

Y de qué calibre habrá sido aquello, que una tarde en la que Carlos caminaba por las calles de Valencia vestido de civil, los aficionados lo identificaron y, sin mediar palabras, lo cargaron y en hombros lo llevaron a su hotel.

Locura colectiva.

+ + +

Apenas abril y ya 90…

Sí, recién iniciaba la temporada española cuando don Andrés Gago le dijo a Carlos que llevaba firmadas ya 90 corridas, lo cual rebasaba los más calenturientos sueños del matador que esa noche no pudo dormir de la emoción.

No era para menos.

Regresó Carlos a Barcelona dónde volvió a remontarse a las nubes y de ahí a Murcia, para alternar con Manolete, con quien, inexplicablemente, no se hablaba, tarde que se les dio muy bien y de ahí a Sevilla para presentarse en la primera corrida de su famosa feria, el 18 de abril de 1945.

A esas alturas, Carlos era todo nervios: presentarse en la Real Maestranza de Caballería para inaugurar la feria era un verdadero compromiso, una verdadera prueba de fuego, máxime que alternaría con Manolete y Pepe Luis Vázquez –dos auténticos colosos de la fiesta– con toros de Villamarta.

Una oreja cortó Arruza y otra Manolete, en tarde en la que las campanas deben haber repicado a gloria y en la segunda fecha en que volvieron a vérselas, de tanto arrimarse , fueron empitonados aparatosamente y salieron de la plaza casi desnudos, eso sí, tras de cortar nuevas orejas y ellos mudos, sin dirigirse la palabra.

Y a trajinar.

De la camioneta al hotel, del hotel a la plaza, lo que se repetía todos los días y con la idea de poder distraerse, Carlos compró una guitarra y unas maracas para amenizar los viajes, eso cuando había triunfos que, cuando no, cero música, sólo silencios sepulcrales.

Que fueron los menos.

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Rompiendo el hielo.

Histórica fecha fue el 9 de mayo el año de marras (1945), de nueva cuenta en Valencia, corrida en la que se doctoraba Agustín Parra Parrita, siendo los alternantes Carlos y Manolete y hubo un récord para la historia: 12 orejas, 6 rabos y 3 patas, trofeos que se repartieron por partes iguales y si aquello fue un nuevo desiderátum, aún faltaba lo mejor.

Sucedió así…

Los empresarios, señores Alegre y Puchades, organizaron una paella en los corrales de la plaza en la que los invitados de honor fueron los tres matadores y, deliberadamente, los sentaron así: Camará y Manolete; Gago y Arruza; Parrita y su apoderado.

Los seis con caras largas, serios, sin hablarse y, de pronto, o Carlos se dirigió a Manolete o este a Carlos, el caso es que hubo risas y máxime cuando fueron invitados a inaugurar la paella y, como tenía que ser, las fotografías de rigor, dándose los dos colosos la mano y hasta un abrazo que selló el inicio de una entrañable amistad.

No cabe duda que Valencia fue para nuestro biografiado trascendental en todos sentidos.

Y mucho nos dijo.

En una de las tantas conversaciones que tuvimos con él, le preguntamos si después del abrazo de Acatempan en Valencia, se enfriaron las cosas y, palabras más, palabras menos, me dijo: Mira, la gente pensaba que no hablarnos era por antipatía, pero no, antes al contrario, aunque debo decirte que tras de aquella concordia la lucha en el ruedo fue terrible, pero, eso sí, con una gran nobleza que nos llevó a apreciarnos cada vez más y recuerdo que una tarde en la que había estado genial se me acercó para decirme: venga, Carlo, no me hagas quedar mal que quiero verte con las orejas en la mano. Fuera de la plaza, como hermanos y dentro, pues, cada quien a lo suyo.

¡Qué par!

+ + +

Tirano %#&...

Odioso que es.

(AAB)