Opinión
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No sólo de pan...

Ni del subsuelo

U

n senador que no pasará a la historia, vocero de la cúpula que lo cobija y a la que obedece, dijo hace unos días (nota de Andrea Becerril y Georgina Saldierna, La Jornada 24-07-2014) que los usufructuarios de tierras comunales o ejidatarias, y pequeños o medianos y hasta grandes propietarios, tienen intereses opuestos a los de todos los mexicanos, porque mientras que los primeros sólo poseen “tierras arriba (¿y el agua dónde queda?) los mexicanos somos propietarios de lo que está en el subsuelo, y si lo somos, ¿por qué apenas un puñado de hombres y mujeres, que se apropiaron mediante todo tipo de presiones y engaños de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, pueden concesionarlo sin límite a los extranjeros o millonarios nacionales competitivos?

Es una burla tan despiadada a la inteligencia y un tan grande atentado a la sobrevivencia de los mexicanos que no me cabe duda: los más de treinta mil campesinos que marcharon el miércoles pasado se multiplicarán por cien y de esos tres millones que estarán en las calles y plazas de la República pasaremos a ser el verdadero y despreciado pueblo mexicano, como el de 1910, también en gran parte desnutrido pero ahora tanto escuálido como obeso, quien consciente e indignado hará caer ese teatro guignol donde se nos quiere hacer creer que la coexistencia entre los contratistas extranjeros para explotar temporalmente el subsuelo y los dueños de la tierra permitirá a estos la alternativa (¿podrán escoger?) de aprovechar la derrama económica y tener muchas ganancias.

El desprecio de esta clase gobernante, heredera de la colonia y el porfirismo, es tan grande como su ceguera: si los trabajadores del campo votaron por ellos a cambio de miserables bonos o mediante amenazas, no es porque sólo vivan de tortillas, transgénicas o no, ni de comida chatarra y televisa, conservan –aunque no lo creanz– un sustento material y espiritual en la tierra y el agua que les permite ser. Y saber que las entrañas de la tierra no sirven para comer y no se las debe molestar porque significan muerte ¿acaso no hay siempre trabajadores víctimas cuando entran en ellas, mientras que no retiran sino magros beneficios y quedan pueblos fantasmas cuando se agota la explotación?

Los señores del dinero, del mucho, que vendrán a abrir las entrañas de la Madre Tierra, y los del relativamente poco dinero que recibirán por dejarlos violarla, no saben en lo que se meten ni lo que van a desencadenar. Pues cuando a los mexicanos nos parten la madre son (somos) capaces de todo.

Sólo piensen: si durante tres siglos la colonia española pudo extraer oro y plata con el trabajo forzado del pueblo para enviar los minerales a España y dejar una ínfima parte en manos de unas cuantas familias, y luego sólo se toleró durante un siglo que también otros minerales y el petróleo se repartieran otros países con la burguesía y luego con la dictadura, hasta que la gente reunió dinero para que Lázaro Cárdenas el grande pagara los costos de la expropiación a las compañías extranjeras, ¿cuánto tiempo creen que se permitirá a las corporaciones de las guerras en el mundo extraer nuestras riquezas, partiéndonos la tierra sin piedad, con químicos y millones de litros de agua que le quitarán a la supervivencia de los de la superficie, o sea, a todos nosotros? Hagan su proyección señores del poder y pónganse a temblar, y ustedes, señores del dinero pónganlo a buen resguardo.

Porque sus reformas no engañan a muchos y pronto no engañarán a nadie, ni siquiera se necesitarán medios de comunicación e información: ustedes mismos se encargarán de mostrar inequívocamente la verdad a los mexicanos, que ese senador apátrida califica de dueños del subsuelo, y a los trabajadores de tierra arriba que nos alimentan, justamente a los mexicanos. ¿Hay oposición? Sí, pero no entre quienes producen los alimentos y quienes los consumimos. La oposición inconciliable es entre ustedes y los mexicanos. Entendiéndose por ustedes quienes desalojarán a los campesinos de donde reposan sus muertos y dialogan con ellos, para que cómplices extranjeros o desnacionales puedan frackearles la Coyolxauqui a fin de sacar petróleo o minerales; y por nosotros quienes defenderemos nuestra soberanía alimentaria defendiendo a los campesinos y ganaderos, con la tierra y el agua indispensables para la vida humana. Porque lo demás son lujos que benefician a unos cuantos y ensucian el planeta en nombre de un dudoso desarrollismo. ¡Que nadie se lo crea: el capital no comparte sus beneficios! Es su carácter, como el de los animales depredadores, acumular todas las ganancias. Y si hubiere quien creyera que será levantado de la superficie de la tierra, dejándolo levitar en lo que se explota el subsuelo para después bajarlo suavemente con las manos llenas de dólares, morirá en la miseria y el desprecio de sus compatriotas.

(En la próxima entrega terminaré el resumen del libro Los alimentos que construyeron la historia de la humanidad, encargado por la Unesco en la parte relativa a los orígenes precapitalistas de la vocación expansionista y depredadora de Occidente.)